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La estrella española de la música clásica que tuvo que aprender a tocar de nuevo tras un ictus

El clavecinista Yago Mahúgo sufrió una embolia en un momento clave de su carrera. Tras una recuperación asombrosa, se ha consolidado como figura musical y ahora actúa en The London Music N1ghts

“Cuando desperté todo era nuevo para mí. Tenía muy poco control sobre mi motricidad final, lo cual para un concertista es absolutamente desesperanzador”, confiesa el músico.
“Cuando desperté todo era nuevo para mí. Tenía muy poco control sobre mi motricidad final, lo cual para un concertista es absolutamente desesperanzador”, confiesa el músico.Mandrágora.pro
Carlos Primo

“Nunca sabes dónde vas a estar mañana. Un día estaba perfectamente y al siguiente me pasé ocho días en coma. Es normal que algo así te cambie la vida”. El clavecinista Yago Mahúgo (Madrid, 1976) recuerda así el momento en que sus prioridades cambiaron para siempre y en que su trayectoria ascendente como intérprete de música antigua estuvo a punto de truncarse tras sufrir un ictus. “Cuando desperté todo era nuevo para mí”, recuerda. “Tuve que aprender a vivir de nuevo. Tuve que aprender incluso a atarme los cordones de los zapatos, así que no digamos lo que me costó volver a aprender a tocar el clave. Tenía muy poco control sobre mi motricidad fina, lo cual para un concertista es absolutamente desesperanzador”. Sin embargo, su proceso de recuperación, en 2013, fue más rápido y más efectivo de lo que todos pensaban. Hoy, cinco años después de su convalecencia, Mahúgo es una estrella indiscutida en el panorama de la música clásica española, da concierto tras concierto y no duda en compartir su experiencia con el público y los medios.

El próximo lunes 8 de octubre Yago Mahúgo actúa en el Café Comercial de Madrid en el concierto inaugural de The London Music N1ghts, un ciclo organizado por The London N.º1 y La Fonoteca que aspira a devolver cercanía a la música clásica, lejos de auditorios y teatros. Mahúgo abordará un repertorio que conoce bien –el siglo XVIII francés, italiano y español– en un instrumento en el que hoy por hoy no tiene rival: el clave.

“Tuve que aprender a vivir de nuevo. Tuve que aprender incluso a atarme los cordones de los zapatos, así que no digamos lo que me costó volver a aprender a tocar el clave"

No son muchos los intérpretes que se atreven a ponerse delante de este refinado instrumento de teclado que reinó sin competencia en la música europea hasta la popularización del piano, a principios del siglo XIX. “Realmente lo descubrí por casualidad, como las mejores cosas de la vida”, explica ahora. “Yo era un estudiante más de piano en la Hochshule de Friburgo y una de las asignaturas que tenía era 'Instrumentos históricos de tecla'. Allí me quedé tan prendado de lo bien que sonaba la música en los instrumentos originales que decidí estudiar clave y fortepiano con el gran clavecinista Robert Hill. A partir de ese momento supe que quería centrarme en la música histórica”.

El clave no es un instrumento fácil. Exige precisión y un manejo estricto del ritmo y los tiempos. A diferencia del piano, con mayor resonancia, sus notas se extinguen apenas pulsadas, así que cada pequeña variación en el tempo o cada nota equivocada cuenta. Su sonido levemente metálico sugiere un equilibrio entre melancolía y matemáticas. De ahí que varios de los músicos que se han enfrentado a este instrumento en el siglo XX tengan fama de superhombres. Por ejemplo, Gustav Leonhardt, el intérprete que puso de moda este tipo de interpretaciones historicistas, un hombre enormemente disciplinado que estuvo ofreciendo conciertos impecables hasta pasados los ochenta. O el malogrado Scott Ross, que falleció en 1989 tras haber grabado las 555 sonatas completas de Scarlatti en una interpretación que sigue siendo la más famosa del repertorio.

“Nunca sabes dónde vas a estar mañana. Un día estaba perfectamente y al siguiente me pasé ocho días en coma"

Mahúgo, curiosamente, ha alcanzado el éxito con un repertorio mucho menos popular que Bach o Scarlatti. Antes de su convalecencia había grabado su primer álbum, dedicado a la obra para clave de un desconocido compositor francés, Joseph-Nicolas-Pancrace Royer. Y cuando estaba en el hospital recibió noticias sorprendentes: su grabación, editada por la discográfica Brilliant Classics, estaba recibiendo críticas extraordinariamente positivas en todo el mundo.

