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Cómo Dennis Hopper convirtió una película juvenil para televisión en un desvastador clásico generacional

'Out of the blue' prometía ser otro producto pasteloso hasta que un Hopper en horas bajas tomó los mandos. 40 años después, una campaña pide la restauración de aquella película de culto

Dennis Hopper y Linda Manz en el festival de Cannes de 1980, cuando se presentó 'Out of the blue'.
Dennis Hopper y Linda Manz en el festival de Cannes de 1980, cuando se presentó 'Out of the blue'.Getty Images
Elsa Fernández-Santos

Al hablar de Dennis Hopper es inevitable citar Easy rider (1969), la película que abrió el camino del llamado Nuevo Hollywood. El autor de aquel formidable triunfo de la contracultura acabó dos años después en una cuneta por culpa del alcohol, la cocaína y la ruina de su siguiente filme, The last movie. Pero Hopper no se dio por vencido. Una década después del monumental tortazo, el azar le dio una nueva oportunidad con Out of the blue [1980, que en España se tradujo como Caído del cielo]. Su tercera película como director se estrenó en el Festival de Cannes, aunque su incómodo relato no cuajó y, maltratada, apenas tuvo eco. Casi 40 años después está considerada una obra de culto.

Se trataba de una película canadiense juvenil destinada a la televisión. Apenas un par de semanas después de empezar el rodaje, el director fue despedido y el actor tomó el relevo. Hopper cambió el guion y con su estilo descarnado, a veces hasta turbio, le dio un giro imprevisto

Desde hace unos meses circula por Internet una campaña para lograr financiación para la restauración de esta película fundamental. Encabezada por su distribuidor original, John Alan Simon, y su socia, Elisabeth Karr, se han sumado al rescate actrices como Natasha Lyonne y Chloë Sevigny. La nueva copia acaba de pasar por el festival de Venecia, en su sección de clásicos, adelantándose a la efeméride de 2020. Para sus admiradores, entre los que –ya lo habrá adivinado– me encuentro, todo en Out of the blue, desde el cartel publicitario a su emblemática canción, está rodeado de significados.

El afiche presentaba a la actriz protagonista, Linda Manz, con una cazadora de cuero y el pelo engominado. Con mirada retadora, se lee a sus pies: “Ella tiene 15 años y el único adulto que admira es Johnny Rotten”. La canción, de la que la película también tomó su título, es el épico Hey hey, my my, de Neil Young, cuyos versos, “it’s better to burn out than to fade away” (es mejor quemarse que desvanecerse) acabaron extractados en la nota de suicidio de Kurt Cobain.

Dennis Hopper había aterrizado al principio del proyecto solo como actor, para interpretar al padre de la adolescente CeBe. Se trataba de una película canadiense juvenil destinada a la televisión. Apenas un par de semanas después de empezar el rodaje, el director fue despedido y el actor tomó el relevo. Cambió el guion y con su estilo descarnado, a veces hasta turbio, le dio un giro imprevisto.

CeBe vive con su madre, una camarera yonqui, e idolatra a su padre, Don (un enorme Hopper), al que no ve desde hace años porque cumple condena por un terrible accidente que conocemos en la primera secuencia de la película. Borracho, Don conduce un camión mientras juguetea con su hija. Los dos se ríen. En un descuido el vehículo acaba estampado contra un autobús escolar cargado de niños. Todo lo que viene después estará determinado por este fatal suceso.

CeBe es una chica rebelde que se refugia en la música y en los nuevos movimientos punk de Vancouver. Sus ídolos son Sid Vicious, Johnny Rotten, Elvis y su padre. Pero todos, dice CeBe, la han abandonado. Sobre todo su padre. Si Easy rider es la road movie que supo capturar los sueños y pesadillas de la cultura hippie a finales de los años sesenta, Out of the blue ilustró la defunción de aquel ideal a través de la trágica toma de conciencia de una adolescente que ya ha dejado de creer y que vive entregada al escepticismo propio de finales de los setenta, un nihilismo que cristalizó en el No future de los Sex Pistols.

Para mí no deja de ser revelador que quien tuvo la lucidez para detectar ese mecanismo de defensa en la generación que llegaba, quien puso sobre la mesa el dolor y los anhelos de los huérfanos de un naufragio, fuese un cineasta a la deriva y en permanente delirium tremens.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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