Desesperanza
La llegada de partidos nuevos generó mucho entusiasmo entre amplias capas de la ciudadanía, que veían cómo los partidos clásicos habían sido incapaces de mostrar empatía por los sufrimientos de la clase media y obrera, mientras ellos disfrutaban de sus clásicas prebendas. Sin embargo, en pocos años, se presentan agotados y con los mismos síntomas que aquellos a quienes venían a sustituir: encerrados en sus intereses electorales, alejados de las necesidades de la población y enfrentados en luchas cainitas por el poder. Su aportación ha sido tan vieja como aquella que criticaban: en lugar de enviar propuestas innovadoras y positivas que ilusionen a una mayoría de la sociedad que se presenta abierta, moderada e integradora, sus mensajes han sido excluyentes y sectarios. La incapacidad de los partidos para anteponer los intereses de la sociedad a los propios daña no solo la credibilidad de estos, sino al sistema democrático en general.
Joaquín Gismero Brís. Torrejón de Ardoz (Madrid)
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