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Fama, fe, alcohol y un tumor que desbarató su vida: el periplo de Marie Fredriksson, de Roxette

En su autobiografía, publicada en español en junio, la cantante relata su infancia humilde y reflexiona sobre su enfermedad y el éxito. Su mayor arrepentimiento: no haber cantado con Plácido Domingo

Marie Fredriksson, en junio de 2011, en un concierto en Alemania. En vídeo, muere la cantante de Roxette.Vídeo: AFP | EPV
María Porcel
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Fue, a la vez, normal y extraordinaria. La vida de Marie Fredriksson es la del cuento de una joven humilde (o, sencillamente, pobre), con inmenso talento, descubierta por gente avispada que supo ver su potencial y pulir un diamante en bruto. Pero, a la vez, es la historia de la superación más absoluta. De una mujer que olvidó sus propias canciones, esas con las que triunfó en la banda Roxette, a causa de un tumor cerebral que ni siquiera le permitía leer las letras de sus grandes éxitos en una pantalla del escenario. Es una narración de amor, alcohol, fe, éxito desbordante, millones y autoconocimiento. Es la que cuenta la autobiografía Listen to my heart, escrita hace cuatro años pero publicada en España (Libros Cúpula) hace solo seis meses. Es decir: seis meses antes de la muerte de Fredriksson, ocurrida el lunes 9 de diciembre y anunciada un día después.

En ella, la periodista Helena von Zweigbergk narra, a medias entre su voz y la de la cantante, la vida de la pequeña de cinco hermanos que pasó de una Suecia rural y de comer "sopas de leche" a tener cuatro números uno en Estados Unidos y comprarse ropa a montones y sin mirar el precio en Prada y Armani. La autora pasó, desde 2013, temporadas junto a la cantante y la acompañó en parte de su gira por Australia de mediados de 2015. Ella la ayudó a lo que la cantante quería: "Reconstruir su propia historia". El libro no trata de ser cronológico sino de contar "recuerdos emocionales". "Tiene que ser honesto. Solo quiero decir las cosas como son. Nada de tonterías. Simplemente quiero contarlas sin rodeos, tal y como han sido", pedía la cantante.

Fredriksson no se corta. No lo hace a la hora de hablar de su personalidad, a veces desbordante —especialmente cuando está encima de un escenario, ya sea cantando o actuando— y otras veces íntima, cerrada, acomplejada. Tampoco de contar cómo la fama la sobrepasó en ocasiones, convertida en una de las mayores artistas de su país. O cómo su infancia estuvo marcada por la escasez, pero también por la música y el dolor.

La primera etapa de su vida fue la que definió la personalidad de la artista. Sus padres eran humildes y sus tres primeros hermanos mucho más mayores, por lo que ella se agarró a su hermana Tina, que solo le sacaba tres años. Fueron compañeras de juegos, fumaron juntas sus primeros cigarrillos y estuvieron muy unidas hasta la reciente muerte de Marie. Pero no toda su familia pudo disfrutar de su éxito. Su padre, cartero rural y aficionado a la música (tocaba un violín y alquiló un piano para sus hijas), murió de un infarto con 67 años; su madre tuvo párkinson desde los 48. "Mi padre era un excelente cantante. La música era su vida. De haber nacido en otras circunstancias, seguro que se habría convertido en cantante de ópera", reflexiona Marie en su libro. 

Marie Fredriksson y su marido Micke tras la boda de la princesa Magdalena de Suecia, en 2013 en Estocolmo.
Marie Fredriksson y su marido Micke tras la boda de la princesa Magdalena de Suecia, en 2013 en Estocolmo.Vittorio Zunino Celotto (Getty Images)

Pero la mayor tragedia llegó a la familia con la muerte de su hermana Anna-Lisa a causa de un accidente de tráfico en una carretera helada en la que chocó contra una camioneta de reparto de leche. Ocurrió el 11 de diciembre de 1965, cuando la joven tenía 20 años y la pequeña Marie apenas ocho. "Nuestro hogar se vino abajo", recuerda. "Mi padre ya tenía problemas con la bebida antes del accidente, pero después de él comenzó a beber aún más", reconoce. "Yo quería a mi padre. Pero cuando se emborrachaba decía muchas barbaridades", explica, afirmando, eso sí, que en su casa no había violencia. "A veces me pregunto hasta qué punto nos ha influido el hecho de fingir que no pasaba nada [...]. Nos hemos convertido en ese tipo de personas que piensan que es su obligación hacer que todo el mundo se sienta bien".

