No quizá sí
¿Qué es lo mejor para España: que yo incumpla mi palabra dada a mis votantes y dé estabilidad a mi país, o que yo respete a mis votantes y lleve al país a otras elecciones? ¿Lo mejor para España no sería, entonces, lo peor para la democracia?
El caso Rivera,o lo que está ocurriendo con el partido Ciudadanos, es uno de los más interesantes debates que se pueden dar en una democracia. Ocurrió algo parecido con Pedro Sánchez cuando fue apartado por los barones de la secretaría general de su partido para que el PSOE, preso como Rivera de sus promesas, se abstuviese y propiciase de esa manera el Gobierno de Rajoy. Los dos se enfrentaron a algo excepcional que no sé si sus adversarios, de fuera, pero, sobre todo, de dentro de su partido, supieron medir. Al fin y al cabo, la pregunta esencial es: ¿qué es lo mejor para España, que yo incumpla mi palabra dada a mis votantes y dé estabilidad a mi país, o que yo respete a mis votantes y lleve al país a otras elecciones? ¿Lo mejor para España no sería, entonces, lo peor para la democracia? ¿Va antes la patria?
Obsérvese, como hubo de observarse entonces, que el planteamiento de unas elecciones equivale poco menos que al caos, de lo cual se deduciría que votar en democracia está bien, pero votar mucho la estropea. Pero obsérvese algo más: la decisión que tomó Rivera en su momento, esa de no propiciar de ninguna manera un Gobierno del PSOE, ya no le pertenece a él exclusivamente, sino a más de cuatro millones de personas. Un partido político se presenta a unas elecciones con unos pocos ejes reconocibles que ese partido entiende serán de beneficio para los ciudadanos, y en su momento Cs decidió y anunció que lo peor para los españoles era que los gobernase Pedro Sánchez, y por tanto su partido se comprometía a desalojarlo y en ningún caso a permitir su continuidad; los votantes hicieron suya esa decisión de Rivera.
La estabilidad de España no pasaba en 2016 porque Pedro Sánchez fuera destituido de la secretaría general por no romper la promesa que hizo a sus votantes (“no es no”); la estabilidad de un país pasa generalmente porque los partidos políticos ganen votos comprometiéndose a hacer cosas que luego van a cumplir, sobre todo si son del calado de dar o no Gobiernos de un signo, porque si eso no lo cumplen sus campañas electorales son una estafa. La decisión la tomó Rivera y, al votarlo a él, sus votantes la apoyaron, del mismo modo que en las elecciones municipales decidió que su compañero de juegos sería la extrema derecha antes que el PSOE, y se entiende que los votantes que Cs tuvo en esas elecciones comparten esa idea.
Yo entendí en su momento la decisión de Sánchez de no abstenerse para que Rajoy repitiese mandato, rodeado como estaba ese Gobierno de corrupción, del mismo modo que no entendí la decisión de Ciudadanos, un partido que se pretendía centrista y regenerador, de meterle el cordón sanitario al PSOE para pactar en toda España con Vox y presentarse como un partido de derechas (no ahora, ¿qué “giro”?, sino entonces). Pero con lo que estoy de acuerdo es con lo que hizo Sánchez y lo que está haciendo ahora Rivera; si te abstienes, haber anunciado que te podrías abstener. Con su “no es no” al PSOE, Cs ha tenido cuatro millones de votos, y no sabremos cuántos millones menos o más hubiera conseguido con el “no, quizá”.
Si quiere saber Ciudadanos cuántos de los que votaron ese cordón sanitario al PSOE ahora estarían dispuestos a abrirlo un poco, no debería votarlo la ejecutiva sino sus votantes, o sea, que no le cabe otra que elecciones generales. Salvo que se asuma que el “bien de España”, ese concepto tan atrevido, pase, como se pretendió hacer pasar con Sánchez, por engañar a los votantes.
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