Los dados están cargados
Por término medio, los europeos calculan que la proporción de extranjeros en sus países es alrededor de un 10% superior a la real
La fecha parece aún lejana, pero todo está preparado para que el elemento decisivo de las elecciones europeas de los días 23 y 26 de mayo de 2019 sea la cuestión de los migrantes. Es una combinación de factores: el estado de opinión, la actualidad y los partidos en liza. Y existe un fuerte temor a que, en ese sentido, los dados estén cargados. En efecto, como muestran tanto una encuesta reciente del Eurobarómetro como los datos de Eurostat, en la mayoría de los países europeos, los electores atribuyen una proporción excesiva a los migrantes dentro de la población; y, si no se hace pedagogía de la verdad, aunque sea poco electoralista, ese fantasma puede ser el elemento que decida el destino de los europeos.
No debe sorprender que Italia sea el país en el que existe más diferencia entre la percepción de la gente y los datos objetivos. Los italianos encuestados imaginan que los inmigrantes constituyen la cuarta parte de la población, cuando, en realidad, el año pasado no ascendía más que al 7%, aproximadamente. Es decir, tres veces menos. Es indudable que, ante la llegada de inmigrantes a sus costas, Italia ha tenido que gestionar la situación de emergencia sin ayuda de Europa. Esta situación hizo que los migrantes fueran el tema principal de las elecciones legislativas, en las que venció una alianza populista cuyo mascarón de proa es el ministro del Interior actual, Matteo Salvini, dirigente de la Liga, que ha hecho de la política antiinmigración su caballo de batalla.
Por término medio, los europeos calculan que la proporción de extranjeros en sus países es alrededor de un 10% superior a la real. La inmigración se ha convertido en la principal preocupación de los europeos, por delante del terrorismo (Eurobarómetro de primavera, publicado en junio). En Suiza, a dos tercios de las personas preguntadas les preocupa que la prosperidad del país decaiga por la entrada de un número excesivo de refugiados. Y más inquietante aún es que un número significativo de jóvenes entre 16 y 25 años lo considera una preocupación fundamental, mientras que, hace ocho años, la proporción era mucho menor (sondeo gfs.bern).
Las recientes elecciones en Austria y Suecia y las próximas regionales de Baviera demuestran que el tema de la inmigración tiene repercusiones electorales.
Como consecuencia, los partidos populistas antieuropeos utilizan esa tecla sensible y acentúan todavía más ese sentimiento de la población cuando hablan de invasión, inmersión e incluso “gran sustitución”, una teoría de la conspiración nacida de la novela El campamento de los santos, del escritor Jean Raspail, que se ha convertido en la biblia de la ultraderecha.
Mientras tanto, los Gobiernos europeos son incapaces de encontrar un atisbo de acuerdo sobre los migrantes. La idea del reparto equitativo de los demandantes de asilo está en retroceso.
Después de Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia, ahora Italia, Austria e incluso la generosa Alemania han adoptado posturas más hostiles o restrictivas sobre la acogida de refugiados. Hace poco, la Secretaría de Migraciones suiza anunció su voluntad de revisar las condiciones de admisión de 3.200 eritreos, el primer contingente de demandantes de asilo llegados al país el año pasado.
El pasado 30 de agosto, la UE no logró poner en marcha una misión de auxilio en el Mediterráneo pese a la sucesión de naufragios y desaparecidos en el mar. El 20 de septiembre, la cumbre informal de los jefes de Estado y de Gobierno en Salzburgo, Austria, se inclinaba, sin ilusión alguna, hacia “la lucha contra la inmigración ilegal”.
Es posible que el bando de los proeuropeos haga campaña a propósito de otras cuestiones cruciales para el Viejo Continente, como la seguridad, la defensa del libre comercio, la armonización fiscal, la inversión en la economía digital, la Europa social y medioambiental o el bloqueo a la vuelta de la crisis financiera de 2008, contenida pero no resuelta. Pero ese bando, el de los eurocentristas de centro y de izquierdas, ha caído ya en la trampa del duelo con los populistas, que han logrado llevárselos a su terreno. La solidaridad europea, que es la principal fuerza de esta Unión Euroepa y que ya quedó maltrecha por la “crisis migratoria” de 2015, podría destruirse un poco más justo cuando llaman a la puerta otros peligros que no se limitan a la inmigración.
Olivier Bot es redactor jefe adjunto de la Tribune de Genève
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.