Migración y privilegios
La mezcla es una riqueza genética, cultural y demográfica, pero también plantea muchos problemas de entendimiento, convivencia y gestión de los recursos
Vivimos en un mundo injusto y desequilibrado. La mayoría del dinero y los recursos se acumulan en manos de unos pocos. La mayoría de los humanos viven con grandes carencias. El dinero se genera en un tipo de economía de crecimiento ilimitado explotando los recursos naturales a un ritmo muy superior a su capacidad de regeneración. Esto nos muestra una mirada amplia de nuestro presente.
Una mirada estrecha nos señala que a una parte de los humanos nos va razonablemente bien si hemos tenido la suerte de nacer en determinadas zonas del planeta, la zona de privilegios. Y que una parte considerable de quienes han nacido en otros lugares quieren desplazarse también a estas zonas, a las que también ellos perciben como zonas de privilegio.
Pero esto nos provoca dos tipos de emociones: miedo a perder nuestros privilegios o culpa por estarlos disfrutando.
¿Qué hacen entonces nuestros políticos? Contar a sus electores lo que quieren oír y asegurarse el voto.
Quienes se nutren del miedo prometen la construcción de muros, vallas, o leyes infranqueables que nos blinden del asedio. Quienes se nutren de la culpa prometen un mundo libre de fronteras y restricciones que permitirá que todos nos fundamos en un gran abrazo solidario y amoroso. Ni los unos ni los otros pueden cumplir sus promesas.
La inmigración es un fenómeno complejo: Ni es sinónimo de delincuentes y fundamentalistas amenazando los pilares de nuestra cultura ni una fiesta de alegría, amor y mestizaje permanentes. La mezcla es una riqueza genética, cultural y demográfica, pero también plantea muchos problemas de entendimiento, convivencia y gestión de los recursos. Esto puede verlo cualquier con algo de experiencia y sentido común. Pero además la situación de desequilibrio en nuestro planeta la hace inevitable.
A nuestros políticos corresponde a corto plazo proponer medidas que combinen la imprescindible solidaridad, con la capacidad real de integración de los que vienen a nuestras sociedades como ciudadanos de plenos derechos y responsabilidades. Y a largo plazo ir dando los pasos para proponer modelos económicos alternativos que no basen el bienestar de unos en las carencias de todos los demás y en último término la destrucción de todos, planeta incluido.
Esta tribuna es una colaboración de un lector en el marco de la campaña ¿Y tú qué piensas?. EL PAÍS anima a sus lectores a participar en el debate. Algunas tribunas serán seleccionadas por el Defensor del Lector para su publicación.
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