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Vivir en tiempos de Boko Haram Cientos de miles de personas empleadas en la agricultura, el transporte, la pesca y la cría de ganado se han visto afectadas tras la llegada del terrorismo en esta región de Camerún, sobre todo los jóvenes Vendedora de bil bil -cerveza local de mijo- en el mercado de Gossi, en los montes Mandara, en el Extremo Norte de Camerún. Antes aquí se concentraban una 5.000 personas, desde que llegó Boko Haram a la zona no se reúnen más de 50. Otro de los escasos puestos del mercado de Gossi, una parrilla en la que se asan algunos trozos de cabra. Muy lejos están los años de bonanza de esta zona. Casas rodeadas de campos de mijo en los montes Madara durante la estación de lluvias. Walla Ngoya, Ndjiga Hivi y Ngargoua Silwa, hacen un alto en su trabajo en el campo. Estos meses tienen la ayuda de sus maridos que han regresado de las grandes ciudades del sur, pero el resto del año están solas y temen por su seguridad.
Idrissou Hamawa, lawan (jefe de pueblo) de Wandaï se lamenta de que el Gobierno camerunés y los organismos internacionales han abandonado a los desplazados internos que viven gracias a la caridad de amigos y familiares.
Algunos de los jóvenes que han regresado de Yaundé y Duala para ayudar a sus familias en las tareas agrícolas. Ellos son envidiados por otros que no tienen el dinero para emprender el viaje. Sarki Haman, lawan de Ldamang, explica lo difícil y caro que resulta conseguir el carné de identidad que tanto ansían los jóvenes para escapar de la falta de oportunidades que viven en los montes Madara. Uno de los afortunados jóvenes que conduce un moto taxi en el centro del pueblo de Barek esperando a posibles clientes. Desea reunir pronto el dinero necesario para emprender el viaje hacia el sur en busca de nuevas oportunidades.
Jóvenes que trabajan en un asador de carne con la esperanza de poder ahorrar y salir de los montes Madara para buscar trabajo en Yaundé o Duala.
Robert Guideke, pastor baptista, y Yohana Ldouedel, catequista católico, en la iglesia católica de Ndrock. Los dos unen fuerzas en la búsqueda de iniciativas que ayuden a los jóvenes a quedarse en el pueblo. Medouque Azagoua, en el centro, rodeado de sus asitentes: Baldena Azagoua y Bava Warda. Son los últimos tres bi (hacedores de lluvia) de Ndrock. Se lamentan que el éxodo de jóvenes les privará de sucesores y será el fin de su cultura y religión.
Martine Dalika, única mujer en el Comité de Desarrollo de Tourou, un organismo que intenta atraer proyectos a la zona para paliar la situación sin conseguirlo hasta el momento. Se lamenta que desde el cierre de la frontera con Nigeria en los montes Madara ha aumentado la mortalidad infantil y materna.