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La guerra millonaria y psicológica de las García-Cereceda

Desde hace ocho años, las herederas del creador de la lujosa urbanización La Finca mantienen un enfrentamiento por un patrimonio valorado en 1.000 millones

Las hermanas Susana y Yolanda Garcia-Cereceda en 2013 y 2015.
Las hermanas Susana y Yolanda Garcia-Cereceda en 2013 y 2015.EUROPA PRESS/GETTY
L. G.
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La de las García-Cereceda no será una excepción en las batallas de sagas familiares. Desde que la crisis económica empezó a menguar van saliendo a la luz cada vez más noticias de conflictos en las otrora discretas y calladas salas de juntas. Del rutinario, aséptico y frío vocabulario de las notas de las decisiones de los consejos de administración estamos pasando a declaraciones poco amistosas, versiones contradictorias y puntualizaciones procedentes de despachos de abogados. Muchos consejos ahora son sillas calientes. Y no digamos si la propiedad está repartida entre herederos porque el fundador ya no está entre nosotros. Entonces es la guerra.

Y para guerra familiar, sin duda, las de las García-Cereceda. Son dos hermanas. Mejor dicho, dos hermanas, Susana y Yolanda, una viuda, Silvia, y una exesposa, Mercedes, madre de las hermanas. Entre las cuatro estaba una buena parte del reparto de la fortuna que desde abajo, como tantos otros, cosechó Luis García-Cereceda, empresario y promotor, tan celoso de su privacidad que no existe más que una foto y ninguna entrevista que ponga negro sobre blanco algo parecido a sus palabras.

El García-Cereceda fundador logró llevar una vida alejada de los focos y una posición social más que respetable con un círculo de amistades privilegiado, entre los que se contaba políticos como Adolfo Suárez, Felipe González o Ruiz-Gallardón, además de numerosos empresarios de alcurnia o de dinero. Cereceda fue un visionario en su tiempo y promotor de urbanizaciones cuidadas para el descanso de las élites en los alrededores de Madrid cuando nadie pensó que la gente con dinero se pudiera plantear residir en el extrarradio de la capital.

Su gran obra es La Finca, la urbanización por excelencia, conocida no tanto porque vivan en su interior vecinos de gran patrimonio sino por ser el domicilio de los grandes futbolistas del momento como Cristiano Ronaldo. Anécdotas aparte, la sociedad o sociedades que administran la herencia que dejó García-Cereceda tienen más enjundia que esas hectáreas cuidadas y esas edificaciones lujosas entre sus 17 lagos. Tanto que el patrimonio global se valora en cifras estimativas que superan los 1.000 millones de euros.

Entrada de la urbanización La Finca.
Entrada de la urbanización La Finca.KIKE PARRA

García-Cereceda falleció en 2010. Y, nada más morir, desapareció la discreción de su entorno. El mismo día de su entierro, a la vista de algunos ilustres que acudieron al sepelio, se destapó el drama que ha llegado hasta nuestros días en varios capítulos y cuya secuela durará algún tiempo. Ya en el sepelio una de las hijas, Yolanda, quiso introducir una carta en el ataúd y provocó un momento espeluznante cuando, en el forcejeo consiguiente, cayó en uno de los lagos.

No hubo demasiados testigos del suceso, pero sí muchos más observaron que dos diferentes esquelas recordaban en la prensa la memoria del padre. Una, elegante, breve, sentida, firmada por Silvia Gómez Cuétara, viuda del empresario, en nombre de la familia, incluidas las hijas y la primera mujer, Mercedes: “Un maestro nunca ajeno a nada humano. Un hombre, simplemente irreemplazable”. Y, otra, muy diferente (“Mi queridísimo emperador, creador de máxima belleza. Falleció en la altísima torre y mazmorra de su imperio de piedra”), firmada por su hija Yolanda, en nombre de Mercedes, primera mujer del fallecido y madre de las dos hijas.

A los tres meses, Susana pidió y obtuvo en los juzgados la incapacitación de su hermana Yolanda, que perdió la custodia de sus tres hijos y el poder de decisión sobre su paquete accionarial en las sociedades del grupo, incapacitación que le ha costado revertir unos años (2016) y varias sentencias después. Desde entonces hasta ahora, la actividad de la sociedad empresarial se ha visto agitada por todo tipo de conflictos. Entre ellos la intervención de la Agencia Tributaria para sancionar a socios que se aprovechaban de préstamos multimillonarios que se concedían a sí mismos para evitar el pago de impuestos y vivir la vida a lo grande sin tener ingresos o incluso siendo merecedores de devoluciones de Hacienda. Como ha sucedido en los últimos tiempos, el asunto se resolvió pagando la correspondiente multa para evitar la cárcel.

Durante todo este tiempo, Susana ha pretendido mantener su poder decisorio y el control de las sociedades neutralizando a Yolanda. Para mantener ese estatus no dudó en contratar servicios de expertos poco recomendables para saberlo todo de la vida privada de su hermana y poder seguir manteniéndola al margen. Lo que se ha descubierto hace unas semanas, es que el experto contratado era el comisario jubilado José Manuel Villarejo a través de una de sus empresas, imputado en diversas causas y hombre que se movía como nadie en las cloacas del Estado.

Villarejo trabajó, grabó e hizo quién sabe cuántas cosas para dar material inflamable a Susana contra Yolanda. Ese trabajo salió a relucir en una investigación sobre el comisario que lleva Asuntos Internos de la Policía. Consecuencia de ello, sucedió lo impensable: según aterrizaba en Madrid Susana de un viaje a Sudáfrica fue detenida, enviada a la Audiencia Nacional y registrado su domicilio. El juez Diego de Egea les imputa a ella y a otras dos personas por haber encargado al polémico policía el informe Land sobre su hermana y otros familiares. El sumario es todavía secreto. La guerra de las Cereceda no ha hecho más que arreciar.

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