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La escuela coránica que protege a los transgénero

Este centro en Yogjakarta, en la isla de Java, es refugio de la comunidad LGTBI en un momento en el que arrecian los ataques contra ella en Indonesia

Según Human Rights Watch hasta 2015 el ambiente de Indonesia con la comunidad LGTBI era de tolerancia.
Según Human Rights Watch hasta 2015 el ambiente de Indonesia con la comunidad LGTBI era de tolerancia.Riccardo Pareggiani
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En el centro de la isla de Java, la principal del archipiélago indonesio, se encuentra la bohemia ciudad universitaria de Yogjakarta. La joya de la corona de una intensa actividad cultural alternativa, rica en bares, cafés, clubs, con una mirada en los modelos occidentales de vida. En la ciudad vive Shinta Ratri, una señora transgénero de 54 años, muy elegante y educada, líder de la única escuela coránica en el mundo por y para lesbianas, gais, bisexuales y transexuales (LGBT): la Pondok Pesantren Waria al Fatah.

Llegar a la escuela no es fácil. El edificio se encuentra escondido en un laberinto de callejuelas en un distrito remoto de la ciudad, cercano a la zona de los antiguos mercados. Ratri fundó este centro en su vieja casa con el fin de crear un lugar donde los waria, pudiesen rezar juntos, sin permanecer aisladas en sus casas. Waria es una palabra que combina los términos indonesios wanita (mujer) y pria (hombre), y se usa para definir a los transgénero. Esta comunidad ha perseguido desde hace más de una década el reconocimiento formal como tercer género además de la paridad a nivel religioso, en un ambiente cada vez más conflictivo.

El intento de Ratri es el de abatir aquel precepto religioso, dejando atrás el binarismo de género, que exige tanto a hombres como a mujeres que recen separados en la mezquitas, en los lugares y momentos de culto. “Hemos sufrido varios ataques armados intimidatorios, que buscaban que cerrásemos la asociación, operados por parte de las falanges más intransigentes del Front Pembela Islam y del Front Jihad Islam, los movimientos islamistas radicales que operan en la Región de Java. Lo más importante para todas nosotras y nosotros es demostrar que el islam acepta a las personas transgénero y que es una religión para toda la humanidad”, admite Ratri.

En la misma escuela se efectúan diferentes actividades sociales con el fin de enlazar las relaciones entre la comunidad LGBT y la sociedad civil: comidas, cenas, fiestas tradicionales como el Eid al Adah... Cualquiera del vecindario es bienvenido. Lo que une a todos en la escuela es el culto del Corán, que se estudia rigurosamente bajo la supervisión de Ratri. “Desde que tenía 10 años, lo que me interesaba no era jugar con los chicos, sino estar con las niñas, vestir como ellas, compartir sus necesidades. Nunca temí repercusiones en mi vida social o familiar”, explica, “No soy transgénero por simple elección, este es mi destino”, concluye.

Un enorme problema de la comunidad LGBT en este país es que los afectados puedan permitirse el tratamiento sanitario contra la difusión del SIDA/VIH

Ratri forma parte de una familia de ocho hermanos y hermanas que han sabido aceptar su condición desde temprana edad. Muestra orgullosa fotos antiguas de la escuela que hoy dirige. En ellas aparecen miembros de su familia participando en las actividades del centro. “Mi condición es totalmente aceptada, por esto me siento muy afortunada; no todos los waria son aceptados por sus seres queridos. Las personas transgénero no son, generalmente, objeto de esclavitud sexual en Indonesia, pero siguen viviendo en una circunstancia de extrema marginalización, analfabetismo y exclusión social”, asegura.

No todos cuentan lo mismo. “Mi vida no ha sido tan fácil como la de Ratri. Mi familia primero y en el trabajo después nunca fui aceptada, la Waria al-Fatah es ahora mi familia, mi vida, mi trabajo”, señala Dewi, otro miembro de la escuela que desde hace más de cinco años reside allí de forma permanente.

