Adicciones y cuatro tragedias encadenadas: la desdichada vida del protagonista de ‘Frasier’
A punto de cumplir 65 años, y ante la posibilidad de que regrese la famosa serie, repasamos la historia Kelsey Grammer, uno de los cómicos más queridos que también ha conocido el lado oscuro de la fama
El 4 de diciembre de 1995 los espectadores de Estados Unidos se enfrentaron a uno de los momentos televisivos más duros y extraños que habían vivido: el actor Kelsey Grammer (Islas Vírgenes, EE UU, 1955), que desde 1982 llevaba haciendo reír al público gracias a su papel de Frasier Crane en Cheers y en Frasier, se derrumbaba en televisión leyendo un pasaje de sus memorias. Eran las páginas en las que recordaba a su hermana Karen, a la que estaba muy unido y que en 1975, cuando tenía 18 años, fue raptada, violada y asesinada por un hombre llamado Freddie Glenn y dos cómplices. Kelsey, con 20 años entonces, fue quien identificó el cuerpo y quien tuvo que dar la noticia a su madre.
Cuando su hermana Karen fue asesinada con 18 años él tuvo que avisar a su madre de la desgracia. No tuvo que pasar por el trago de decírselo a su padre, Frank Grammer, porque cuando Kelsey tenía 13 había sido asesinado también
Esa experiencia, atravesar la muerte violenta, prematura e injusta de una hermana a la que se ama con locura, sería suficiente para calificar una vida con un importante componente de tragedia. Pero lo que hace de la biografía de Kelsey Grammer algo extraordinario, en el peor de los sentidos, es que esa desdicha es solo una de las muchas que afectaron a su familia. Algo que, en palabras del actor, llevó a algunos miembros de la misma a pensar que la familia estaba “maldita”. Es también paradójico que, con un historial tan accidentado, él sea uno de los cómicos favoritos de la televisión estadounidense.
Cuando Karen falleció —a los 18 años—, Kelsey tuvo que avisar a su madre de la desgracia. No tuvo que pasar por el trago de decírselo a su padre, Frank Grammer, porque cuando Kelsey tenía 13 años había sido también asesinado.
El padre de Kelsey era músico. Hijo y padre vivieron muy poco tiempo juntos: los padres de Kelsey se divorciaron cuando él tenía dos años y fue criado por su madre y sus abuelos maternos.
El 25 de abril de 1968 un desequilibrado llamado Arthur B. Niles prendió fuego al coche de Frank Grammer. Cuando Frank se dio cuenta y salió de su casa, Niles le disparó dos veces. El asesino era un taxista que ya había intentado quemar dos casas y dos coches y había puesto una bomba en una oficina de correos que no llegó a explotar. Estuvo en prisión por este crimen hasta 1994.
Antes de perder a su padre y a su hermana había perdido a su abuelo, algo que podría parecer más llevadero y habitual si no fuese porque también murió muy joven y, dado que su padre nunca vivió con él, era lo más parecido a una figura paterna que Kelsey había conocido. Pero la lista de desgracias no terminó aquí para la familia y en 1980, cinco años después de la violación y asesinato de Karen, dos de sus hermanos por parte de padre fallecieron ahogados.
Stephen y Billy Grammer estaban practicando buceo en Saint Thomas, la principal de las islas Vírgenes. Billy murió primero y Stephen falleció al tratar de salvarlo. El cuerpo de Billy nunca apareció. En un artículo de la revista People de 1993, la madre de Billy —la segunda esposa de Frank— afirmó, para terminar de sumar intensidad a esta historia, que estaba convencida de que había sido “comido por los tiburones”.
Kelsey Grammer reaccionó a todo este dolor con una vida romántica inestable y prolija (se casó cuatro veces y tiene siete hijos) y una larga historia de adicción al alcohol y a las drogas que lo llevaron a tener problemas legales al ser arrestado por conducir ebrio y por posesión de cocaína en 1988 y en 1990. Grammer llevaba consumiendo marihuana, tranquilizantes y éxtasis desde finales de los setenta y ya había estado en rehabilitación por consumo de cocaína a mediados de los ochenta, un hábito que destrozó su primer matrimonio.
