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Columna
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¿Qué fue de la reforma constitucional?

A día de hoy España encabeza el ranking de países que menos han reformado su carta magna

Pablo Simón
Ejemplar de la Constitución española.
Ejemplar de la Constitución española.Luis Magán

En lo más crudo de la crisis económica había cierto debate sobre la reforma de la Constitución. De hecho, a medida que la crisis mutó en política, todos los partidos salvo el PP la incorporaron en sus programas. Incluso el Gobierno de Rajoy decía que no se cerraba en banda a ello. Sin embargo, progresivamente, el tema fue saliendo de la agenda. El Gobierno Sánchez, que en noviembre del año pasado impulsó una reforma para suprimir los aforamientos, no ha vuelto a mencionarla, y hoy hasta Podemos reivindica la carta magna.

En estos años pasados, la reforma constitucional ha tenido algo de totémico, invocada como la solución final a nuestros males. Sin embargo, incluso cuando se intenta pasar de las musas al teatro, la dispersión sobre el tema es notable. Ya se hable del Título VIII de la organización territorial del Estado, el Título I sobre derechos y deberes o sobre la Corona, las posiciones son muy dispares. Y aunque el consenso sea el punto de llegada, no de arranque, los principales partidos han cerrado con llave esta discusión.

Esto, por supuesto, no contraviene la necesidad de dicha reforma. A día de hoy España encabeza el ranking de países que menos han reformado su carta magna. Si comparamos con países democráticos de edad democrática similar, solo Polonia la ha reformado menos veces. Portugal, Grecia o Eslovenia nos doblan o triplican en enmiendas. Y difícilmente el texto no necesita ajustes en su crisis de los 40. Una Constitución útil por su flexibilidad cuando arrancó la democracia, pero que ha ido ganando en rigidez las últimas décadas.

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Con todo, la razón que se alega con más frecuencia para no afrontarla es que no se dan las condiciones. En concreto, que no hay mayorías suficientes y que los partidos están polarizados, particularmente en la dimensión territorial. Pero, a mi juicio, hay un temor concreto que explica la desaparición de este tema de la agenda. Con 35 diputados cualquier formación podría pedir un referéndum sobre la enmienda constitucional, incluso siendo menor ¿Se imaginan una consulta constitucional en este contexto? ¿Y si mutara en un referéndum sobre la Constitución en sí misma y se viera explícito el apoyo al sistema en algunos territorios?

Por descontado, esta situación no impide otras reformas de calado. Es más, los principales cambios sociales que nos urgen, desde la educación a la justicia o la ley laboral, requieren de Leyes Orgánicas, 176 diputados. Pero, en un contexto en el que hasta el Gobierno es incierto, donde acariciar esa cifra en una alianza parlamentaria es meritoria, cualquier reforma que pase por la Constitución ha pasado a ser impensable en el corto y medio plazo. La pregunta es cuánto tiempo será sostenible.

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Sobre la firma

Pablo Simón
(Arnedo, 1985) es profesor de ciencias políticas de la Universidad Carlos III de Madrid. Doctor por la Universitat Pompeu Fabra, ha sido investigador postdoctoral en la Universidad Libre de Bruselas. Está especializado en sistemas de partidos, sistemas electorales, descentralización y participación política de los jóvenes.

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