El abrigo de Pablo Iglesias
El fundador del PSOE vivió en la penuria. Sus compañeros le compraron por suscripción una capa
El episodio fue narrado por Juan José Morato en su biografía del fundador del PSOE. A fines del siglo XIX, hasta que le tomó bajo su protección económica un antiguo compañero, propietario de la platería Las Amas de Cría en la madrileña calle Mayor, Pablo Iglesias vivió en la penuria. Ni siquiera tenía un abrigo para el invierno. Así que sus compañeros le compraron por suscripción una capa. A partir de ahí surgió la leyenda, difundida incluso desde diarios prestigiosos, de que Iglesias se desplazaba en sus giras de propaganda, bien embutido en un gabán de pieles y en primera clase del tren, hasta que cerca de la estación de llegada se lo quitaba y pasaba a tercera. Se trataba de deteriorar la imagen de austeridad y moralidad, celosamente guardada por el PSOE hasta la Guerra Civil.
El secretario general de Podemos convoca un plebiscito para ratificar un liderazgo autoritario
La historia supone un útil precedente para valorar el reciente comportamiento del nuevo Pablo Iglesias con la compra de una lujosa mansión en Galapagar. Aunque la adquisición hubiese sido más modesta, las críticas estarían a la orden del día: quien defendió, al igual que su homónimo, la idea de que el líder de las clases populares debe compartir el medio urbano y las formas de vida de éstas, debía pagar necesariamente un precio por quebrantar tal compromiso. Pero en este caso, la situación es más compleja y descubre facetas que desbordan el criterio de austeridad, que él mismo aplicara a sus adversarios políticos.Y se complica aun más con lo señalado aquí por Javier Ayuso: una hipoteca espectacular sobre unos ingresos en principio transitorios y por una institución que podía apreciar la ausencia de compromiso constitucionalista del político.
Solo que la vivienda es más que digna, inscribiéndose en lo que Veblen llamó el consumo ostentoso. ¿Signo de la inevitable deriva conservadora por la edad? Posiblemente es esto lo que Iglesias quería hacer creer, exhibiendo respetabilidad, al convertirse en cabeza de una familia pronta a ser aireada por los medios. Pero no es así, porque como ha sucedido en otros precedentes de Podemos, cuando sus dirigentes se comportan como la denostada casta, conservan su aura de redentores, y la casta tradicional sigue siendo vista según el baremo que contemplaba la guillotina, su aniquilamiento, como signo de la democracia. Lo confirma Pablo: a esa casta que "mantiene un escandaloso tren de vida no le afectan los recortes que sufren la mayor parte de los ciudadanos".
La excepcionalidad en el consumo del líder de Podemos encuentra así su único asidero en la excepcionalidad de su poder personal, una vez eliminado el grupo dirigente originario. Nada mejor que un plebiscito para ratificar un liderazgo autoritario.
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