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Tribuna
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¿Es eficaz el terrorismo?

La oportunidad del extremismo violento parece haberse cerrado de forma definitiva

Flores en recuerdo de las víctimas del atentado terrorista en La Rambla de Barcelona.
Flores en recuerdo de las víctimas del atentado terrorista en La Rambla de Barcelona. Massimiliano Minocri

Ya ha pasado casi un año desde los atentados de Barcelona y Cambrils en los que murieron 16 personas y resultaron heridas otras 151. Un año después del ataque más cruento cometido en España desde los ataques terroristas del 11 de marzo de 2004, cabe reflexionar sobre nuestra resiliencia como sociedad para recuperarnos de situaciones adversas y preguntarnos sobre la efectividad del terrorismo para conseguir cambios políticos.

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El terrorismo, históricamente, no logra los objetivos estratégicos que se propone. La excepción más notable a esta regla son grupos como el FLN argelino, el EOKA chipriota o el Irgún israelí, que consiguieron la independencia de sus naciones en el contexto de la descolonización. Pero ni los anarquistas del siglo XIX consiguieron eliminar la autoridad del Estado, ni los grupos etnonacionalistas como el IRA o ETA constituyeron países independientes, ni la Baader-Meinhof o los GRAPO acabaron con el sistema capitalista, ni las sectas religiosas de los Davidianos o el Aum Shinrikyo alcanzaron sus objetivos apocalípticos. Y tampoco tendrá éxito el autodenominado Estado Islámico en su aspiración de crear un califato transnacional capaz de aunar a países islámicos desde Rabat hasta Manila.

Las sociedades actuales raramente hacen concesiones de calado a grupos que asesinan civiles de forma indiscriminada. Pese a que no es insólito que haya tomas de contacto e incluso negociaciones entre gobiernos y grupos clandestinos, la oportunidad estratégica del extremismo violento para hacer efectivas sus reivindicaciones parece haberse cerrado de forma definitiva. En contextos democráticos, hay una alta correlación entre la victimización de civiles por grupos armados y el fracaso político. Asimismo, cada vez son más los países que rechazan negociar políticamente con los terroristas.

Pero si el terrorismo es tan ineficaz, cabe preguntarse por qué hay tantos grupos que siguen recurriendo a este método. Los terroristas siguen usando la violencia política porque les permite obtener éxitos tácticos como publicitar una causa, radicalizar nuevos militantes, provocar una reacción represiva desproporcionada o, sencillamente, sobrevivir como organización clandestina viable. En última instancia, la decisión de tomar las armas es una manera de conseguir poder por parte de aquellos que son demasiado débiles para enfrentarse abiertamente al Estado.

La decisión de tomar las armas es una manera de conseguir poder por parte de aquellos que son demasiado débiles para enfrentarse abiertamente al Estado

Por ejemplo, la popularidad de la causa salafista yihadista a menudo asociada con Al Qaeda y Estado Islámico debe gran parte de su éxito a la estrategia antiterrorista de Estados Unidos, particularmente la guerra contra el terrorismo y las invasiones de Afganistán e Irak, así como las operaciones con drones en Yemen, Somalia y Pakistán. La campaña contra el terrorismo internacional permitió al movimiento yihadista global difundir el mensaje de que Occidente estaba en guerra con el islam, y que era necesario expulsar a los cruzados de tierras musulmanas. Pese a que el movimiento insurgente global que emanó de Al Qaeda no consiguió derrotar a Estados Unidos, sí que confirmó la expectativa de que el terrorismo puede ser útil para provocar una respuesta excesiva del adversario y reclutar más combatientes para la yihad internacional.

Es decir, para aquellas organizaciones que usan la violencia indiscriminada, la eficacia táctica a corto plazo, la capacidad comunicativa del terrorismo y su propia lógica interna parecen ser más importantes que la ineficacia estratégica a largo plazo. Esa efectividad momentánea explica que el número global de ataques terroristas haya aumentado de forma exponencial desde comienzos del siglo XXI. Pero en comparación con otras tácticas que buscan un cambio político duradero, el terrorismo ha fracasado de forma estrepitosa.

Los ataques terroristas del 17 y 18 de agosto no consiguieron ningún objetivo trascendental. Más allá de atemorizar a una población civil que reaccionó de manera coherente y positiva, la conducción de una furgoneta rambla abajo no arrancó concesión política alguna. La confirmación empírica de que el terrorismo es ineficaz desde el punto estratégico nos da la fuerza necesaria para combatir la amenaza a la que nos enfrentamos. Aunque, desgraciadamente, no nos inmuniza frente a nuevos atentados.

Diego Muro es profesor titular del Handa Centre for the Study of Political Violence and Terrorism (CSTPV) de la Universidad de Saint Andrews en Escocia, investigador sénior asociado en el CIDOB y autor de When Does Terrorism Work? (Routledge, 2018).

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