El desafío sindical
La sociedad espera su respuesta a la precariedad laboral y salarial
La conmemoración de hoy, 1 de Mayo, está rodeada y condicionada por circunstancias políticas y económicas singulares. Hay una evidencia que los sindicatos tienen que aceptar: las protestas sociales se están canalizando a través de colectivos o grupos que nada tienen que ver con las organizaciones sindicales. Las manifestaciones repetidas y airadas de los pensionistas o las mareas reivindicativas de la mujer han abandonado los límites de los sindicatos de clase (UGT y CC OO) o incluso de cualquier tipo de asociación sindical para buscar formas más contundentes de presencia pública. Los sindicatos han perdido, por decirlo así, el dominio de la protesta y una lectura benigna de este hecho lleva a la conclusión de que no son capaces de encauzar la conflictividad social, que es la tarea de representación para la que están llamados. Al mismo tiempo, también han perdido gran parte de la capacidad de influencia institucional reconocida a partir de los años ochenta.
Hay varias razones que explican esta pérdida de influencia. Con insistencia se ha reprochado a UGT y CC OO su tendencia inapelable a representar los intereses solo de los trabajadores con empleo y no de quienes carecen de puesto de trabajo o lo buscan con desesperación. La intelligentsia sindical no ha sido capaz de articular un discurso coherente para los damnificados por la crisis financiera y la recesión. Son los que forman hoy la punta de lanza de la protesta social y quienes tienen más necesidad de una fuerza negociadora institucional; precisamente, la que deberían tener los sindicatos.
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La sociedad española necesita conocer la respuesta de los sindicatos a la extensión desmedida de la precariedad laboral, a la depresión salarial y al estancamiento de la tasa de paro juvenil y de la de mayores de 45 años. También necesita conocer cuál es su posición ante la aparición de los nuevos negocios digitales que precarizan todavía más el empleo y que inventan nuevas formas de deterioro del mercado laboral. Y, por supuesto, reclama unos sindicatos con capacidad para negociar con el Gobierno y las patronales una nueva estructura de contratación que acabe con un mercado de trabajo dual y ominosamente punitivo para quienes no tienen empleo.
La función y utilidad social de los sindicatos está en proponer respuestas a tales cuestiones siempre con la flexibilidad necesaria para negociar, sin encastillarse en posiciones defensivas (exigencia que, por cierto, también cabe hacer a las patronales). UGT y CC OO no pueden ni deben limitarse a la simple representación de sus afiliados; esa es la política que ha llevado a estas centrales a perder influencia social y afiliación al mismo tiempo. Este 1 de Mayo deberá ser el primer paso para que las organizaciones sindicales, en especial UGT y Comisiones, reflexionen sobre sus respuestas al grave desorden que se ha apoderado del mercado laboral. No basta con comparecer el 1 de Mayo; hay que participar en el cambio económico todos los días y recuperar la influencia perdida. Y, desde luego, no la recuperarán implicándose en el pantano del procés con posiciones pueriles además de erróneas.
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