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Tentaciones

Hiedrah: revuelta urbana politizada y perreo en espacios seguros

Este colectivo argentino de artistas y productores creado en 2013, está revolucionando formalmente los sonidos del presente pero también las políticas de la noche

Con la desaparición de las tribus urbanas en este revival dosmilero, alguna criatura inocente podrá creer que hemos conseguido camuflar las discriminaciones que imponían, como mínimo, los dictados de la moda. Ahora que vestirse con ropa de Humana, del Decathlon que te pilla más a mano o de tu zapatería de barrio es un must según las revistas de tendencias, la vida nocturna -es decir, pasar siempre por el aro de cualquier fiesta o salir a bailar y etiquetar el evento/sala/ Dj de turno para el acumulativo de branding personal-, sigue siendo la fuga y la distinción de esta juventud. Pero, ¿qué clubs y música escogemos? ¿Cómo escapar a esas fiestas promocionadas por instituciones y marcas que buscan un lavado de cara con el apoyo al feminismo y las políticas LGTB?

No solo tu cuerpo y las endorfinas generadas te agradecen salir a bailar. Por muy true equiality que sea el evento, por muchas mujeres que haya en el cartel esa noche o muy poca homofobia o transfobia que exista en el perfil social de una fiesta, politizarse pasa por implicarse en las dinámicas de organización y producción de dichos eventos. ¿Quién limpia los baños? ¿Quiénes se ocupan de que no haya agresiones en la pista? ¿Cuál es la relación de los programadores o productores que van a ganar dinero en ese evento con la visibilización de minorías raciales y de género que defienden en el cartel? Si no conoces alguna de las respuestas quizá sería mucho más útil crear tu propia fiesta.

La idea de que en nuestros clubs debe primar por encima de cualquier otra cosa el “sentirse libre”, contribuye a una lógica neoliberalista que está colonizando los pocos modos de felicidad que nos quedaban como bien podría ser el baile. No solo nuestro baile y nosotras debemos ser políticas: es el club lo que de debe serlo. Para que esta felicidad, la felicidad de mover el culo, no sea doblegada, existen ciertos oasis autoconscientes dedicados a la política del goce. Hiedrah Club de baile, como colectivo argentino de artistas y productores creado en 2013, está revolucionando formalmente los sonidos del presente pero también las políticas de la noche. Un sello, un espacio de resistencia, una fiesta itinerante, una política del movimiento y el ritmo que se adentra en las corrientes migratorias para recordarnos que son nuestras diferencias lo que nos potencia.

A punto de cumplir cinco años con mixes, fiestas inolvidables y marchas en la calle, ¿cómo fueron los comienzos de Hiedrah?

Cuatro años y medio ahora, en septiembre u octubre cumpliremos los cinco. HiedraH comienza como una necesidad y una pregunta en 2013: ¿es posible otro espacio de baile? En Argentina los circuitos de fiesta estaban claramente divididos -a pesar de que el panorama ha evolucionado algo en este tiempo-, y lo que había eran fiestas autogestionadas por chicos de clase media con un interés específico en algún género musical o que querían mostrar lo que estaban haciendo y, por otro lado, el circuito comercial típico de boliches y discotecas. Por aquel entonces, nosotras ( Ybán, Nahuel y Melody a.k.a Tayhana hoy en el sello NAAFII) queríamos salir de lunes a lunes. Existía (y existe) una necesidad de mover el cuerpo y encontrarse en el baile. Ninguno somos profesionales de danza pero coincidíamos en la idea de un baile por el baile como ritual de emancipación.

¿A cuál de esos dos circuitos acudíais?

Ese era el problema, en todos los espacios se repetían ciertas dinámicas con las que no nos encontrábamos cómodas. Incluso los lugares LGTBQ eran binarios, los espacios lésbicos apenas existían y los gays en general eran normativos y encasillados en tíos más machos que machos. Eso, sumado a una condición de clase en la que la mayoría de la gente iba a “caretear” que lo pasaban bien, aparentando y haciendo la típica foto, no es nada emancipador.

