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Columna
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A Sánchez no le harán una huelga general

Los sindicatos tienen la oportunidad de volver a demostrar que son necesarios

Teodoro León Gross
Los secretarios generales de CC OO y UGT, Unai Sordo y Pepe Álvarez, encabezan la manifestación central del Primero de Mayo en Madrid.
Los secretarios generales de CC OO y UGT, Unai Sordo y Pepe Álvarez, encabezan la manifestación central del Primero de Mayo en Madrid. Fernando Alvarado (EFE)

Los sindicatos no le harán una huelga general a Sánchez. Quizá no por falta de ganas, pero seguro por falta de fuerzas. Bueno, quizá también por falta de ganas. Es toda una novedad: sería el primer presidente, salvo (casi) Calvo Sotelo —el 23-F generó una pero antes de la investidura— sin su huelga general. A Rajoy lo estrenaron con dos en 2012, ya decadentes. A Aznar le hicieron una en 2002 por la reforma del subsidio de desempleo, y en 2003 otra por los efectos socioeconómicos de la guerra de Irak, una coartada para sumarse al ‘No a la guerra’, sin Comisiones oficialmente. A Felipe González cuatro por las reformas laborales, pensiones y el subsidio. E incluso al zapaterismo terminal en septiembre de 2010, tras las medidas de ajuste. Pero los sindicatos ya no tienen músculo. Abusar de huelgas políticas fue, por cierto, uno de sus errores históricos. Los viejos lobos no es que tengan piel de cordero, sino que se les oye balar. Y el problema no es que ya no asusten —lo cual quizá sea un progreso— sino la pérdida de autoridad… moral.

Con el 1 de mayo sucede como con el 15 de agosto, Día de la Asunción: uno sabe que es festivo pero ya no recuerda bien por qué, o no importa demasiado. A primera hora de esta mañana, apenas un diario, entre impresos y digitales, se ocupaba abiertamente del tema en la portada. Los sindicatos —ellos, no la sociedad— han ido estrangulando su proyección hasta bordear la irrelevancia. Hoy marchan, sin demasiado entusiasmo, con el lema Primero las personas, que lo mismo podría ser de Hazte Oír o la Fundación Padre Vinjoy. Pero al menos salirse del carril del politiqueo (el último error mayúsculo fue que el líder de UGT se uniera a la milonga inexistente del derecho a decidir, enfatizando el tacticismo político y el alejamiento de la realidad) es el primer hito para recuperar su sitio, su representatividad. Y el momento resulta paradójico porque probablemente las elecciones del domingo muestran que la agenda sociolaboral es determinante para la ciudadanía española. De la desigualdad a la precariedad; de los mierdijobs a la inteligencia artificial que va a reemplazar a muchos trabajadores.

Hubo un tiempo en que UGT y CC OO eran como PSOE y PP; marcas necesarias para el sistema, sus equilibrios y sus polos de poder. Incluso Aznar los incluyó en las grandes liturgias. Pero, sobre todo desde 2008, se desinflan y han perdido casi medio millón de afiliados. Otros sindicatos menores, y también movimientos sociales, les ganan terreno. El Gobierno, con o sin centrales, habrá de entrar en la reforma laboral —donde sus promesas están en cuarentena— y el nuevo Estatuto de los Trabajadores. Y el marco de la concertación social. Una vez eliminado el bloqueo de la Mesa del Congreso o la mayoría absoluta del PP en el Senado, no hay coartadas. No pocos compromisos, desde la anterior legislatura frustrada, están pendientes de actualizar, desprovistos de la demagogia propia de la oposición, y aplicar por fin. Sánchez no debería tener la convicción de que a él no le harán una huelga general… si no cumple. Pero los sindicatos deberán asumir una regla básica: uno sólo es necesario cuando es útil. Y tienen una oportunidad. Sólo si demuestran ser útiles, volverán a ser necesarios.

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Sobre la firma

Teodoro León Gross
Málaga, 1966. Columnista en El País desde 2017, también Joly, antes El Mundo y Vocento; comentarista en Cadena SER; director de Mesa de Análisis en Canal Sur. Profesor Titular de Comunicación (UMA), licenciado en Filología, doctor en Periodismo. Libros como El artículo de opinión o El periodismo débil... Investigador en el sistema de medios.

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