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Columna
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Los duelistas

No entraré a comparar sus respectivas carreras de corrupción, pero sí apuntaré que pactar con Vox me parece tan grave como hacerlo con ERC

Enrique Gil Calvo
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, este lunes en la cumbre del clima.
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, este lunes en la cumbre del clima.PIERRE-PHILIPPE MARCOU (AFP)

Recordarán la trama del relato de Conrad El duelo (1908), llevado al cine por Ridley Scott en 1977 con el título Los duelistas: dos oficiales franceses se enfrentan en un duelo sin fin celebrado por entregas a lo largo de las guerras napoleónicas. Pues bien, nuestros dos grandes partidos de Estado, PSOE y PP, también están trabados desde 1990 por un duelo interminable que les obliga a atacarse una y otra vez sin poder darse cuartel. Se trata de una rivalidad negativa cifrada en la lógica del “y tú más”, pues no compiten por ofertar políticas beneficiosas (lo mío mejor) sino por imputar culpas criminales: lo tuyo peor. Y los lances más recientes de esta contienda sin fin son el doble debate de 1), qué caso de corrupción es más grave, si la Gürtel del PP o los ERE del PSOE; y 2), qué pacto político resulta más antidemocrático, si el de la derecha con Vox o el de la izquierda con ERC.

No entraré a comparar sus respectivas carreras de corrupción, pero sí apuntaré que pactar con Vox me parece tan grave como hacerlo con ERC. El independentismo proyecta un ataque antidemocrático contra el Estado social y de derecho: contra el social porque busca romper la caja única de la Hacienda Pública y la Seguridad Social; y contra el de derecho porque busca romper con unilateralismo el princi-pio de legalidad. Pero no es menos antidemocrático el ataque que Vox proyecta contra los derechos de ciudadanía, al negarse a proteger a mujeres o inmigrantes de la discriminación que sufren. Por eso tan peligroso resulta pactar con aquellos como con estos, en lugar de acordar pactos preventivos contra ambos por igual.

Pero esta evidencia no la saben ver ninguno de nuestros dos adversarios, cegados como están por el pundonor del duelista que les obliga a enfrentarse al rival a cualquier precio, aun a costa de perjudicar el interés general. Una ceguera que les impide advertir que ambos problemas políticos, planteados por la ultraderecha y el independentismo, les afectan a los dos en común, pues representan una amenaza existencial que afecta por igual a las bases de ambos duelistas. Si Vox accediese al poder, se verían perjudicados los derechos fundamentales de mujeres, migrantes o gais tanto de derechas como de izquierdas; y, si el soberanismo lograse la secesión, se verían lesionados los intereses y los derechos sociales de todos los ciudadanos a izquierda y derecha. Pero los obcecados duelistas no saben verlo así, lo que les lleva a creer que su rival es una amenaza peor que la de su aliado antidemocrático: a Casado le parece Vox un peligro inferior del que representa Sánchez, y este también considera a ERC un peligro menor que Casado. Esta es su peor ceguera, que les impide unir fuerzas (lo que no implica necesariamente una gran coalición) contra el riesgo común que representan nuestras dos patologías populistas: el secesionismo y la ultraderecha. Y, en vez de hacerlo así, los duelistas proseguirán su contienda suicida a nuestra costa. Un anacronismo, pues el duelo quedó hace tiempo abolido por el advenimiento de la democracia.

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