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La burla de la razón produce monstruos

A propósito de los insultos de Bernat Dedéu a Lluís Bassets

Juan Cruz
Perfil de Twitter de Dedéu.
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Condenado Bernat Dedéu por insultar y vejar al director adjunto de EL PAÍS Lluís Bassets

Con la razón se pueden hacer muchas cosas. Una, aplicarla, y da buenos frutos. Otra, desdeñarla, y entonces se vuelve contra ti. Cuando desdeñas a otro, la razón opta por lo más bajo de la conversación: la burla, el desprecio, la altanería, la pedantería, el goloso placer de destruir al otro lanzando carcajadas huecas que solo actúan como autorretrato. Hay en esa zona peligrosa y resbaladiza un subproducto de la razón desdeñada, que es farfullar chascarrillos para que te aplaudan los tuyos, los convencidos.

En todos estos supuestos de la razón desdeñada para ganar aplausos (o retuits) cae como una mosca en un azucarero el filósofo catalán, aspirante a héroe popular, Bernat Dedéu, nacido en 1979, y sin duda representante de lo peor que ahora mismo producen las redes sociales. Es profesor y tuitero, y si ves atentamente su perfil de Twitter, su currículo, e incluso su escritura, pensarías que estás ante una personalidad dispuesta a romperle las costuras a la historia reciente del pensamiento. Pero se ha entregado a la zascandilería tuitera, a insultar para hacer gracia. A veces le he preguntado en Twitter si es verdaderamente él quien propende a esas barbaridades no solo irrespetuosas sino dañinas para cualquier pituitaria ennoblecida por la duda. Su militancia independentista, sin duda respetable, ha sido utilizada por él para burlarse de todo aquel que no ejerce su credo, y esa carcajada en la que cada día moja su pluma alcanza a almas nobles, de los que no son de su lado e incluso de los que parecen también de su lado.

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Y no es que sea ecuánime, es que parece que escribe tan solo para dañar, y que cuando se cansa de dañar a un lado arremete contra el otro seguramente para exhibir orgulloso víctimas de todos los colores.

Ha llegado, en su persecución alevosa de enemigos que son simplemente personas que no son de su modo de pensar, a atacar a ciudadanos cuya única voluntad (en el caso catalán que tanta pasión como denuestos desata) es la de expresar lo que sienten, como catalanes y como ciudadanos, lo que les parece, lo que ocurre.

Entre esos ciudadanos zaheridos está Lluís Bassets, director adjunto de EL PAÍS en Catalunya y una de las personas más admirables entre los periodistas (y los catalanistas) que he conocido. Bassets le acaba de ganar a Dedéu un pleito para que el filósofo se desdiga de sus insultos al periodista.

Bassets es compañero mío en EL PAÍS desde 1982, cuando nuestro periódico apareció en Barcelona, al mando de otro periodista admirable, Antonio Franco. Aparte de filósofo, periodista, y gran escritor, Bassets era el más catalanista de todos aquellos compañeros que engrosaron y dieron calidad a nuestra redacción común. Él me ayudó a entender y a amar y a respetar a Cataluña, y sobre todo a sentir cómo se puede amar a una tierra, divulgando sus saberes, su poesía, su historia y su cultura. Me hice catalán, sobre todo, por Raimon, por Serrat y por Salvador Espriu, y me hice más catalán por todos aquellos compañeros, como Bassets y Franco, que me dieron lecciones de cultura democrática desde un nacionalismo cultural que se basaba en la razón y en la historia.

Los insultos que Dedéu le ha dedicado, a él y a otros que no opinan como él, han sido dardos y heridas que he sentido como propias, como ciudadano y como periodista, y como lector y amigo de Bassets, tan respetuoso siempre con la opinión ajena, tan delicado ser humano. La grosería del filósofo que le ha insultado no merecería ni una línea después de la sentencia judicial, porque esa pieza de justicia es la mejor crónica pública de los desmanes del joven Bernat. La alegría que me ha producido la lectura de esa sentencia se proclama aquí porque avisa a quienes tienen por costumbre usar el desdén y la burla para referirse a aquellos con los que están en desacuerdo.

La burla de la razón produce monstruos. El burlón en este caso es Bernat Dedéu, quien ha de revisar su perfil de Twitter para añadir ese concepto, el burlón, para que la gente no lo asocie, de primeras, con un filósofo. Filósofo es el que duda. Dedéu no duda, lanza sus certezas con la parte de la boca a la que no le llega la razón de la duda.

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