La asociación de Ratri no solo promueve que sus miembros logren la plena inclusión en la sociedad, sino que también les enseña a prevenir infecciones sexuales, les proporciona una pequeña ayuda económica y educación espiritual, pilar fundamental para la plena inclusión en la comunidad de Indonesia. “Un enorme problema de la comunidad LGBT en este país es que los afectados puedan permitirse el tratamiento contra la transmisión del VIH-sida. Que lo consigan es uno de los principales objetivos de la asociación”, apunta Ratri. "El tratamiento es muy duro y muy caro, y el Gobierno no provee ninguna subvención”.

La comunidad transgénero en Indonesia es bastante numerosa, no existen cifras exactas, pues nunca se ha realizado un censo oficial. Según Ratri, que acoge a personas desde todo el país, solo en la ciudad de Yogyakarta hay 372 personas transgénero; y en toda la isla de Java, más de un millón. En los últimos años, el número de radicales religiosos se ha incrementado de forma evidente. En febrero de 2014, una ley nacional supuso un punto de inflexión al permitir al gobierno regional de la isla de Sumatra la reintroducción de la sharia. En 2016 y principios de 2017, los ataques organizados por grupos islamistas y las numerosas detenciones hechas en el marco de operaciones policiales contra la comunidad LGBT (uno de ellos llevó frente al tribunal de Jakarta, en solo un día, más de 140 personas) han alarmado la capital.

El ministro de Defensa de Indonesia, describió el movimiento LGBT como una forma de guerra moderna útil para socavar, debilitar, la credibilidad de Indonesia”

La homosexualidad no es ilegal en Indonesia, sin embargo, dada la creciente influencia de los grupos islamistas en el Gobierno nacional, a menudo los miembros de la comunidad LGBT son perseguidos y condenados por crímenes relacionados con la pornografía, blasfemia y sodomía. Muchas veces las condenas tienen un carácter vejatorio y son aplicadas en forma de violencia física como la flagelación pública.

Según Human Rights Watch, hasta 2015, la comunidad LGBT vivió en Indonesia en un ambiente de tolerancia, pero en los primeros meses del 2016, el reemplazo de cargos políticos regionales y la intensificación de la propaganda islamista del grupo Front Jihad Islam, muy activo en las zonas conservadoras de Java y Sumatra, ha producido una evidentemente involución en materia de derechos civiles. 

A principios de 2016, Ryamizard Ryacudu, ministro de Defensa de Indonesia, describió el movimiento LGBT como una forma de guerra moderna útil para socavar, debilitar, la credibilidad de Indonesia”. El mismo año el vicepresidente, Jusuf Kalla, ha presionado al PNUD (el programa de Naciones Unidas por el Desarrollo) para que el fondo que dedica al cese de las hostilidades y la discriminación hacia la comunidad LGBT, fuese suspendido.

Según la opinión del activista de los Derechos Humanos, Juli Susanto, miembro de Inset, una organización que opera en la isla de Lombok, que se dedica a la protección de los derechos de la comunidad transgénero, sostiene que muchos problemas amenazan aún la vida de los LGBT en las áreas más remotas del país. “En las islas del norte y Sumatra, los problemas están ligados a la resistente, y siempre más vigorosa, fuerza de los grupos radicales; aquí en el sur, Bali, Lombok, en las islas de las especias, la gran falta de control sanitario y educativo tiene su origen en la dificultad de comunicación con el centro de Indonesia”, apunta.

Juli sigue detectando una condición marginal de los transgénero: “Es difícil identificar a personas que necesitan ayuda porque son ellas mismas las que son reacias al revelar su estado públicamente” . Para sustituir la ausencia de programa social por parte de las instituciones, la ONG de Juli Susanto proporciona programas de educación sexual y controles sanitarios para evitar la difusión de VIH-sida. Un pequeño grano de arena en medio de una situación difícil para esta comunidad.

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