Los infortunios siguieron presentes en su vida durante los noventa: su segunda esposa, Leigh-Anne Csuhany, se intentó suicidar en 1993 y como consecuencia perdió al niño que esperaban. Pero mientras Kelsey lidiaba con sus traumas y veía como su vida se tambaleaba, triunfaba en la televisión como uno de los cómicos más queridos de Estados Unidos gracias al estreno de Frasier en 1993. La telecomedia sobre las aventuras del psiquiatra Frasier Crane, su padre Martin y la terapeuta de este, Daphne, se convirtió en una de las comedias más valoradas de la historia por la crítica televisiva y también la que acumuló más premios Emmy (un total de 37, un récord que rompió Juego de tronos en 2016 al llegar a 38).
El guionista y productor Dan O’Shannon recordaba a Kelsey durante el rodaje de la serie, que comenzó con dudas como una ramificación de un personaje de Cheers y acabó convirtiéndolo en el actor mejor pagado de la televisión (llegó a ganar 1,4 millones de euros por episodio): “Llegaba al estudio, con su vida completamente desordenada y cuando se gritaba ‘¡Acción!’ se convertía en Frasier y se exponía con su diálogo erudito y su tono de voz perfecto. Y cuando gritaban ‘¡Corten!’ se convertía de nuevo en Kelsey: los ojos vidriosos, medio dormido, pasando por lo que sea que estuviese pasando. Es la transformación más sorprendente que jamás he visto”.
Si bien Kelsey fue uno de los actores más queridos de la televisión gracias a Frasier, compañeros suyos como Shelley Long o Christopher Plummer han hablado en muchas ocasiones de su carácter difícil en el rodaje. Basta un detalle para reflejar el divismo que en ocasiones podía mostrar Grammer: durante la grabación de Frasier se llevaba mal hasta con Eddie, el famoso perro de la serie. Le dedicó un párrafo en su biografía publicada en 1995: “Actuar es un trabajo, no una reacción. Lleva años perfeccionarlo y, aunque tiene sus premios, el premio que yo busco no es un perrito caliente”. Que Kelsey puede ser un hombre difícil y aparece a menudo en listas de los más “desagradables” de Hollywood es una realidad, pero es probable que el público perciba que es difícil ser normal cuando has vivido tantas tragedias familiares.
En 2012, Kelsey confesó que tardó 20 años en superar la muerte de su hermana: “Los dos primeros fueron los peores. Después recurrí a las drogas, al alcohol…”. Su adicción a la cocaína, eso sí, reconoció que estaba motivada también por otras cosas. "Por ejemplo, por la sensación de que no me merecía todo lo que tenía. Y, además, me gustaba. No olvidemos eso. Me divertía con ella hasta que se convirtió en algo que no podía controlar”.
¿Qué hace hoy Kelsey Grammer? Está casado con su cuarta esposa, Kayte Walsh, una actriz inglesa de 39 años, 25 menos que él. La pareja tiene tres hijos. En lo profesional trabaja poniendo voz a personajes animados en películas y series. Y, sobre todo, en el teatro. Su última producción es nada menos que Don Quijote de La Mancha, que se ha representado en Londres durante los últimos meses y donde ha interpretado al personaje cervantino.
Una posible continuación de Frasier, algo cada vez más plausible y para lo que hay diferentes guionistas explorando posibilidades, se uniría a otras series legendarias de los años noventa como Murphy Brown, Will & Grace o Roseanne, que conocieron nuevas versiones con diferentes niveles de éxito. Pero para alguien como Kelsey Grammer, que ha sufrido golpes tan duros en su vida, los términos éxito y fracaso pueden ser mucho más laxos y subjetivos que para cualquier otro.
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