Apelando a lo emocional
Basta echar un vistazo a la imaginería de campaña de los grandes partidos, plagada de corazones, para darse cuenta de a qué parte de nuestra naturaleza dirigirán sus programas y discursos. Y es que apelar a lo emocional hace que el mensaje se salte cualquier filtro intelectivo. Se dieron cuenta hacia finales del XVIII los románticos: Goethe nos convenció de que recurrir a un pacto con el demonio para obtener poder no implica necesariamente ser malvado (esto, mirando a Andalucía, me suena), y nuestro más tardío y patrio Zorrilla transformó a un violento misógino, xenófobo y asesino impenitente —véanse las versiones de Tirso y del olvidado Zamora— en la máxima expresión del héroe español (esto también me suena). Y es que las que tomamos con el corazón suelen ser malas decisiones. Lo que España necesita, dado el complejo escenario actual, es un debate de ideas, no de sentimientos; cabeza en lugar de corazón. Pero hablamos de gente que aspira a gobernar. “¡Que les corten la cabeza!”, gritaba la Reina de Corazones ideada por Carroll.
David Barbas García. Pamplona
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