Para crear un espacio de pertenencia empezamos a hacer las primeras fiestas en nuestras casas. Planteamos un laboratorio experiencial en términos de cómo hemos registrado la actividad nocturna, y poco a poco hemos aprendido que para construir la noche no solo hace falta el aprendizaje feminista o queer o la idea de emancipación hedonista. Vivimos en una sociedad de control de formas nominadas y esta idea de libertad en el baile, el consumo en la noche, el 2x1 en mujeres que todavía se mantiene, es una forma de control que te hace sentir viva aunque en realidad estás más muerta incluso de fiesta. Crear un ambiente y una conciencia del baile es más complejo. Es un espacio que se construye pasando de la macropolítica, prestando atención a cómo está urbanizada la ciudad de Buenos Aires, a las dinámicas de los barrios, hasta por último dar con los microfascismos en las pistas de baile. Los espacios académicos tampoco ayudan porque han sido siempre muy clasistas respecto a los espacios de ocio.

Es posible que se haya dado un gran paso en el imaginario actual y que muchos jóvenes hoy entienden que todo baile, incluido el perreo, es política que empodera los cuerpos. Sin embargo, seguimos bailando en clubs que poco o nada aportan más que un espacio físico y que entienden la noche como un lugar superficial de gozo y libertad. Lo que más admiro de Hiedrah como club, es que desde el primer momento se creó como espacio político. ¿Cómo afecta esto a las personas que acuden o de qué forma se crea una comunidad distinta a la del resto de clubs?

Muchas veces hemos tenido agarrones porque creemos que HiedraH es un movimiento no solo político sino una política en movimiento. Mi definición de política es el orden o desorden de los cuerpos en un espacio; pensar cómo esos cuerpos están ordenados y, por ello, los cuerpos del baile, los bailarines o danzantes de HiedraH, son actores sociales.

En las fiestas, cada noche hay una sensación brutal de colectividad, algo masivo que se disfruta mucho, pero también hay que cuidarlo para que no haya situaciones de violencia o acoso y ese realmente es nuestro trabajo: hacer que la gente que hace a HiedraH se sienta segura y parte de algo. No seríamos nada sin nuestras bichas. Además, esta colectividad que hemos conseguido crear es algo ya independiente a nuestras caras. Es un punto de fuga con un montón de apropiaciones que seguirá cuando nosotras no estemos, ojalá en manos de otras.

¿Qué supone recuperar el baile en cuanto a una identidad o herencia olvidada?

Vivir el baile desde la afectividad es recuperar una forma de ritual ancestral. Creo que vivimos en un mundo que se ha separado de todas esas prácticas pasadas, un mundo donde apenas hay presencia en cuanto a la existencia no mediada por dispositivos. El baile elimina intermediarios. Para mí, el culo moviéndose rescata esta idea de encuentro de corporalidades sin mediaciones.

Además, todas las formas de baile afrolatinas provienen de espacios marginales donde se trabaja el cuerpo como una forma emancipatoria, como un espacio de lucha y de trabajo; cuerpos creados para trabajar y gozarse en muchas prácticas sexuales que no son las que entendemos como normativas y armadas. El baile es sólo una de ellas, en el baile se transmiten este tipo de recuperación y lujos.

HiedraH participó musicalizando una columna del orgullo disidente que irrumpió en la última manifestación del orgullo LGBTIQ, además de distintas acciones montadas literalmente en la calle. ¿Cómo ha sido salir del club?

Eso ha sido lo más sublime y lo mas bonito: hacer HiedraH en la calle. Es posible que tenga mucho que ver la geografía de cada país y quizá no todos son iguales, pero aquí en Buenos Aires la calle es un espacio de disputa. Los gobiernos neoliberales como el que tenemos ahora, intentan invisibilizar el uso de la calle y utilizarla como función de transito: te levantas, vas trabajar, tratas de no mirar a nadie por el camino, te compras un paquete de cigarrillos y ya. La calle debe bailarse también y está bueno empoderarse en el sentido de lo callejero. Como marica, es obvio que en la calle te pueden decir de todo, pero escoger confrontarte mediante el baile tiene un efecto contagio sumamente necesario para la política.

En una de las últimas fiestas que hicimos en Congreso vinieron unas 600 personas y la terminamos recogiendo la basura con la gente sin hogar de la misma calle dónde miles de personas van a trabajar a sus oficinas todos los días. Se dio eso porque el baile supo establecer ese abrazo desde la afectividad. Un espacio donde está bien que se mezcle de todo, una clase media con un proletariado o con la marginalidad, eso tendrían que ser las fiestas.

Hoy por hoy hay mucho prejuicio cultural respecto a la música electrónica y hacemos eventos mensuales en espacios comerciales que sí tienen la habilitación para ello. Sin embargo, acceder a este tipo de espacios con una propuesta política es muy difícil. Los espacios siguen normas de clase muy marcadas y sacarlo a la calle supone un riesgo que estamos dispuestas a asumir.

