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TV3: “No me mires: créeme”

La apelación a los tribunales de la cadena catalana sobre un artículo publicado sobre ella en EL PAÍS abre una vía insólita que pone en guardia a los periodistas y a los espectadores

Juan Cruz
Pancartas a favor del 'sí' en el 1-0 en una fachada de TV3.
Pancartas a favor del 'sí' en el 1-0 en una fachada de TV3.Joan Sánchez

A TV3 le sentó mal que Íñigo Domínguez, periodista de EL PAÍS, que se distingue por ver hasta las rendijas, se pusiera a verla y emitiera su propia visión de lo que contempló en el beligerante canal catalán. Y como le sentó mal a TV3 el modo que tuvo nuestro compañero de expresarse sobre esos programas, informativos o no, las autoridades de la emisora pública apelaron a los tribunales para que estos actuaran contra este periódico. Abrieron, pues, una vía insólita que pondrá en guardia no sólo a los periodistas, sino a los propios telespectadores que alguna vez se sientan descontentos con la ética o con la estética de lo que contemplen en sus pantallas. Así pues, cuidado con ver TV3 y expresar luego una opinión sobre lo que has visto.

Lo que hizo Íñigo Domínguez fue lo que hacen los comentaristas o los críticos que escriben en los medios sobre la creación ajena, sea esta televisiva, cinematográfica, artística o literaria. Lo que se emite o se publica o se expone merece el juicio ajeno, y este es, según todos los libros de estilo que puedan consultarse al respecto, libre como cualquier opinión que se ajuste a los códigos de respeto y de verificación propios del oficio. Íñigo Domínguez documentó su trabajo en lo que emitió la citada cadena, todo lo que dijo tiene que ver con lo que vio. No hizo ficción ni hizo crítica: describió lo que se puede verificar. Dijo lo que vio, y en todo caso explicó lo que documentaba, lo que le sorprendió, desde el interés porque el ciudadano supiera qué estaba pasando en el principal medio televisivo catalán, de dependencia estatal, durante los momentos transcendentales que se siguen sucediendo en Cataluña. Y lo publicó en este periódico, que cumplió con la ambición legítima de los medios: explicarle a la gente aquello que se refiere al interés general de la gente.

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El resultado de ese trabajo se puede poner en contraste con lo que hizo TV3 durante este periodo. Y es evidente que TV3 decidió por su cuenta y riesgo magnificar hechos o disminuirlos en virtud de los intereses del llamado procès. Hasta el último instante y hasta ahora mismo TV3 ha hurtado informaciones o las ha colocado en un espejo deformado para que el maldito Estado saliera peor en la foto; al Jefe del Estado, por ejemplo, lo recluyó en el periodo navideño en el canal menos visible para que ese sitio de privilegio, su primera cadena, lo dominara el president en exili…

Lo que vio Domínguez y TV3 no quiso que viera lo pudo ver todo el mundo, o lo podrá ver si busca en ese canal los programas a los que hizo referencia el periodista. Su crónica fue tan precisa y tan contrastable como la que hizo, hace siglos ya, Pedro Altares cuando se puso delante de la única cadena nacional, en tiempos de Franco, para explicar en Cuadernos para el Diálogo de qué manera el régimen manipulaba la realidad o bien adormecía a la sociedad emitiendo programas cuyo interés era el de desviar la atención del público fuera de las preocupaciones del momento.

La manipulación a la que TV3 ha sometido a lo largo de estos últimos tiempos todo lo que viene ocurriendo en Cataluña es del dominio público. Otra cosa es que la militancia que la jalea o la dirige quiera asomarse a los almanaques del martirologio y confunda información o programas con el estímulo a actitudes que las leyes contemplan como presuntamente delictivas. Exigir a un periodista que no cuente lo que ve es incompatible con la libertad de expresión. Perseguir al medio que lo acoge es insólito y responde solo a la intención de TV3 de seguir diciendo lo que le viene en gana sin que ni siquiera le tosan las autoridades que se supone que velan por la idoneidad de su carácter de servicio público. Decir cómo has visto lo que ves es un derecho. Tergiversar ese derecho es un bumerán que TV3 ha lanzado contra el periodismo quizá porque la emisora estatal catalana quiera suspender el ejercicio del oficio para beneficio de aquellos a los que jalea incondicionalmente.

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