La suerte
Pase lo que pase, el 22 de diciembre, como todos los años, dentro del bombo de la lotería rodará como premio gordo el solsticio de invierno
Perdidos todos los sueños ya solo nos queda la suerte, me dice un viejo amigo. Había sido comunista prochino, después se hizo socialista, aceptó la socialdemocracia y luego transitó durante un tiempo por un terreno de nadie hasta convertirse en un liberal adscrito a una derecha civilizada. Pudo haberse quedado en ese espacio políticamente confortable, que se acomodaba muy bien a su diseño de sesentón culto y educado, pero a medida que le llegaron las arrugas, la tripa y la artrosis, no se sabe si por la amargura que le producía el deterioro físico o porque se avergonzaba de haber tenido en su juventud sueños tan idiotas como los de los camaradas a los que ahora despreciaba, lo cierto es que hoy solo milita en su propio cabreo y vota a quien pueda hacer más daño a un Gobierno de izquierdas. Más a su derecha está la pared o el abismo. Lo encontré el otro día saliendo de un establecimiento de lotería con dos décimos del sorteo de Navidad en la mano. Perdidos todos los sueños, mi única ideología consiste en mi próstata y en que me toque la lotería, me dijo. Recordamos viejos tiempos, a los amigos muertos y otras calamidades mientras él se abanicaba la papada con los dos décimos, uno terminado en ocho, que es el infinito, y otro en cero, que es la nada. Para molestarme este amigo me suele llamar poeta, de modo que ya puesto le dije que, pase lo que pase, el 22 de diciembre, como todos los años, dentro del bombo de la lotería rodará como premio gordo el solsticio de invierno. Ese premio va a salir con toda seguridad y llevará consigo una nueva luz camino de la primavera. El sol en nuestro hemisferio iluminará dos minutos más cada día este estercolero en que, pese a todo, están nuestros sueños de juventud enterrados. Si no crees que esa luz es la suerte que viene desde el fondo del universo a dar nueva energía a tu vida es que ya estás muerto.
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