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Los refugiados de Sudán del Sur Desde diciembre de 2013, la guerra civil de Sudán del Sur, que ha afectado a más de cuatro millones de personas, ha obligado a más de dos millones a buscar refugio en otros países y ha causado 1,8 millones de desplazamientos internos Un niña sursudanesa acarrea agua a su tienda. Desde diciembre de 2013, la guerra civil de Sudán del Sur, que ha afectado a más de cuatro millones de personas, ha obligado a más de dos millones a buscar refugio en otros países y ha causado 1,8 millones de desplazamientos internos. Actualmente, Uganda acoge a más de un millón de refugiados sursudaneses, el 65% de los cuales tiene menos de 18 años. Los refugiados esperan en fila a que los trasladen a sus nuevos alojamientos en el centro de acogida de Imvepi. Desde que empezó la guerra, docenas de miles de niños han huido de Sudán del Sur sin sus padres. Cuando llegan a la frontera, las organizaciones humanitarias los registran, toman sus datos y los entregan a familias refugiadas de acogida. John (izquierda), Joseph (derecha) y Yakani (centro), de 17, 14 y 15 años, respectivamente, llegaron al centro de acogida de Imvepi tras tres días de marcha desde Payawa, su pueblo. Los tres huyeron después de que sus padres muriesen en un ataque de las fuerzas gubernamentales. “Cogimos un poco de yuca y un par de prendas de vestir cada uno”, cuenta el mayor, John Ngota. “La comida se nos acabó enseguida y tuvimos que dormir tres días en el bosque. Gracias a Dios, lo conseguimos”. Varios niños sursudaneses cogen agua en un punto de distribución dentro del campo de refugiados. Alice Kedeu Wani Kaya, una refugiada sursudanesa de 62 años que llegó a Palorinya en febrero de 2017. Es madre adoptiva de cinco huérfanos, a los que cría junto con su hijo de 10 años. “Mientras huíamos todos juntos de Sudán del Sur estaba muy preocupada. No teníamos comida ni donde cobijarnos y no dejaba de preguntarme qué iba a hacer con estos niños. Durante los primeros meses en el asentamiento sufrimos muchos juntos. Eso nos unió, nos convirtió en una familia”, cuenta. Muchos sursudaneses acaban en el campamento de refugiados de Palorinya, algunos menores son enviados con familias de acogida, que en muchas ocasiones acaban devolviéndolos porque no pueden hacerse cargo de ellos. Beatrice y Christine (los nombres se han cambiado por motivos de seguridad) son dos hermanas gemelas de 16 años. Huérfanas desde hace tiempo, vivían con su abuela en Sudán del Sur hasta el pasado junio, cuando fueron secuestradas por un grupo rebelde que quería convertirlas en soldados. Tras dos meses de instrucción en el bosque, consiguieron huir y refugiarse en el vecino Congo. En julio de 2017 llegaron al campo de refugiados de Imvepi, en Uganda, donde se les asignó una madre adoptiva. Todavía tienen miedo de que los rebeldes que las secuestraron puedan entrar en Uganda y encontrarlas. Vista desde la ventana de una escuela improvisada construida por los refugiados. Debido a la falta de fondos, en los campos de refugiados no se han construido suficientes colegios. Los niños estudian en aulas abarrotadas con cientos de compañeros o se ven obligados a vender parte de sus raciones de comida para pagar clases privadas. En consecuencia, muchos dejan de asistir. La falta de infraestructuras, material escolar y maestros cualificados en los campos de refugiados tiene un efecto devastador sobre la educación de los menores sursudaneses. La tasa de abandono escolar es muy alta, y los mayores temen que pueda estar relacionada con el brusco aumento de la tasa de sida, la delincuencia, el consumo de drogas y los embarazos precoces entre los jóvenes. Un grupo de refugiados reza en la escuela antes de que empiecen las clases en el campo de refugiados de Palorinya. Jacqueline Kaluma recoge verduras en el campo que rodea su cabaña. Tiene 17 años y vive con su hermano de 14 en un orfanato del asentamiento para refugiados de Palorinya. Los dos hermanos llegaron al campamento en febrero de 2017, después de dos días de marcha desde Loa, su pueblo en Sudán del Sur. Su hermano va al colegio, pero Kaluma no puede seguir sus estudios debido a que las organizaciones de cooperación todavía no han abierto escuelas de secundaria gratuitas por falta de fondos. La joven intenta reunir suficiente dinero para la matrícula recogiendo agua para otros habitantes del campamento. Una huérfana sursudanesa sostiene en brazos a otro huérfano en el orfanato de Adjumani. Creado en 1994 y dirigido por la sursudanesa Asociación Internacional de Viudas para Salvar a los Huérfanos, el orfanato se trasladó en febrero de 2017 de la ciudad de Kajo-Keji, en Sudán del Sur, a Uganda por motivos de seguridad. Actualmente acoge a 55 niños y a otros 27 en el campo de refugiados de Palorinya.