Saint Laurent pinta a la mujer de negro
Anthony Vaccarello convence en París con una colección repleta de espíritu rockero y piernas desnudas
Para el desfile de su colección de cara al próximo otoño-invierno, presentada este martes en París, Saint Laurent volvió a escoger el escenario grandilocuente que ya había servido de decorado para su anterior colección. La pasarela se instaló otra vez en la explanada elevada del Trocadéro, con vistas envidiables a la Torre Eiffel, cuyas luces tuvieron el detalle de seguir parpadeando hasta el final del desfile, al unísono con las que alumbraban el cuadrilátero de aires industriales que fue construido para proteger a los asistentes del frío polar (en septiembre, en cambio, el desfile había sido al aire libre). El desfile de la quinta colección de Anthony Vaccarello para la histórica firma parisina cerró la jornada en horario ya nocturno, acorde con una escenografía de luces y humo que recordaba a un club nocturno o a un concierto de arena rock. En la primera fila, se sentaron musas de ayer (Catherine Deneuve) y de hoy (Charlotte Gainsbourg).
“El desfile empieza con siluetas oscuras, con una elegancia afilada y misteriosa, y luego todo se transforma en una atmósfera colorida y opulenta”, explicó Vaccarello. “Me gusta mucho la dualidad de la mujer, que me parece muy Saint Laurent”, añadió el diseñador belga. Pese a todo, predominó la primera vertiente, y de lejos. Una aplastante mayoría de sus modelos, que llevaban a cuestas una marcada aura rebelde y caminaban a toda prisa, iban de negro estricto. El color fetiche de Vaccarello, ya desde los tiempos de la extinta marca que llevaba su nombre, apareció declinado en cuero, pero también en terciopelo o muselina, en un juego de texturas que podía recordar al que propinían ciertos diseños históricos de Yves Saint Laurent.
De hecho, Vaccarello aseguró haberse inspirado en la mítica colección Paysanne russe de 1976. Las pañoletas que lucían algunas modelos parecían un guiño explícito a aquellos diseños añejos. Otras llevaban turbantes o sombreros inclinados de tipo traveller, siempre en tonos oscuros. El diseñador insistió también en la desnudez de las piernas proponiendo innumerables microshorts y botas menos altas que en las últimas dos temporadas. “No hay que esconder las piernas”, dijo en el backstage sobre otra de sus fijaciones, heredada de una infancia en la que quedó boquiabierto ante las veline de la televisión italiana, que veía cada domingo con su abuelo siciliano. Del contraste entre esa cultura mediterránea y el rigorismo belga surge gran parte del lenguaje visual de Vaccarello.
La segunda parte del desfile estuvo protagonizada por una veintena de looks masculinos, de idéntico espíritu rockero y noctámbulo, en los que Vaccarello vuelve a proponer siluetas estrechas y trajes de terciopelo, entre los que también destacaban dramáticas capas dignas de un vampiro, chaquetas con reflejos dorados o iridiscentes y una chapka gigantesca y hasta con flequillo llamada a ser imitada hasta la saciedad. Para el tercer acto, centrado en los trajes de noche, Vaccarello propuso una serie de vestidos negros con pliegues de alta costura y escotes de formas ovaladas y envolventes. Y, antes de terminar, irrumpió, por fin, el color, en ráfagas breves pero potentes, a través de varios minivestidos cortos y llenos de bordados florales, lentejuelas destellantes y hombreras prominentes.
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