Me encanta que la deriva de esta charla recaiga directamente sobre cuerpos y política en lugar de cómo la enfocaría un medio musical anglosajón de esos que os hacen reseñas ahora. Para mí, el componente estrella de HiedraH es la disidencia y la recuperación de la corporalidad pero no podemos obviar que os estáis convirtiendo en un sello de “calidad musical. Existe cada vez más un sonido HiedraH, una vanguardia que bien podría encajarse con los sellos de la diáspora africana Warp, Non Records o con NAAFII por la hibridez de sonidos del folclore latino y la electrónica. En HiedraH han coincidido todas las manos y culos del perrreo arropadas por vosotras: Rosa Pistola, Pobvio, Lao, Imaabs, Pininga, Lechuga Zafiro, Paul Marmotta… ¿Qué importancia le dais en HiedraH a esa hibridación y cómo ha sido la recuperación de la identidad transnacional en el ritmo?

Es imborrable que todas nosotras provenimos del genocidio de la conquista, pero creo que cada una tiene su propio genocidio. Es decir, elige tu propio genocidio (risas). Por negra, por quechua, por bruja, por mujer e, incluso, puedes escoger varios. Este impulso de muerte siempre estará presente y canalizarlo a través de la música mediante la memoria es posible.

Una de las DJs de HiedraH (ReTumba) define nuestra producción como todos los sonidos villeros en una sola noche. Para habilitar esa conciencia del ritmo hicimos una campaña en la que en los flyers iba escrito qué ritmos sonaban, en una intención de habilitar la conciencia a los orígenes del ritmo. Imagínate, la municipalidad de Buenos Aires habla de música electrónica como toda la música pregrabada, ¿qué sentido tiene eso? Música electrónica es todo, desde Shakira a nosotras, por eso intentamos ramificar un poco la escena y que la gente se vea expuesta a otros géneros, a la hibridez de sonidos.

En España todavía hoy la música latina es sometida a una crítica clasista brutal y en general, el marco musical se ha centrado en la anglofilia más de 20 años. ¿Cómo ha sido esta transición en Argentina?

Aquí hay muchas “disidentas” que no vienen a HiedraH porque se baila reggaeton perro y ritmos inferiores a sus oídos deconstruidos, pero para nosotros es muy importante una concienciación sobre el ritmo. La asimilación de estos ritmos aquí también tiene que ver con el trauma de la violencia. Vengo de un barrio de clase baja y he vivido situaciones de abuso como cada una de las HiedraHs. En esta sociedad, construirte gay estaba centralizado en las divas del pop por una simple cuestión de diferenciación. ¿Cómo vas a escuchar y bailar la misma música del pibe de tu barrio que te quiere matar? A los dieciséis y diecisiete querías bailar Vogue de Madona y luego comprendes que es el crimen de apropiación cultural mayor de la humanidad. Aprendes sobre tu cuerpo y lo que te gusta bailar, y bailas cumbia villera igual que ellos o mejor. Si a alguien molesta nuestro culo es a ellos, no a nosotras.

Cómo vivís la crítica más simplista y generalizada feminista (y no feminista) sobre los ritmos periféricos: “Las letras son machistas”.

Es el ritmo lo que empodera. Antes intentábamos escoger entre el espectro lo que tenía que sonar, si sonaba funk que fuera el de Linda Quebrada. Pero la hegemonía discursiva y narrativa de la palabra ya no es tan importante para nosotras porque hay que entender los espacios desde donde uno viene o contextualizar ciertas músicas mas allá de ciertas frases. Es decir, reconociendo el origen. Cada vez más tenemos que convivir con productos asimilacionistas que nos roban nuestros ritmos: Shakira, Luis Fonsi, Diplo, Rihanna. El punto de inflexión para mí sucede cuando se pierde la agresividad, cuando algo se convierte en un producto amable sin violencia. Por tratar de reconstruirse se está perdiendo la defensa y el punto de fuga.

Respecto al momento político por el que pasa la ciudad, ¿a qué tipo de problemas os habéis enfrentado con el entorno, la seguridad o las empresas de producción?

