Hastío
La división de la izquierda sólo provoca abstención, y la derecha ya está oliendo la sangre
Antoine Griezmann ya es jugador del FC Barcelona. Después de largas semanas de incertidumbres acumuladas, todos están contentos. El Barcelona, porque ha fichado a un jugador extraordinario. El Atleti porque, a cambio de perder a un jugador extraordinario, se ha librado de un funesto dolor de muelas y ha ingresado 120 millones de euros. El propio Griezmann, porque ya tiene equipo, y el único dilema que le queda por delante es optar, o no, al número 7 con el que ya jugó en el Barça otro antiguo ídolo atlético, Arda Turan. A primera vista, parece sólo fútbol, o sólo dinero, pero hay mucho más. Miles de colchoneros, yo la primera, hemos aprendido gracias a Griezmann que el sentimiento opuesto al amor no tiene por qué ser el odio. Gracias a Antoine sabemos que el amor puede desembocar con suma facilidad en hastío, en indiferencia, e incluso en el alivio que supone perder a alguien a quien se ha amado mucho, porque eso es exactamente lo que sentimos al saber que ya no jugará en nuestro equipo. Parece mentira que un jugador a quien hemos aplaudido tanto, ya no nos merezca siquiera el esfuerzo de abuchearle, pero les aseguro que eso es lo que hay, y es más importante de lo que parece. Sánchez e Iglesias deberían meditar seriamente sobre las consecuencias del fichaje de Antoine Griezmann. Porque cuando el hastío, y no el odio, sucede al amor en el sentimiento humano, no existe encuesta capaz de predecir el resultado. Porque no existe mejor ejemplo que el Ayuntamiento de Madrid para demostrar lo que pasa cuando la izquierda se pone tonta. Porque la división de la izquierda sólo provoca abstención, y la derecha ya está oliendo la sangre. Si el 22 de julio no hay en España un Gobierno de izquierdas, el caso Griezmann se va a quedar en nada.
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