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Columna
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Los jóvenes, ante las urnas

Decía Napoleón que para saber cómo es un hombre hay que preguntarse dónde estaba a los 16 años, y no le faltaba razón

Pablo Simón
Jóvenes votando en Valencia durante las legislativas de 2016.
Jóvenes votando en Valencia durante las legislativas de 2016. MÓNICA TORRES

Las pasadas elecciones de Reino Unido lo volvieron a hacer explícito: jóvenes y mayores votan por preferencias cada vez más alejadas. Esta dinámica es tendencia en infinidad de comicios y se trata de algo relativamente reciente. Antes de la crisis económica la edad no era tan buen predictor del voto como lo es ahora.

Sin embargo, lo que no se encuentra es una pauta común. Por ejemplo, los jóvenes por debajo de 35 años prefirieron a Jeremy Corbyn en Reino Unido, pero también optaron por Le Pen en la primera ronda de la presidencial francesa, en Italia han basculado hacia el Movimiento 5 Estrellas, en Alemania prefieren a los Verdes y en Eslovaquia o Hungría a los partidos de extrema derecha. Incluso entre los propios jóvenes, cuando se escinde por otros rasgos, afloran diferencias llamativas. Por ejemplo, en Austria los hombres jóvenes prefieren a la extrema derecha, pero las mujeres jóvenes a los Verdes.

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En cualquier caso, esta brecha generacional queda matizada por las peculiaridades del voto joven. Primero, porque los jóvenes tienen un escaso peso numérico, ya que en el censo electoral los menores de 35 son la mitad que los mayores de 55 años. Segundo, porque son un colectivo tradicionalmente abstencionista, cosa universal que se mitiga con la edad. Y, por último, porque los jóvenes son particularmente evanescentes: su movilización electoral se da en contextos puntuales y dista de ser sostenida. Tres factores combinados que explican por qué el debate público no suele centrarse en ellos; no son decisivos para ganar elecciones.

Decía Napoleón que para saber cómo es un hombre hay que preguntarse dónde estaba a los 16 años, y no le faltaba razón. Ciertamente, aquellos sucesos que nos ocurren en la juventud, los que nos pasan en nuestros “años impresionables”, dejan una marca en nuestras actitudes políticas que nos dura de por vida. Es la idea de generaciones políticas. De ahí que no sea descabellado pensar que muchos de los jóvenes actuales, socializados en un entorno volátil, convulso, de crisis económica, tendrán actitudes y comportamientos diferenciados de manera sostenida en el tiempo.

Eso sí, con una curiosa paradoja. Uno pensaría que generaciones socializadas en crisis abandonarían lo cultural y postmaterial (valores como el pacifismo o medioambiente) en favor de lo material y lo tradicional (como la economía, la estabilidad). Sin embargo, este reflujo dista de ser evidente. Hoy vemos jóvenes en un contexto de privaciones con actitudes mucho más abiertas al feminismo y al ecologismo. Por tanto, para las nuevas generaciones lo material y lo cultural se entrelaza, aunque no lo hagan desde las mismas coordenadas, ya sea con valores libertarios o autoritarios. De políticas que combinen redistribución y reconocimiento dependerá que se anclen en un polo o en otro.

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Sobre la firma

Pablo Simón
(Arnedo, 1985) es profesor de ciencias políticas de la Universidad Carlos III de Madrid. Doctor por la Universitat Pompeu Fabra, ha sido investigador postdoctoral en la Universidad Libre de Bruselas. Está especializado en sistemas de partidos, sistemas electorales, descentralización y participación política de los jóvenes.

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