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Grados innovadores, más que una moda

La vocación y la información son dos pilares para elegir una carrera prometedora

Clase de Diseño y Tecnologías Creativas de la Universidad Politécnica de Valencia.
Clase de Diseño y Tecnologías Creativas de la Universidad Politécnica de Valencia.

Noelia Lombardo salió con la segunda promoción del grado en Ingeniería Biomédica de la Universidad Carlos III de Madrid. "Nadie de mi entorno trató de disuadirme, pero sí que provocó, y provoca, sorpresa; el 80% de la gente no dice bien el nombre", comenta sonriendo. Entró con un 13,2 (la nota de corte estaba en 11,5; este curso ha subido a 12,7); hizo sus cuatro años, con dos prácticas (una de ellas en el Instituto de Investigación Scripps de California); trabajó durante un año en Japón, en la teleco NTT Data; volvió a España a cursar un máster en gestión, economía y política de la tecnología. "Sentía que mi perfil era muy técnico y que me estaba perdiendo una parte de la película", aclara. Hace nueve meses echó su currículum en McKinsey, que la fichó como consultora generalista.

A Noelia le "daba vértigo" y a la vez le llamaba la atención la novedad de la titulación. "Tenía las asignaturas que más me gustaban del bachillerato: Matemáticas, Física, Química, Biología", señala. Pero tampoco se lanzó sin más a la piscina. Se informó y tomó su decisión visitando la feria Aula, en Ifema. Investigó sobre perspectivas laborales. "Vi que casi todas las empresas tecnológicas estaban abriendo líneas en temas de salud, así que pensé que necesitarían una ingeniera que supiera del cuerpo humano", recuerda. Además, comprobó que su titulación estaba muy asentada en Estados Unidos, donde un buen número de universidades la ofertaban.

El proceso que esta alumna brillante nacida en Argentina hace ahora 25 años emprendió de manera intuitiva es, en líneas generales, lo que recomiendan los expertos para determinar si una carrera con nombre atractivo tiene realmente futuro y salidas profesionales. "El alumno ha de perderle el miedo a novedades que tengan que ver con la tecnología, la gestión de datos, las industrias creativas, la salud o la sostenibilidad. Todos son enfoques con futuro", afirma Fernando García Muiña, vicerrector de Ordenación Académica de la Universidad Rey Juan Carlos. La URJC presenta cuatro nuevos grados para el curso 2019-2020, tres de ellos novedosos, y todos nadando en estas aguas: Recursos Hídricos, Ingeniería Aeroespacial en Transporte y Aeropuertos, Farmacia, Ingeniería Electrónica Industrial y Automática.

A la hora de ponerlos en marcha, cuentan con verificadores externos que orientan sobre su potencial, según explica García Muiña. También miran que otras universidades o centros de investigación, nacionales e internacionales, estén apostando por esa misma materia. Analizan los recursos disponibles, ofrecen las máximas garantías. Y aun así hay patinazos. La URJC arrancó Igualdad de Género en 2011, que se extinguió en 2014 por falta de matrículas. "Quizás no era el momento oportuno, o habría funcionado mejor como máster", admite el vicerrector, tomándolo como "lección aprendida". A partir de entonces han salido grados en Diseño y Desarrollo de Videojuegos, o en Ingeniería de Robótica, que sí están funcionando bien.

El vicerrector de Estudios, Calidad y Acreditación de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), Eduardo Vendrell, reconoce que hay que poner mucho cuidado en calibrar si una nueva tendencia puede ser atendida por un máster —"más dinámico, especializado y orientado a dar respuesta a nuevas tecnologías"— o tiene detrás un cuerpo de conocimiento lo suficientemente potente como para convertirse en un grado, por definición más estable, menos de coyuntura. "Estamos muy pendientes de cómo evoluciona cada tendencia, mirando siempre de reojo lo que se está haciendo en el resto del mundo", coincide con García Muiña. Después viene el análisis externo, a cargo de una entidad de fuera; entrevistas a universitarios de primer año, a quienes se les pregunta si les hubiera interesado la titulación; consultas con el sector profesional. Solo "damos el OK" con el visto bueno de todas las partes, dice Vendrell.

