Arde Móstoles
La exposición ‘Elements of Vogue’ arroja luz sobre una escena marginal explotada por el ‘mainstream’
Paris is burning es uno de los documentales mas celebrados y polémicos de las últimas décadas. Se estrenó en junio de 1990, aunque fue su paso por el festival de Sundance, en enero de 1991, lo que lo catapultó. Ganó el gran premio del jurado. Su directora, Jennie Livingston, había registrado la vida de los ballrooms, subcultura LGTB florecida durante el Harlem Renaissance que en los ochenta cristalizó en el voguing, danza underground inspirada en las poses de las revistas de moda. Livingston se pasó años documentando esta escena y sus batallas de baile entre reinas negras y latinas. Había conocido a dos de ellas en Washington Square y de su mano accedió a las sesiones. Lo que empezó como el proyecto fotográfico de una estudiante derivó en un filme de 78 minutos que hizo historia.
Unos meses antes del estreno de la película, Madonna alcanzaba el estatus de icono pop con el vídeo de David Fincher de su canción Vogue, inspirado en la misma subcultura. De alguna forma, ambos éxitos se retroalimentaron. Años después, el documental Strike a pose (2016) sacaba los trapos sucios del trato de la diva a sus bailarines, algunos enfermos de sida. El rechazo a Livingston y Paris is burning es más complejo. La película (aplaudida por la crítica y por maestros como Werner Herzog) despertó la ira entre la comunidad que retrataba, que se sintió traicionada y sobreexpuesta y que, además, reclamaba sus propios beneficios. La acusaron de voyeur, de instrumentalizarles, de sacar un rédito económico cuando ellos no tenían ni dónde caerse muertos. En último término, y según sus detractores, la película estaba destinada a un público blanco y heterosexual que contemplaba la escena con una buena dosis de morbo y dramatismo. Un patetismo acentuado por la trágica historia de Venus Xtravaganza, cuya muerte violenta cierra el filme. Durante estos años, Livingston no ha dejado de defenderse, recordando el esfuerzo que supuso sacar adelante una película que nadie quería apoyar, sin financiación, dirigida por una mujer y sobre una escena queer afrolatina.
"Elements of Vogue' cierra sus puertas en unas semanas, el dj MikeQ, que ha creado una 'mixtape' para la exposición, se despedirá con un 'ball' final el día 6 de mayo"
La imprescindible exposición de arte político negro Elements of Vogue. Un caso de estudio de performance radical, instalada desde noviembre en el Centro de Arte Dos de Mayo de Móstoles con el comisariado de Manuel Segade y Sabel Gavaldón, arroja cierta luz sobre esta escena marginal que de forma sibilina fue explotada por el mainstream. Tanto la película de Livingston como el vídeo de Madonna aparecen solo como un eco lejano entre piezas ciertamente más transgresoras. Butcher’s Vogue, filmada en 1990 por el videoartista Charles Atlas, funciona como respuesta underground al glamour del clip de Fincher y la Ambición Rubia. Voguing. The message precedió en dos años a Paris is burning, lo que la convierte de facto en la primera película sobre el tema. Y Tongues untied (1989), de Marlon Riggs, muestra a Willi Ninja bailando en los muelles del Hudson. La película, subtitulada Hombres negros amando a hombres negros, puede contemplarse íntegra en las salas del CA2M de Móstoles. Riggs, fallecido en 1994 de sida, fue demandado por una película que había recibido dinero público y que se tachó –pese a su lirismo– de pornográfica.
Elements of Vogue cierra sus puertas en unas semanas, el dj MikeQ, que ha creado una mixtape para la exposición, se despedirá con un ball final el día 6 de mayo. Será el último homenaje de un Móstoles ardiente a un capítulo fascinante de la contracultura.
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