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Columna
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Rivera se lo merece

Hoy, Ciudadanos se ha convertido en un grupo de personas desorientadas que intentan comprender por qué el destino ha sido con ellos tan cruel

Jorge M. Reverte
Albert Rivera, durante el anuncio de su dimisión este lunes.
Albert Rivera, durante el anuncio de su dimisión este lunes.JAIME VILLANUEVA

No me voy a sumar al coro de los que lamentan la muerte política de Albert Rivera. De los efectos de estas tan dañinas como inexplicables elecciones de noviembre, la liquidación de Rivera como presidente de Ciudadanos ha sido el único positivo. Todo lo demás ha sido tan negro como para conducir a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias a darse un tardío abrazo de compleja aritmética.

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No es preciso ser muy detallista, pero Rivera supo reunir en torno a su proyecto centrista a mucha de la mejor gente de España. Francesc de Carreras, Maite Pagaza, Fernando Savater, Toni Roldán… todos ellos inteligentes, capaces, valientes y, ¿por qué no decirlo?, patriotas, eso sí, de una España democrática y tolerante. Pero en un momento dado, y no importa mucho la fecha, porque se trató de un proceso, Rivera decidió que su partido se tenía que volcar a la derecha, haciendo así una pirueta que ningún campeón del mundo de acrobacia aérea se habría atrevido a realizar. Rivera demonizó al PSOE y liquidó de un plumazo las posibilidades más que ciertas de dar a España un Gobierno de centro-izquierda.

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Sus mensajes de lucha contra la corrupción, de salidas democráticas para una Cataluña infectada por el más repugnante de los virus xenófobos, de implantación de la democracia interna en los partidos… se fueron todos diluyendo en torno a uno solo: todo el poder para Albert Rivera y su indefinido proyecto patriótico. ¿Cómo no iban a abandonar su barco los millones de votantes que vieron en Ciudadanos una nueva manera de hacer política y una posibilidad de hacer mejor este país?

Hoy, Ciudadanos se ha convertido en un grupo de personas desorientadas que intentan comprender por qué el destino ha sido con ellos tan cruel como para convertirles en una mera muleta en la que Vox se apoya para intentar su asalto al Estado democrático. Así que a algunos, y desde luego a los muchos ciudadanos que votaron esa opción política, se nos ha des-aparecido la virgen, o sea, la posibilidad de que España fuera gobernada por la tercera España.

Lo que ha pasado al final, después del abrazo entre Sánchez e Iglesias, no tiene mala pinta, aunque sí un fuerte aroma de inestabilidad que ya va a tener siempre cualquier opción que no pase por un buen filtro centrista, aunque el PSOE ya sea eso gracias al PP.

Rivera está bien muerto políticamente.

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