Novedades bien estudiadas

Es el trabajo previo detrás de las novedades que la UPV ha ido lanzando en los últimos cursos. Biotecnología, Ciencia y Tecnología de los Alimentos, Ciencia de Datos, Ingeniería Agroalimentaria. O Ingeniería de la Energía, en la que la valenciana de 23 años Mari del Río se graduó en 2017. Completó con un máster en Tecnologías Energéticas para el Desarrollo Sostenible. Encontró trabajo en una empresa que pedía ingenieros de la energía "porque sabía que estamos especializados en auditorías y programas de simulación energética"; pero eso no es lo habitual, según lamenta. "Falta más comunicación universidad-empresa sobre nuestra titulación. Lo hemos sufrido, sobre todo, con las prácticas: las instalaciones fotovoltaicas o eólicas, por ejemplo, buscaban industriales, y nosotros nos quedábamos diciendo: 'Si estamos más especializados que ellos, ¿por qué no nos contratáis?", se queja.

Mari quería centrarse en energías renovables y eficiencia energética. Tenía dos posibilidades: irse a un grado más generalista, llámese Industriales, y especializarse a través del máster; o hacerlo desde el principio, con un grado de nuevo cuño, más interdisciplinar y transversal, que fue lo que finalmente acabó haciendo. ¿Cuál sería la mejor opción? Vendrell contesta a esta pregunta con un "depende de" los intereses, vocación y convencimiento del alumno; el tejido empresarial circundante; la propia universidad. Se trata de buscar el balance entre formación general y especialización "en la frontera de las necesidades profesionales", según lo describe. El vicerrector cree que, en un entorno mucho más dinámico y cambiante, veremos grados innovadores que ahora tienen sentido pero que dentro de 10 años habrán caducado. "Hay muchos caminos, más que nunca, para llegar al mismo sitio", apunta.

El experto en gestión universitaria Juan Hernández Armenteros defiende, por principio, la opción del grado generalista y el máster para centrar el tiro. "Las ciencias biomédicas, las de la alimentación, o las ambientales, que ahora encuentran su hueco, profundizan en conocimientos transversales; la ingeniería en desarrollo de videojuegos tiene un soporte informático con una implicación más inmediata... Entiendo su presencia. El nivel social y la capacidad económica demandan nuevos servicios para una mayor calidad de vida. Quizás es la extensión lo que me falla", reflexiona. El hecho de que proliferen "sin mesura" en las universidades, ya que "nadie coordina el sistema, ni hay una planificación general", según expone.

"Cuando salió el grado en Criminología, me pregunté: 'Y esto ¿qué es?'. Para mí, era, claramente, un posgrado para psicólogos, graduados en Derecho, o incluso para médicos que querían ser forenses. Sacar uno o dos grados en Criminología en España vale, pero ¿cuántos tenemos?, ¿en cuántas universidades?... O nos inventamos los crímenes o no sé qué van a hacer esos alumnos", ironiza Hernández Armenteros, que exhorta a los futuros universitarios a diferenciar si lo suyo es vocación real, madura, o mero encandilamiento por una moda pasajera. "Hacer unas Relaciones Internacionales o una Criminología porque están de moda, por una película o porque te gustan las series policíacas puede generar frustraciones", avisa.

Salidas laborales

A la promoción 2013-2017 de Ingeniería de la Energía de la UPV, la de Mari, no le ha ido nada mal. "Aún hay muchos compañeros estudiando, pero otros han encontrado empleo sin hacer el máster, y ya son project managers", destaca. La propia Mari dejó su trabajo en Valencia para entrar en el departamento de Modelos de Predicción y Cobertura de Red Eléctrica de España, en Madrid, con una beca de un año. El barcelonés Àlex Fajas Majó, de 22 años, entró en septiembre de 2014 en Ingeniería Biomédica en la Universidad de Barcelona (UB), con un 13,4 de nota. Se graduó en junio de 2018. Lo contrataron a los dos meses de empezar a mandar currículos. "Mis compañeros que buscaban trabajo han ido encontrando, pero no es nada inmediato ni nadie viene a llamar a tu puerta. Tienes que buscarte tus propias oportunidades", advierte. Él comenzó en enero de 2019 en ­Veeva Systems, una empresa de software en la nube para la industria de las ciencias de la salud. Tiene contrato indefinido.

