_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Grietas

Las gotas de la lluvia se estrellan contra los cristales, convirtiéndose luego en hilos de agua que atraviesan de un extremo a otro la superficie de las ventanillas

Juan José Millás
Usuarios del AVE suben a un vagón del tren en la estación de Sants, Barcelona.
Usuarios del AVE suben a un vagón del tren en la estación de Sants, Barcelona.Albert Garcia (EL PAÍS)

Una cabeza humana pesa entre siete y ocho quilos. Si tuviéramos que llevarla todo el día debajo del brazo, como una sandía, acabaríamos agotados. Pero no: la llevamos en la parte superior del cuerpo, oscilando sobre un pedúnculo denominado cuello, muy expuesta por tanto al hostigamiento de la fuerza de la gravedad. El cuello se abre hacia el sur en un tronco ancho que contiene las extremidades superiores, cuyo peso total, incluidas las manos, viene a ser de unos diez quilos, a los que hay que añadir el de las costillas, los pulmones, el corazón y el conjunto del aparato digestivo. Toda esa arquitectura vertical se alza sobre dos piernas no muy gruesas rematadas en un par de pies pequeños. Resulta un milagro, en fin, que no nos caigamos todo el rato.

Por el pasillo del vagón camina ahora un hombre como de 1,80 de alto, muy delgado. Corrige las oscilaciones del tren con el juego de la cintura. A veces, para ayudarse a guardar el equilibrio, apoya las manos en el borde superior del respaldo de los asientos. Parece mentira que logre mantenerse en pie sobre una base tan escueta. Hay siglos de práctica en esos andares que resultan hasta armoniosos. Cuando me sobrepasa, yo mismo me levanto para probar las capacidades de mi organismo y atravieso tres o cuatro vagones en dirección a la cafetería del AVE, donde varios grupos de hombres y mujeres, cada uno con su vaso o su taza en la mano, conversan erguidos, aunque con las piernas un poco separadas para ampliar la base de sujeción al suelo. Viajamos a 280 quilómetros por hora. Las gotas de la lluvia se estrellan contra los cristales, convirtiéndose luego en hilos de agua que simulan grietas finísimas que atraviesan de un extremo a otro la superficie de las ventanillas.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_