La concursante de ‘OT’ que fue citada como ejemplo en el Congreso levanta la voz
Marina Jade, de 20 años, habla de su célebre beso, de la terapia que sigue desde los diez años y de los miedos que expone en su primera canción
Marina Jade no se comporta como alguien que ha hecho historia. Ella no fue la primera concursante de Operación Triunfo (OT) en besar a su novio ante las cámaras, pero sí la primera cuya pareja es transgénero. Un hito que jamás había ocurrido antes en la televisión pública de nuestro país y que acabó en el Congreso de los Diputados. Marta Sorlí (Compromís) sujetó en su mano una foto del momento durante el debate de la proposición de ley para que las personas transgénero no tuvieran que declararse enfermos (disforia de género) para solicitar su reasignación y que también incluía a los menores de edad. “Señorías del Partido Popular, la realidad les pasa por delante y ya no pueden frenar más la diversidad. [Operación Triunfo] le dio un baño de realidad al gobierno central con el beso de Marina y su pareja. No sé qué ven aquí, supongo que imperios extraños y desviaciones. Yo veo amor, tolerancia, respeto. Veo personas que quieren vivir en libertad. Veo personas valientes que durante mucho tiempo han estado silenciadas”, declaró Sorlí.
Desde su primera edición en 2001, OT ha sido muchas cosas (entre ellas, una plataforma para la exaltación patriótica: del “¡gracias España!” del padre de Bustamante al “¡que te den por culo, Europa!” de Nuria Fergó tras la derrota en Eurovisión), pero hasta el año pasado el programa no se había asimilado a la narrativa política de forma tan explícita.
“Hay cosas que soy incapaz de decir aún, hay cosas que solo sabe mi novio. Te estoy hablando de enfermedades mentales"
El regalo de Alfred a Amaia (el libro España de mierda, de Albert Pla), las reflexiones feministas de Amaia o Roi, o la pulsera del arcoíris de Marina en la gala 0 despertaron una conversación y sensibilización entre público de todas las edades que, por momentos, desviaron la atención respecto a la música. “Me levanté en el hotel por la mañana y vi que el beso era noticia, me saltó a la cara por todos lados”, recuerda Marina (Málaga, 1998), que fue expulsada en aquel mismo quinto programa de la edición. “Yo no lo entendía, porque eso no es activismo, sino un símbolo de libertad. Creo que el activismo es algo radical que haces sabiendo que va a joder a los grandes”, reflexiona. Esa misma naturalidad es quizá lo que convirtió al beso en cuestión en algo conmovedoramente subversivo.
“Me han llegado a preguntar si fue premeditado. Entiendo que es algo necesario de lo que hay que hablar, pero meses después estaba en una gala de premios de música y a todos mis compañeros les preguntaron por su carrera excepto a mí, que me preguntaron por el beso”, lamenta Marina. En aquel momento, la cantante se dio cuenta de que visibilizar su causa pasaba por invisibilizar su carrera musical. Quizá por eso ha tardado un año en lanzar su primer single, Drinking like I'm sober (Bebiendo como si estuviera sobria), compuesto por ella misma, Ruth Lorenzo y el productor sueco Chris Wahle, y cantado en inglés. Lorenzo le recomendó a Marina que escribiese la letra sobre su estado de ánimo, pero ella prefirió enfrentarse a él. En dos días la tuvo lista.
“En Drinking like I'm sober le hablo a mi parte negativa, a la parte de mí misma que me machaca haga lo que haga y diga lo que diga. La canción dice 'sí, lo estoy haciendo mal, pero ¿y qué? No necesito que me machaques más, yo voy a seguir sintiéndome como una mierda pero se acabó, ya está”, explica.
Marina, que lleva en tratamiento psicológico desde los 10 años (tiene 20), habló abiertamente en la academia de OT sobre sus problemas de ansiedad y autoestima al igual que otros compañeros como Alfred o Aitana. De momento, todavía no se siente fuerte para compartir todos sus monstruos así que prefiere canalizarlos a través de su álter ego musical Marina Jade (el apellido artístico hace referencia al segundo nombre de Amy Jade Winehouse): “Hay cosas que soy incapaz de decir aún, hay cosas que solo sabe mi equipo desde hace nada porque tenía que saberlo, o cosas que solo sabe mi novio. Te estoy hablando de enfermedades mentales. Es muy difícil exponer algo así. Prefiero que estén conmigo. Me encantaría tener la fuerza para poder hablar sobre ellas y sobre lo que me ha pasado para ser una ayuda. Pero ahora mismo no lo soy”, concluye.
Marina teme que confesar en público sus enfermedades mentales recibiría tanto apoyo como ataques y burlas: “No me hace falta que la gente me haga daño, ya me lo hago yo sola”
Su fama brusca y su “adicción tóxica” a poner su nombre en el buscador de Twitter le siguen dando lecciones (la más importante, que si alguien habla de ti sin mencionarte directamente no es para decir cosas bonitas) y Marina teme que confesar en público sus enfermedades mentales recibiría tanto apoyo como ataques y burlas: “No me hace falta que la gente me haga daño, ya me lo hago yo sola”. Durante su recién terminada adolescencia en Montequinto (Sevilla), Marina pasaba todo su tiempo libre en el conservatorio (cinco horas diarias) y en su casa, el lugar donde se siente más cómoda. Pero ahora se ha mudado a Madrid y tiene una carrera musical que sacar adelante, lo cual incluye construir unas habilidades sociales que nunca ha tenido que utilizar.
Para eso tiene a un equipo creativo apoyándola, que la aconseja sobre qué publicar en redes sociales y qué no, gestiona su carrera y diseña su nueva estética (lo que los millennials llaman branding). Porque a los 20 años, Marina está chapada a la antigua. “Yo soy muy 2012. La música que me gusta es Paramore, así que en la grabación del videoclip me decían: 'Marina no, porque ese concepto la gente que era muy pequeña en 2012 no lo va a entender, hay que amoldarlo a 2018'. Y llegó un punto en el que dije: 'Bueno, hacedlo todo vosotros y yo me pongo ahí, pero quiero bombas de humo'. La chica de la tienda me dijo que prendiese la llama y saldría humo, pero en ningún momento esa muchacha me dijo que iba a salir fuego. Yo estaba en un bosque con un vestido de gasa, un velo de novia, flores de plástico y luces de led. Podía haber acabado como una falla”, recuerda.
Ahora Marina Jade ha dejado de buscarse en Twitter, defiende a las chicas que no son feministas porque también las considera sus compañeras (“si no están deconstruidas es por la educación heteropatriarcal, pero si las atacamos por ello no van a querer escuchar”) y está dispuesta a demostrar que las revoluciones más efectivas son las que se hacen bailando.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.