Un día en Nueva York
Qué acertado que la exposición del Met sobre lo más terrenal de la religión suceda en una república atiborrada de religiones
¿Quién me iba a decir que una semana después de escribir sobre la gala del Met, iba a poder visitar la exposición que la convocó? Criaturas Celestialeses una puesta en escena tan magistral y espectacular como la homilía de un Papa en Roma. Apoyada por la apabullante colección de objetos bizantinos y medievales del Museo Metropolitano, entres ellos la gigantesca reja de la catedral de Valladolid y una refinada selección de retablos alemanes, la exposición te envuelve como el incienso en el interior de la catedral de Santiago de Compostela.
Trajes de Balenciaga comulgan con vestidos de novia de Christian Lacroix y John Galliano, que aprovecha la exposición para resarcirse y expiar sus culpas. Una banda sonora coordina tus pasos a lo largo de cientos de metros de iconos medievales y renacentistas mientras los trajes levitan y las señoras bien de la ciudad entran en éxtasis y sus amigos gais se contagian de afectada feminidad y gravitación eclesiástica. La moda ya ha movido montañas y saqueado bolsillos, solo faltaba esta exposición para demostrar que es una nueva fe.
Superada esta parte show, la exposición te obliga a atravesar las salas egipcias antes de desembocar en el Instituto Anna Wintour del traje, donde se muestran los tesoros que la Oficina Pontificia ha cedido para la exposición. Son casullas, mitras y coronas papales que transforman el éxtasis en asombro. Oro, piedras preciosas, bordados en plata, cordones y sedas de colores celestiales, llaves de San Pedro de oro y marfil, como los Rolex que gustan a los sauditas. Rubíes, esmeraldas, alabastro, el despliegue resulta tan apabullante que mi amiga Victoria, con quien visité la muestra y que es muy judía sefardita, me comentó inquisitorial: "Pero yo creía que la religión católica era sobretodo aceptar la pobreza como una prueba, como un don”. Intenté explicarle y, de paso, a mí mismo también, que quizás como la fe católica esta basada en creer cosas que no tienen explicación, la belleza sirve como una fuerza que te permite aceptar que puedes creer en algo difícil de asumir. Y por eso, necesita el show, la espectacularidad para estimular al creyente a aceptar el dogma. Victoria me miró raro y me dijo: "A ti te está afectando esta exposición”.
Cuando llegue a casa, dos minutos antes de que se desatara un tornado en pleno Manhattan, pensé en lo acertado de que esta conmovedora exposición sobre lo más terrenal de la religión suceda en una república atiborrada de religiones, donde la católica es una más en el mercado. Te permite el privilegio de analizar su magia, sus recovecos, su gusto exagerado. Y sobretodo darte cuenta de lo mucho que Broadway y el Vaticano tienen en común. Rito, luces, vestuario, brillo y ese sentido del éxtasis y del torbellino emocional, que alimentan ambas escenas.
Después del inexplicable tornado en Manhattan atravesé la ciudad para llegar a tiempo a la fiesta de los 50 más bellos de People en español en un lujoso townhouse que se alquila para celebrar experiencias. Muchos de los otros 49 más bellos, me hablaban sobre el temor a que Criaturas Celestiales pueda herir sus convicciones religiosas, porque la mayoría de estos bellos somos latinos y en nuestras escuelas, la religión católica se coló usando también esos brillos, oropeles y fantasías. Pero, para no crear mayor controversia, les hablé de David Bustamante, que no es que tenga nueva novia sino que está ampliando el álbum de nuevas famosas bellas. Tengo el pálpito de que Yana Olina, la bailarina que nos presentan como el nuevo amor del cantante, le sigue la pista a Georgina Rodríguez, la madre del hijo menor de Cristiano Ronaldo. Aunque muy sexys ambas tienen ese aire de chicas católicas, sin vocación de monja pero con un radar fantástico para saber rezarle al santo más milagrero. Georgina contó con la colaboración de la capilla de nuestra señora de Gucci para ser nueva criatura celestial y madre. Yana acompaña a Bustamante en un talent show porque a veces los milagros se obran solos pero no puedes andar despistada.
Poco despistada, así estaba Meghan Markle cuando conoció al príncipe que la convertirá en un cuerpo celestial en la capilla de San Jorge de Windsor. Y eso será al mismo tiempo una exposición y un milagro económico. Encuentro celestial que el padre de Meghan no acuda. Era ese personaje blanco que sobraba en esta boda interracial. Y eso es dar en la diana.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.