Por qué es tan difícil huir del traje de siempre
Introducir audacia en la sastrería (y vivir de ello) es el objetivo de la firma Mans Concept. Hablamos con Jaime Álvarez, su director creativo, con motivo de su desfile en 080 Barcelona Fashion
“¿Por qué a un traje de raya diplomática no le puedes añadir unos cuadros Príncipe de Gales con lentejuelas?”. La pregunta que en el backstage lanza Jaime Álvarez, el fundador de la firma de moda masculina Mans Concept, tiene que ver con el traje que varias horas después llevará en su desfile el modelo Oscar Kindelan, probablemente el español que más kilómetros de pasarela ha recorrido esta temporada entre Londres, París, Milán y Nueva York. “¿Ves?", insiste, aludiendo a la prenda. "Esto resume lo que yo quiero transmitir, porque es clásico, sigue la fórmula de una americana de toda la vida, y también tiene un toque canalla”.
La colección primavera / verano 2020, la cuarta del diseñador sevillano, se presentó el pasado miércoles 26 de junio en la semana de la moda 080 Barcelona Fashion, en el recinto modernista del Hospital de Sant Pau. En las tres ediciones anteriores se llevó el premio al Mejor Diseño Emergente que concede la Generalitat de Catalunya. “Sería un canteo si se lo dan ahora otra vez”, comentan por el frontrow. ¿Hay riesgo de que parezca un amaño? “No es eso. La cosa es que habría que motivar a los demás de alguna manera. Demostrarles que también tienen la posibilidad de ganar”.
Lo cierto es que esos tres triunfos han servido para subrayar, en tiempos de conceptos líquidos, la solidez de una firma con una idea fija: trastocar la sastrería de antaño, pero no a lo loco, sino con soluciones medianamente sensatas desde el patronaje y los tejidos. Es decir, chaquetas con un solo cruce hasta la cintura, solapas más estrechas, cortas y dislocadas, pantalones de popelín plisados a mano y levitas largas con mikado de seda, un tejido muy habitual en los vestidos de novia. “También hemos contextualizado códigos asociados a la mujer, como el guipur, el encaje de chantilly o las plumas de avestruz, para insertarlos en prendas de hombre”, cuenta Álvarez. La colección, que según su creador no resulta femenina, se inspira en la noche de Viena "y en el romanticismo de su ópera”.
Pero, inspiraciones aparte, ¿hay alguien que pueda ponerse algo de esto para salir a la calle? O, por decirlo de otro modo, ¿la gente que hoy viste con sastrería (que suele ser la misma que incluye la ópera entre sus aficiones) llevaría la que hace Mans Concept? “Pues todavía no”, reconoce el director creativo. Lo que ocurre aquí equipara el armario de los españoles con su estrategia tradicional de voto: ante la duda, mejor malo conocido que bueno por conocer. “Y lo entiendo. Yo actuaría igual. Si voy a comprarme un traje cuyo precio no bajará de los 1.000 euros, no voy a un diseñador que no conozco. Aunque lo que me compre sea de peor calidad”. La conclusión la tiene interiorizada: “Ahora vamos a cumplir dos años desde que empezamos la marca (la fundó en 2017). Es pronto todavía, lo sé. Hay que darle tiempo a la gente para que confíe en nosotros”.
Mientras la confianza llega, Jaime Álvarez ya está pensando en desfilar fuera de España y ha pedido cita en dos showrooms de París. Cree que hay posibilidades de éxito. “Cada vez curramos más los acabados en el taller de Madrid. Y la calidad de la materia prima siempre ha sido de nivel. Buscamos lana 100% inglesa, los algodones los traemos de Japón, igual que el popelín, y la camisería es de Sevilla”. Los zapatos para este último desfile, además, son de Christian Louboutin. Concretamente de su colección de invierno 2019. El estilista de Mans Concept, Javier de Juanas, aporta su punto de vista: “Que hayamos colaborado con una firma así le servirá a Jaime para decirles a los de París que oye, mirad quién me ha respaldado. Que lo que yo os propongo va en serio”.
La cuestión no solo es que su marca tenga más o menos posibilidades de avanzar en el país vecino. Lo que ubica a Mans Concept en una posición diferente a muchos de sus compañeros de generación es que su propuesta no se base en zapatillas, riñoneras y chándales, sino en prendas (más o menos reales) que no están diseñadas exclusivamente para veinteañeros a los que el cuerpo todavía no les ha pasado factura. La moda nicho y emergente lleva años cómodamente instalada en la rareza. Y lo insólito ahora es el anti sportswear, el ir a comprar el pan hecho como un galán o el parecerse a esos tipos japoneses que andan por la feria florentina Pitti Uomo como dioses trajeados. Eso sí, sustituyendo Florencia por un sitio normal tipo Albacete. “Lo único es que hay que cambiar un poco el chip… y empezar a atreverse, ¡coño!”.
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