_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Revolución

Da lo mismo que aún no se hayan reformado los tipos delictivos, este o aquel artículo del Código Penal, porque lo que pasa en la calle no es una simple revuelta

Almudena Grandes
Concentración en Valencia en protesta contra  de la puesta en libertad de los miembros de La Manada.
Concentración en Valencia en protesta contra de la puesta en libertad de los miembros de La Manada. MÓNICA TORRES / EL PAÍS

María Antonieta preguntó qué ocurría al escuchar los furiosos gritos de la plebe. “El pueblo protesta, majestad, porque no tiene pan”, le informaron. “¡Ah!”, replicó la reina, “pues si no tienen pan, que coman bollos”. Supongo que es una leyenda, pero se parece mucho a la correspondencia que se conserva del último zar de Rusia. El tiempo es bueno, muy frío, pero ideal para la caza, era todo lo que Nicolás II escribía a la zarina mientras las mujeres de sus soldados tomaban las calles para pedir pan y, además, bollos. La presunta respuesta de María Antonieta y la probada indiferencia de Nicolás comparten la misma sensatez. Son la expresión del sentido común de sus respectivas épocas, reacciones basadas en la lógica del poder frente a una amenaza de magnitud desconocida. Ambos creían que se hallaban ante una rebelión, de las que habían conocido muchas, y cometieron el mismo error. Estaban, por primera vez, ante una revolución, porque a los oprimidos se les había ocurrido contarse, porque habían descubierto que eran más y que su número les hacía invencibles. Esa es también la situación del tribunal que ha puesto en libertad bajo fianza a los miembros de La Manada. Sus argumentos pueden ser jurídicamente impecables, pero se ajustan a una ley que ha perdido su vigencia social, a una realidad que ha caducado ya. Da lo mismo que aún no se hayan reformado los tipos delictivos, este o aquel artículo del Código Penal, porque lo que pasa en la calle no es una simple revuelta. Las revoluciones arrasan con todo, y ante todo, con la sensatez preexistente, con la lógica del poder que pretenden destruir. Ese es ahora mismo el horizonte de un movimiento que no persigue un auto distinto, sino el fin del patriarcado. Es decir, una revolución.

 

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Almudena Grandes
Madrid 1960-2021. Escritora y columnista, publicó su primera novela en 1989. Desde entonces, mantuvo el contacto con los lectores a través de los libros y sus columnas de opinión. En 2018 recibió el Premio Nacional de Narrativa.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_