Por un lado estamos muy acostumbradas a victimizarnos a general. Se llega a HiedraH empoderada porque es un espacio seguro y las bichas saben que siempre pueden contar con nosotras, que estamos para eso y nos cuidamos entre todas. Siempre tratamos de ayudar en todo lo que podemos sin rehuir la visibilidad. Estas son nuestras caras y todo el mundo las conoce. Pero, por otro lado, también sabemos cómo es la vida. No podemos hacernos las taradas y vivir en este espacio de irrealidad que hemos creado. Parte de hacernos cargo de nuestra corporalidad es entender que nuestro cuerpo, nuestra ropa y lo que hacemos molesta o va a molestar al 80% de las personas. Entonces, una no puede jugar a la buena víctima sin más. En ese camino de autoconsciencia hay que aprender a esquivar, a correr, aprender autodefensa, saber pedir ayuda y, por supuesto, no abandonar a nadie.

No se debe juzgar. La ignorancia es ciertamente la mayor de las policías pero tampoco hay que ser policía de la ignorancia porque hay mucha gente que no sabe como tratar a otra persona, que no entiende ciertas identidades y a todas se nos escapa un "a" cuando va un "e". En ese sentido, una tiene que ofrecer la posibilidad de que esa otra persona entienda las reglas del juego. Por ejemplo, yo a todas las personas de seguridad las trato de "a" y se quedan mudas (risas). Además estamos negociando que no exista esa figura de seguridad en la puerta, que sea una persona de nuestro entorno y nuestras fiestas. A la gente de producción suelo incomodarles mucho, me odian por estar siempre pidiendo, pero bueno, negociamos. Otra gente da formación y sensibilización a los trabajadores implicados con entornos como el nuestro, cualquier opción me parece bien.

¿Cómo se desarrolla una actividad disidente y política en un marco comercial? El mensaje feminista está consiguiendo calar por fin en las industrias culturales pero abandonar los márgenes no parece una opción todavía.

Para mí los márgenes componen el centro, es más que necesario mantener cierta marginalidad como fragua para mezclarlo todo y terminar haciendo que la función afectiva del feminismo por ejemplo, sea mas líquida. En los movimientos LGTB enseguida se confunde disidencia con asimilacionismo y en realidad, cualquier política gubernamental con estas democracias indirectas a las que nos sometemos día a día siempre van a terminar llevando a algún tipo de asimilacionismo. No creo que el feminismo sea la igualdad de géneros, no debemos equiparar al macho ni podemos vivir en un mundo con una práctica tan canibalista.

En HiedraH compartimos como características comunes el fracaso asignado o la vida desde lo precario. Estas siempre han sido potencias de HiedraH y actuamos en consecuencia. Con sinceridad. Nosotras a lo largo de estos años no hemos participado en un montón de espacios porque no estamos de acuerdo con muchas de las condiciones políticas de estos espacios, a pesar de que podríamos haber llegado a mucho más público. No considero nuestra práctica una práctica anticapitalista, creo que hay que jugar con los factores que tenemos y en los que ya estamos inmersos para que esto siga siendo una herramienta de afecto.

Os veríais pinchando entonces en festivales internacionales, saliendo de ese conocimiento situado digamos… ¿viniendo al Sónar?

Si no nos incomoda y pagan bien (risas). Por ahora lo que buscamos es generar cierta incomodidad y representar a un montón de gente que está viviendo de forma sincera el poder sentirse propia en su cuerpo. Es impactante ver cómo en una fiesta en Palermo, una zona supercomercial en un local con todo tipo de programación, cada vez son más las que se ponen en tetas. Cuerpos que se despersonalizan pero a la vez se respeta ese cuerpo del otro. Ese es el objetivo, poder bailar de a dos de a cuatro y de a ocho.

¿Cuáles son las líneas de acción para 2018, más calle o más club?

Este año queremos presentar música propia en un compilado de tracks originales de productores latinoamericanos. Habrá productores de Brasil, Uruguay, Chile y Bolivia (y de Argentina que estamos todas nosotras). Se llamará Esquirlas y saldrá, si todo va bien, a mediados de marzo. Tratará el concepto de memoria como contra relato de la memoria a la que llaman tradición. Nos interesa un relato desde la memoria evocativa de cada uno, planteando microdesafíos como ejercicios procesuales como por ejemplo: ¿cómo sonaba la cocina de tu casa o cómo sobaba tu barrio? El resto de los trabajos estarán localizado en que los productores que conformamos el colectivo, (Braian, Brea, Desdel Barro, Moro, Retumb4, Aggromance) puedan sacar su Ep por HiedraH.

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