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Columna
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Más ciudades contra la España vacía

Una España con una decena de áreas metropolitanas exitosas sería un país más igualitario territorialmente, y más sostenible políticamente

José Fernández-Albertos
Sarnago, pueblo deshabitado de Soria en la sierra de Alcarama.
Sarnago, pueblo deshabitado de Soria en la sierra de Alcarama. Basilio Sainz

La concentración de la actividad económica en unas pocas grandes ciudades no es fenómeno únicamente español. Tenemos buenos argumentos para explicar por qué unas pocas ciudades crecen y el resto del país se vacía. En la economía del conocimiento, los trabajadores más cualificados son más valiosos no cuando son más escasos, sino cuando están rodeados de otros trabajadores cualificados, lo que hace que los salarios y las oportunidades laborales se concentren en unos pocos lugares donde estos trabajadores interactúan. Desde el punto de vista de estos individuos, tiene todo el sentido del mundo dirigirse hacia estos nodos de actividad económica, especialmente en un mundo en el que las carreras laborales y las ocupaciones son más inestables y el estar cerca de las nuevas oportunidades es aún más importante.

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¿Es esto algo necesariamente malo? Las ciudades nos permiten entrar en contacto con más individuos e ideas, ser más productivos y explotar muchas economías de escala en la provisión de bienes públicos (¿imaginan cómo de costoso sería recoger la basura a seis millones de madrileños si vivieran dispersos por toda la meseta?). Pero la concentración de la actividad económica en muy pocos sitios tiene también evidentes costes sociales y económicos. Genera desigualdad de oportunidades en función del lugar de nacimiento, provoca problemas de congestión y es políticamente explosiva.

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En todo caso, la realidad es que no sabemos muy bien cómo frenar o contener estos procesos. Podemos mejorar los servicios públicos en las zonas rurales, concederles privilegios fiscales o mejorar sus infraestructuras. Pero estas soluciones no atacan la raíz de los problemas, pues la razón por la cual los jóvenes se van de estos lugares no son los altos impuestos o las malas escuelas, sino las complementariedades y oportunidades de las que hablábamos más arriba, algo que más AVE y autovías tampoco van a lograr corregir.

Un camino más prometedor es replicar en más lugares las condiciones que permiten a Madrid y Barcelona crecer. Inevitablemente, ello implica apostar por entornos urbanos. Tenemos ciudades internacionalmente atractivas, con buenos servicios públicos, y España es demasiado grande y diversa como para que el dinamismo, la innovación y las oportunidades se concentren en dos de ellas. Una España con una decena de áreas metropolitanas exitosas sería un país más igualitario territorialmente y más sostenible políticamente.

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