Parte de su infancia en la Suecia rural estuvo marcada por el catolicismo. Las hermanas cantaban en el coro de la iglesia, algo que para ella suponía "serenidad y consuelo". La religión ya nunca abandonó a Marie: "Tengo una fe muy fuerte, desde pequeña, la vivo de manera privada, es mía y está dentro de mí [...]. La fuerza que me daba me ayudó a superar muchos momentos difíciles".

Porque no todo fueron luces con Roxette. Números uno, mucho dinero ("una de las mejores cosas fue poder invitar y ayudar a personas que uno quiere"), viajes en primera clase, tantos discos de oro y premios que tuvieron que alquilar un almacén para guardarlos, bandas sonoras (It must have been love triunfó gracias a Pretty Woman), conciertos multitudinarios en giras por todo el mundo, noches de fiesta... pero también soledad. La propia Marie cuenta que esa fama mundial la hizo ser "engreída" en algunas ocasiones. Y rechazar oportunidades únicas: para los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 le ofrecieron un dueto con Plácido Domingo, pero la gran presión del momento le hizo rechazarlo. "No podía con todo, pero lo lamento. Ahora, visto con perspectiva, me habría gustado hacerlo".

Después de tantos viajes, presión, entrevistas... a la sueca le resultaba muy difícil "desconectar y descansar". En ocasiones no era feliz ni en su casa ni en el camerino. "A menudo, cuando me sentaba a desmaquillarme después del concierto, empezaba a llorar. Por el cansancio, por la soledad, por el desconcierto", explica. Incluso relata que "bebía demasiado": "Estrés, soledad, fiesta, grandes emociones en general. Era demasiado fácil beber en exceso". Conocer a su esposo, Micke Bolyos, la ayudó a salir de todo eso. A formar una familia, a tener un hogar. Incluso varios: su rechazo al frío y la oscuridad les hizo comprar una casa en Marbella, a la que pensaron incluso en mudarse.

"Lo teníamos todo"

Otro día 11 le cambió la vida a los Fredriksson. El 11 de septiembre de 2002, "cuando se desató el infierno". Marie se desmayó en el baño de su casa. Era un tumor cerebral. Le dieron un año de vida, máximo tres. En 2006 estaba curada del cáncer. En 2014 hizo una gira en solitario; un año después, con Roxette. 

El tumor dio un giro definitivo a la vida de la artista y su carrera. Entonces estaba cansada de Roxette y quería pasar más tiempo con su marido y sus dos hijos, Josefin y Oscar, entonces de nueve y cinco años. "Nunca había aparecido nada que no pudiéramos resolver", dice. Pero con esto no podían. Marie perdió el habla, la capacidad de expresarse: "No era capaz de leer y no tenía memoria a corto plazo. Había olvidado todo lo que sabía antes". Cayó en la apatía, la depresión y la soledad, y llegó a pensar que el cáncer era su culpa. Incluso en que debía divorciarse y dejar a Micke libre. Las secuelas siguieron ahí hasta el final: no volvió a ser capaz de leer libros, periódicos ni tampoco subtítulos, de viajar sola, de encargarse de demasiadas tareas a la vez. Además, sufrió molestias en un un pie y una pierna durante sus últimos años de vida. 

Homenaje a Marie Fredriksson a las puertas de su discográfica en Estocolmo, Suecia, el 12 de diciembre.
Homenaje a Marie Fredriksson a las puertas de su discográfica en Estocolmo, Suecia, el 12 de diciembre.Pontus Lundahl/TT (GTRES)

La enfermedad la marcó también en lo familiar. "No puedo hablar de las limitaciones que he sentido como madre debido a mi tumor cerebral sin empezar a llorar". Reconoce que recurrieron a todo: terapias alternativas, reiki, médiums. Incluso pensaron en acudir a una clínica de Houston (Texas, EE UU): "Estábamos hambrientos de esperanza". 

Otra de las consecuencias que sufrió fue el cambio físico cuando tomó corticoides, de los que le recetaron la máxima dosis diaria. Su cara cambió tanto que la gente no la reconocía por la calle. Y también el acoso mediático: les perseguían, se presentaban en su casa, llamaban a sus hermanos de madrugada, difundían noticias de que su estado de salud era peor que el que tenía. 

Pese a que Fredriksson se vio "atrapada en un cuerpo enfermo", su mejor terapia siempre fue la música. Por eso volvió a cantar y a salir de gira. Para ella lo más importante fueron sus fans, y siempre, incluso en los momentos de mayor agotamiento, de más dolor, intentó mostrarles que ese amor correspondido. Fue una vida llena de cariño, afortunada y alegre. Una vida única. "Espero que entiendas lo feliz y lo orgullosa que estoy", le dice Marie a su biógrafa. "Eso tienes que escribirlo. Feliz y orgullosa. Por supuesto que lo estoy". 

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Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.

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