Oscuras navidades de Pablo Iglesias
Si Iglesias no ahuyenta de sus alrededores la tentación de la caricatura y regresa al terreno de las ideas le pasará lo que ocurrió en Vistalegre
Un año después de que un ejército de espontáneos tolerados por él arremetiera hasta el degüello contra Íñigo Errejón y todo lo que se moviera en torno a ese nombre, Pablo Iglesias afronta unas nuevas navidades oscuras. Entonces los suyos le preparaban el terreno para que no tuviera sombra en Vistalegre. Y hubo más que palabras. Ahora ya no hay ni palabras.
Tras el descalabro catalán, batalla en la que brilló la dignidad pero no la fortuna de Xavier Domènech, el silencio se ha hecho dueño de aquellos intrépidos tuiteros y el propio líder de la formación morada ha guardado un silencio que denuncia el abandono que Pablo Iglesias hace de su principal baza política, la palabra. En aquella ocasión, cuando Irene Montero y los que la siguieron, Pablo Echenique, Rafa Mayoral, Ramón Espinar, Juan Carlos Monedero, ensayaron el nefasto eslogan contra Errejón para ponerle jabón bajo los zapatos, el líder también guardó silencio, pero era una estrategia.
Ahora el silencio que ha seguido al ruido de las elecciones catalanas llama más la atención, pues lo que ocurre afecta al Estado y la esencia de la acción política de Podemos es servir, en el Estado, de contrapeso a aquellos que el mismo Iglesias ha descalificado para seguir gobernando o, en el caso del PSOE, para volver a gobernar. Lo que ha pasado después de Cataluña, en medio del silencio que guarda Pablo Iglesias, es que un ejército menor de tuiteros ha celebrado, por ejemplo, la interpretación que Juan Carlos Monedero ha hecho de un impostado discurso paródico del que todos los años por esas fechas pronuncia el Rey. A Pablo Echenique, por ejemplo, le pareció estupenda esa broma, y la celebró como antes se celebraban las invectivas de Iglesias. Con aplausos y risitas.
El asunto es grave ahora. Podemos tiene una fuerza social que, aunque decreciente según las encuestas, aglutina aún a ciudadanos que han optado por esa formación para abordar una oposición que tenga al Estado como problema y a su futuro como objetivo. Podemos ha abandonado la dialéctica para refugiarse en luchas intestinas que ahora se apagan simplemente por falta de entusiasmo en la participación. Y lo que hacen los más dicharacheros es caricatura de la realidad, como si sólo burlándose de la realidad ésta dejara de existir.
En medio de esa concentración de gracias naufraga el discurso de Podemos, pues ha dejado de tenerlo. Se desdeñó la presencia dialéctica de Carolina Bescansa, y a ninguno de los tuiteros de guardia les pareció relevante ese hecho mayor de las pérdidas de la formación que dirige Iglesias. En este momento en que a España no le sobra pensamiento de izquierdas que Podemos se haya privado de esa voz no es un problema simplemente morado. Este desdén navideño se presenta ahora, otra vez, en el seno de un Podemos que no suma sino que tacha. Si Iglesias no ahuyenta de sus alrededores la tentación de la caricatura y regresa al terreno de las ideas le pasará lo que ocurrió en Vistalegre: gana con los suyos pero se queda solo en medio de un desierto de halagos.
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