De forma paradójica, el cénit de su trayectoria llegaba en el mismo momento en que todo amenazaba con truncarse para siempre. “Las excelentes críticas me animaron aún más a esforzarme en mi recuperación”, cuenta. Desde luego, no exagera: su grabación de Royer fue reconocida como una de las más importantes de 2013 por medios como EL PAÍS, El Mundo, Scherzo o Melómano. Y el esfuerzo dio resultado. Cuatro meses después de caer enfermo, volvía al escenario tras arduas semanas de ensayos y reeducación.

“Las excelentes críticas me animaron aún más a esforzarme en mi recuperación”, afirma Mahúgo.
“Las excelentes críticas me animaron aún más a esforzarme en mi recuperación”, afirma Mahúgo.

“Cuando uno está en una situación tan límite descubre una fuerza interior que desconocía”, afirma Mahúgo. “Comienzas a apreciar el verdadero sentido de la vida y los pequeños detalles del día a día que habitualmente pasamos por alto inmersos en nuestro ritmo de vida frenético. Por suerte o por desgracia soy una persona muy perseverante y metódica y la recuperación fue un reto personal. No podía ni plantearme el dejar de tener una vida normalizada. Supongo que gracias a eso los médicos vieron que era posible la recuperación… y aquí estamos”.

“No sé en qué forma ayuda la música tras una enfermedad, pero he ganado en intuición”, explicaba el pasado verano en una charla en los Cursos de Verano del Escorial. Desde su recuperación meteórica, que le ha llevado a dar charlas compartiendo su experiencia en congresos médicos especializados, Mahúgo ha afianzado su trayectoria. Casi todos los años tiene giras en Estados Unidos y América Latina, y su agenda está repleta de compromisos tanto dentro como fuera de España. Su grabación más reciente acaba de cosechar la máxima puntuación en todas las categorías en la publicación alemana Klassik Heute. Y eso que el compositor al que está dedicada, el francés Armand–Louis Couperin, tampoco es un nombre excesivamente popular.

Un ejemplo del trepidante estilo de Yago Mahúgo.

Por supuesto, dedicarse a un repertorio poco frecuentado tiene dificultades añadidas. Por ejemplo, desenterrar literalmente partituras olvidadas en bibliotecas y archivos de todo el mundo. De ahí que los grandes intérpretes de música histórica sean también grandes investigadores. “Realmente, la mejor manera de saber lo que el compositor quería exactamente es acudir a los textos originales y no siempre es fácil”, afirma Mahúgo.

“Las versiones revisadas edulcoran mucho el texto original y acudiendo a los manuscritos uno siempre puede encontrar la esencia verdadera de la obra. Si uno quiere ser fiel al compositor no queda más remedio que investigar”. De ahí que su tiempo se divida entre el conservatorio (donde imparte enseñanza), la sala de ensayos y la biblioteca. ¿No le tienta de vez en cuando probar un repertorio más popular y que, por decirlo de alguna manera, no haya que exhumar? “Me interesa interpretar buena música y darla a conocer”, responde. “Por supuesto, me encanta Bach, y me encantaría grabar una versión de las variaciones Goldberg, pero ¿puedo decir yo algo que no se haya dicho ya sobre unas variaciones Goldberg? ¿Por qué pelearme con ellas si hay música más interesante para el público que una enésima grabación de las mismas piezas? Cuando me planteo un disco, me lo planteo desde esa perspectiva”.

Confiesa Mahúgo que, desde su enfermedad, también su actitud ante la vida ha cambiado. “Todavía no se sabe por qué me dio el ictus, pero quizás tuvo que ver el estrés, así que me tomo la vida de otra manera. Quizás dé menos conciertos de los que podría dar, pero no quiero tomarme la vida con estrés. Si hoy puedo tocar, lo hago. Hay que disfrutar el momento”.

En efecto, Mahúgo ha descubierto que la vida es como el clave: un manejo exquisito de los tiempos.

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Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM

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