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Los niños de Dios En Uganda más del 56% de la población es menor de 18 años y los niños forman el colectivo de pobres más numeroso. Solo en Kampala, la capital, más de 10.000 menores viven en la calle Uganda tiene una de las poblaciones más jóvenes del mundo: más del 56% de sus habitantes es menor de 18 años. Y ellos conforman el colectivo más numeroso que vive en pobreza. Solo en Kampala, la capital, hay más de 10.000 menores sobreviviendo en las calles, según Unicef. En la imagen, una plaza en el barrio de Kisenyi, donde muchos juegan, duermen o queman basura. La mayoría de menores habita en barrios marginales o en guetos donde pueden obtener algún tipo de protección de otros en la misma situación y donde pueden esconderse de la sociedad. Como estos chicos, que posan a las seis de la mañana en el barrio de Kisenyi, justo antes de salir a buscarse la vida. Para obtener dinero y sobrevivir, los menores trabajan allí donde algo encuentran, en la demolición de edificios, descargando camiones o ayudando a vender alimentos. Los más pequeños se afanan recogiendo botellas de plástico o chatarra de metal. En la imagen dos chicos rebuscan en un cubo de basura en Kampala (Uganda). Los niños que recogen botellas de plástico pueden ganar unos 200 chelines ugandeses por kilo, alrededor de cuatro céntimos de euro. Un voluntario de la ONG Amari Uganda estima que el 80% de los niños de entre ocho y 14 años que viven en la calle se ganan la vida así. En la imagen, un saco lleno de botellas vacías recogidas en barrio de Kiseny, Kampala (Uganda). Sin acceso a agua potable, alimentos, atención médica, refugio, educación y protección sobreviven los niños vagabundos en Uganda. Están, además, expuestos a todas las formas de explotación y abuso, como la violencia, la violación, las drogas, el robo o incluso las detenciones ilegales. Este chico ha recogido dos kilos y ganado 400 chelines ugandeses, menos de diez céntimos de euro. Comprará un huevo para comer y un poco de gasolina para esnifar, asegura. Alrededor del 30% de niños criados en la calle en Uganda se convierten en adultos desempleados que posteriormente formarán sus propias familias también en un entorno de pobreza, por lo que sus futuros hijos repetirán su destino cerrando así un círculo perverso. El agua limpia en los guetos es un lujo. La mayoría de los menores no tiene acceso a ella, por lo que se lavan y limpian su ropa con agua contaminada. Además de muchos peligros para su seguridad y su salud, viven en una incertidumbre que puede durar años, sin ninguna esperanza de cambio. Imagen en Kampala (Uganda). Por la noche, los niños se reúnen en un espacio para dormir juntos. Antes, ven películas que compran por 1.000 chelines (25 céntimos de euro). Esta es su única ventana a otros mundos y uno de los pocos momentos en los que pueden olvidar su dura realidad. Algunos adultos que viven en la calle desde que eran niños padecen enfermedades, a veces incurables, como el VIH. En 2016, el Ministerio de Salud anunció que alrededor de 1,3 millones de ugandeses tenían el virus. La medicación antiretroviral es gratuita en este país, pero hay que tomarla después de comer y mantener una buena dieta. Para muchos, tener pastillas no es solución porque no tienen comida o su dieta carece de los ingredientes básicos. A pesar del tratamiento gratuito y de que hoy día se pueda vivir con VIH por mucho tiempo, mucha gente muere a causa del sida: solo en 2016 perdieron la vida 28.000 enfermos. De vez en cuando, los menores reciben comida de las ONG que trabajan en los guetos. Para la mayoría es el único sustento del día: alrededor del 80% de niños entre ocho y 16 no tienen dinero para comer más allá de una vez. Además esta única ración es siempre la misma: posho (harina de maíz) con frijoles. La sensación de que hay suficiente para todos a menudo provoca peleas. Los menores acuden a los puestos callejeros en busca de las sobras, pero generalmente se van a dormir con el estómago vacío. Los adultos que viven en la calle son menos vulnerables y consiguen alimentarse dos veces diarias. Platos de comida que aporta una de las organizaciones locales que asiste a los menores de la calle. Mas de 120 chicos de la calle acudieron a almorzar este día. Unos de los principales problemas de los niños de la calle es la violencia. Pueden ser golpeados sin ninguna razón y después no obtienen asistencia médica porque es demasiado cara para ellos. Una consulta básica cuesta unos mil chelines ugandeses (0,28 céntimos de euro). Si se cortan o tienen heridas, puede subir hasta los 10.000 chelines. Y si les han pegado y tienen que ir al medico con muchas heridas, las curas cuestan hasta 50.000 chelines, unos 15 euros. Al final, solo pueden contar con ellos mismos y con la ayuda de sus compañeros. Algunos tienen la oportunidad de dormir en contenedores vacíos, pero no de forma gratuita. Estos tienen propietarios que piden dinero por permitirles pasar la noche. Los niños se juntan en grupos grandes y, con la ayuda de voluntarios, pueden alquilar uno durante un tiempo. Las velas se convierten en la única fuente de luz. Los niños, desde edad muy temprana beben, fuman y toman drogas. Suelen empezar a partir de los 10 años. El Gobierno de Uganda no ha cumplido con las obligaciones de proteger los derechos de los menores y la política no se centra en los factores que los expulsaron a la calle, según ha denunciado la organización en defensa de los derechos humanos Human Rights Watch en su informe de 2015 titulado '¿Dónde quieres que vayamos? Abusos a los niños de la calle de Uganda'. Los niños sinhogar no tienen suficiente dinero para comprar comida o zapatos. Tener un peluche se convierte en un lujo. Para HRW, si no se implementan políticas de protección efectivas, Uganda podría perder toda una generación, un impacto muy negativo en el desarrollo del país.