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Entre olivos centenarios Vuelve a haber aceite en el pequeño pueblo de Oliete, en Teruel. Cientos de donantes han contribuido a salvar el tesoro medioambiental que alberga esta zona, que cuenta con más de 100.000 árboles en peligro de abandono Oliete, un pueblo de 300 habitantes de Teruel, ha sido víctima, como tantos otros municipios de esta zona, de la despoblación. Es una de las áreas con menos habitantes de Europa y esto afecta también a los ecosistemas naturales. De los 100.000 olivos centenarios que hay en los alrededores, un 70% estaba abandonado hasta hace cuatro años, cuando se puso en marcha Apadrina Un Olivo. Varios descendientes de familias del municipio iniciaron un proyecto por que el consiguieron donantes de toda España y parte del extranjero para salvarlos. En este tiempo han recuperado 7.000 olivos y han conseguido 2.450 padrinos. En la parte inferior izquierda, se ve la almazara (fábrica de aceite) que abrieron hace menos de dos años. David Asensio (EL PAÍS) Una de las tareas básicas que llevan a cabo es la de podar los llamados chitos, o ramitas que brotan desde las raíces y que consumen los recursos del olivo. Que haya chitos o no es un claro indicador de si un árbol de esta especie está cuidado o no. Desde los puntos más altos del pueblo, desde los que se observa una panorámica de las fincas, se puede diferenciar claramente las fincas recuperadas y las que aún están abandonadas. David Asensio (EL PAÍS) David Pradas, de 34 años, es vecino del pueblo y uno de los primeros que se sumó a la iniciativa. Primero les echó una mano como voluntario y a los seis meses ya era empleado y ahora se encarga de coordinar todo el trabajo en terreno. David Asensio (EL PAÍS) Apadrina Un Olivo puede gestionar las fincas del pueblo gracias a una figura jurídica llamada custodia del territorio, mediante la cual, los propietarios ceden el usufructo del terreno a una organización sin ánimo de lucro para preservar un ecosistema, en este caso, a los olivos centenarios de Oliete. David Asensio (EL PAÍS) Una vez al mes, los miembros de Apadrina Un Olivo organizan visitas de los donantes al pueblo. Preparan excursiones, les enseñan el entorno, les llevan a visitar los campos y a ver el árbol que han apadrinado y que se identifica mediante un código QR. Los padrinos pueden bautizar a su olivo con su nombre o con el que quieran. David Asensio (EL PAÍS) La variedad de las olivas que se recogen en esta zona es empeltre y manzanota. La primera es una de las más antiguas de la Península Ibérica y da como resultado un aceite de color muy amarillo. La segunda tiene una producción muy reducida porque, por sus características, un año los olivares generan mucho fruto y al siguiente, se reduce mucho. La recolección la realiza en noviembre y va directa a la almazara del pueblo. David Asensio (EL PAÍS) Los donantes apadrinan un olivo por 50 euros al año y a cambio reciben dos litros de aceite de la cosecha anual. Muchos de los campos estaban abandonados porque sus dueños han ido muriendo o marchándose del pueblo, que llegó a tener 3.000 habitantes y ahora solo tiene 300. David Asensio (EL PAÍS) Aunque la familia de Sira Plana emigró a Madrid, ella siempre ha estado muy unida al pueblo. Allí pasaba todas sus vacaciones escolares. Por eso, cuando Alberto Alfonso le propuso hacer algo para frenar la despoblación y el abandono de los olivos, le apoyó desde el principio. Siempre ha trabajado en marketing y desde 2014 forma parte del equipo fundador del proyecto. Aquí, muestra una de las botellas de aceite de la última cosecha, empaquetada en un envase que respeta al máximo el medio ambiente. David Asensio (EL PAÍS) El proyecto ha dado trabajo a gente del pueblo, a dos familias que han llegado desde otros puntos de España y contempla también plazas para dar trabajo a personas con discapacidad. Empezó con siete trabajadores y en cuatro años se han doblado. También organizan actividades de voluntariado para los empleados de diferentes empresas. David Asensio (EL PAÍS) José Manuel se incorporó al proyecto a través de la Agrupación Turolense de Asociaciones de Personas con Discapacidad Intelectual (ATADI). Se encarga de la poda, la quema de rastrojos y, en esta imagen, aparece limpiando la maquinaria de la almazara. Él además es vecino de Oliete. David Asensio (EL PAÍS) Raúl García es de Málaga y trabajaba en el sector de la hostelería. Se mudó a Salamanca con su familia y hace un año decidieron empezar una nueva vida. Contactó con Apadrina un olivo, visitaron el pueblo un fin de semana y él comenzó a trabajar para ellos. Le formaron en las empresas de la zona y ahora trabaja en el campo y se encarga de la almazara. Gracias a sus cuatro hijos y a los de otra familia que también llegó al municipio recientemente, la escuela sigue abierta. En la imagen, vierte aceite en una de las botellas de Apadrina un olivo. David Asensio (EL PAÍS) El proceso de elaboración del aceite es lo más artesanal posible. Las botellas se llenan una a una y el etiquetado es sostenible. Solo tiene pegamento en la parte en la que se une la etiqueta, para que sea más fácil separarlo para porder reciclar el papel por un lado y la botella de vidrio por otro. David Asensio (EL PAÍS) El tío Miguel, a punto de cumplir 98 años, está encantado con la idea de que se recuperen los olivos, con que haya más visitas al pueblo y frenar la despoblación. Parte de su familia, los Bespín, emigró a Venezuela en los años cincuenta a trabajar como agricultores, pero nunca abandonaron del todo Oliete. David Asensio (EL PAÍS)