Caza es muerte
En Villalba de los Alcores, Valladolid, un niño de 13 años participaba en una cacería. Ahora el menor está muerto con un proyectil alojado en su cabeza. ¿Qué hace un chaval de esa edad entre armas y tiros? Dicen que fue un “disparo fortuito”. Un disparo nunca es fortuito si alguien apoya su dedo en el gatillo y aprieta. El fin de la caza es matar y el motivo es el placer de hacerlo. Siguiendo las estadísticas, el próximo muerto humano por arma de fuego vendrá muy pronto. Entonces, los legisladores volverán a hablar de “fatalidad”, mostrarán su consternación los implicados —que seguirán cazando— y sus condolencias, aunque lo continuarán permitiendo.
Julio Ortega Fraile. Barcelona
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