Àlex se decantó por Ingeniería Biomédica por indecisión, podríamos decir: "No tenía claro si decidirme por la biología y la medicina o por la tecnología y la física. Me interesaban mucho todas estas disciplinas. Hablé con un alumno de Ingeniería Biomédica y me informé sobre el grado en el Saló de l'Ensenyament. Me pareció que combinaba a la perfección todos mis intereses", enfatiza. "Siempre hay profesores que opinan que es mejor cursar una carrera tradicional para tener más opciones y poder especializarse más adelante, pero yo no perdí demasiado tiempo pensando en eso. Es un campo nuevo como grado, pero, profesionalmente, existe desde hace muchísimo", opina. No ha necesitado un máster para incorporarse al mercado laboral. Si hubiera optado por un itinerario más clásico —Biología o Ingeniería—, sí habría tenido que recurrir al posgrado para abrochar o completar su formación.

"Quizás hemos de repensar el título de grado", sugiere Francisco Esteban, vicerrector de Comunicación de la Universidad de Barcelona (UB). Pero manteniendo un equilibrio. "Está bien ser creativos e innovadores... Pero nadie quiere ponerse en manos de un médico que no haya estudiado anatomía", pone de ejemplo. Hay que ser atrevidos, sí, pero sin renunciar a esa capa básica, innegociable, con la que todo universitario ha de salir de un campus. También en materia cultural y humanística. "Cuidado con los bárbaros", alerta, citando a Ortega y Gasset y sus reflexiones sobre los especialistas en un tema que son ignorantes en todo lo demás.

"Creo que lo más importante es salir con habilidades que no se suelen aprender en clase directamente, como la organización del tiempo, la autoexigencia y el autoaprendizaje, la actitud proactiva...", enumera Àlex. Noelia cree que estudiar Ingeniería Biomédica, que combina taller, clase, laboratorio o quirófano, la ha ayudado a adaptarse con rapidez a distintas herramientas, conocimientos, personas, contextos. Ahora se siente como pez en el agua trabajando en un equipo combinado, con expertos en finanzas, matemáticas o derecho, y hablando con clientes. Su formación, "muy flexible", le ha dado la habilidad de entenderse "con gente de dos mundos", como dice ella. "Son grados raros, nicho, muy interdisciplinares, y eso es algo único", asegura.

Vocación... pero con orientación

"Si realmente tienes vocación, ¡a por tu vocación!", anima Carmen Palomino, directora de talento de la Fundación Universidad-Empresa. "Se estás entre A o B, ten en cuenta el factor empleabilidad, pero sin obsesionarte. Si dudas, escoge entre aquellas carreras cuyas áreas de conocimiento te interesen más. Y si te equivocas, ¡no pasa nada!, de todo se aprende", añade. "Los trabajos que hoy conocemos van a cambiar y surgirán otros nuevos que ni imaginamos. Lo de graduarte y no volver a tocar un libro ha muerto; hay que formarse a lo largo de toda la vida", expone.

A la hora de escoger carrera, en la clásica disyuntiva entre vocación y empleabilidad, gana la primera por goleada entre los expertos consultados. "Han de conocer sus fortalezas y debilidades, y no llevarse solo por el pragmatismo", recomienda Fernando García Muiña, vicerrector de Ordenación Académica de la URJC. Tampoco por las modas. "Puede haber quien quiera estudiar criminología por la serie CSI o filosofía por Merlí, y eso es un gran error", advierte el vicerrector de Comunicación de la UB, Francisco Esteban, que lanza un mensaje tranquilizador: "La historia está llena de personas que no estudiaron lo que querían y triunfaron. El conocimiento superior tiene algo que engancha; la mejor carrera es la universitaria".

Vocación, sí, pero con orientación, que es el "fallo fundamental del sistema", según matiza Hernández Armenteros. Un joven que entra en una carrera porque le gusta su aplicación práctica, sin tener en cuenta que los primeros años son más teóricos, con un grado de abstracción más elevado, puede bloquearse. Y no hay un departamento de orientación académica en ninguna universidad pública que pueda acogerlo, acompañarlo, reconducirlo. ¿Se ha leído el plan de estudios? ¿Qué esperaba de esa titulación? ¿Cree que podrá terminarla? ¿No sería mejor que se matriculara en otra más acorde con sus fortalezas y debilidades? Pero no hay nadie que le haga esa llamada cuando pasa el primer trimestre y el estudiante en cuestión no se ha evaluado de nada. Al curso siguiente repetirá o cambiará de grado en espera de mejor suerte, creando "ineficiencia y frustración", lamenta. Una vocación realista, con una buena orientación detrás, "reduciría la tasa de abandono y acortaría la permanencia en una titulación inadecuada", remacha.

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