Banderas grises
Editamos libros de historia para que unos parezcan un poco menos culpables que otros. Desempolvamos banderas para que pendan de balcones o recogemos las que ha puesto el vecino. Cantamos a pleno pulmón lo que para algunos es un himno con demasiado significado y para otros solo recuerdos que abuchear en un partido de fútbol. Colores y patrias más que vacías. ¿De qué sirve un país que solo lo es de cara al público y que se va a dormir llorando?
Sara Sanz Navarro. Madrid
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