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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La familia Real es real

El duelo de reinas estiliza la disputa suegra-nuera y describe el espacio de autonomía que la esposa de Felipe VI ha creado en torno a su propio clan

Imagen de los reyes Felipe y Letizia, sus hijas, y los reyes don Juan Carlos y doña Sofía, en la misa pascual de Palma, el pasado domingo.Foto: atlas | Vídeo: LLITERES (efe) / ATLAS

La abeja reina del enjambre es Letizia. No quedan dudas al respecto después de haberse divulgado el vídeo que estiliza -espacio catedralicio, indumentaria dominical, destellos castrenses- la disputa familiar en los arcaicos arquetipos de la nuera y la suegra. Se ha convertido en tan viral el “clip” como la chilena de Cristiano. Y no tanto por la identificación antropológica en la escena del duelo doméstico como por el despecho colectivo a las clases “superiores”. Los ricos también lloran. Y la monarquía española se ha expuesto al escarmiento del populacho, pues los súbditos se regodean con la secuencia del manotazo. Y se relamen con la alcurnia de una pugna que invita a tomar partido por la reina de picas o por la de tréboles.

La familia Real es real porque se parece a todas en sus miserias políticas y en sus expresiones endogámicas, aunque no todas las familias viven entre las tiranías y privilegios de una casta cuyo porvenir se debate forzosamente entre el antiguo y el nuevo régimen: una reina que fue, Sofia, una reina que es, Letizia, y una reina que será, Leonor, incómoda con la disciplina de la abuela hasta el extremo de resistirse a posar en las fotografías y hasta el punto de quitarse de encima su mano protectora como si empezaran a saturarla las obligaciones protocolarias.

¿Es un gesto de rebelión precoz? ¿Es una comprensible reacción infantil? ¿O acaso la princesa se Asturias describe con el desquite las cosas que escucha en casa? Todas las hipótesis son compatibles y hasta complementarias, pero bien pueden subordinarse al espacio de pureza y de reputación que la reina Letizia aspira a crear en el núcleo duro de sagrada familia. Que es la familia Real, pero desprovista de las figuras eméritas que la enrarecen y de otros miembros que han sido excluidos o extirpados por las fechorías y corruptelas de Iñaki Urdangarin.

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El jugador de balonmano era un cuerpo tan extraño como el de Letizia en la ortodoxia monárquica, pero ocurre que Letizia, no siendo reina de linaje, quiere ser una especie de “metareina”, hasta el extremo de haber convertido su papel consorte en un camino de perfección y de perfeccionismo que compite con la estirpe canónica de Felipe VI. Nada más lejos que una figura decorativa o que un florero es la reina Letizia en su papel de esposa, madre, tutora y figura institucional, más o menos como si la escena de la catedral del Palma sobrentendiera un reproche al papel gregario y hasta sumiso que asumió la reina Sofía en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad.

Impresiona el vídeo porque todo el esfuerzo de la institución monárquica y familiar por mostrarse armónicas se resiente de la indisimulable perplejidad de sus protagonistas. Felipe VI parece incómodo en la escena del duelo. Y el rey emérito se atiene a sus obligaciones formales después de haberse concedido unas vacaciones en la satrapía de Arabia Saudí. Donde no hace falta a ir a misa. Y donde la monarquía europea blanquea la atroz tiranía de los señores del petróleo, trivializando el nido desde el que provienen las peores doctrinas yihadistas.

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