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Mónica Naranjo, de diva distante a jueza villana

“No quiero egos, el ego está reservado solo para los más grandes”, advierte la cantante, ahora jurado de ‘OT’

La cantante Mónica Naranjo.
La cantante Mónica Naranjo.
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Mónica Naranjo sabe lo que es triunfar. Es una de las grandes estrellas de la música española y precisamente en este 2017 se cumple el 20 aniversario del disco que la encumbró, Palabra de Mujer. Un álbum que con exitazos como Desátame o Entender el Amor vendió dos millones y medio de copias. Dos décadas después y con 43 años, la cantante de Figueras acaba de iniciar una etapa en su carrera como parte del jurado de la nueva edición de Operación Triunfo. Después de la primera gala del lunes pasado se puede decir que, observando los comentarios sobre ella en las redes sociales, la artista está lejos de aquellos años dorados. Podrían resumirse en que de los tres jueces, ella es la única cantante y sin embargo se mostró poco cariñosa con los concursantes. Unas críticas, acertadas o no, que no desentonan con la trayectoria de Mónica Naranjo. Una diva del pop cuya principal arma ha sido siempre su voz espectacular y no su simpatía, y que nunca trató de ganarse al público haciéndole partícipe de los entresijos de su personalidad o de su vida privada.

“No quiero egos, el ego está reservado solo para los más grandes”, espetó Mónica Naranjo a los concursantes de OT como principal consejo de ahora en adelante. Lo dijo con una media sonrisa y mirada desafiante. Imposible determinar si pretendía marcar distancias o buscar complicidad. Se puede interpretar como una enseñanza para unos jóvenes que se están formando como cantantes, o como una advertencia por parte de una artista consagrada que no piensa permitir que a unos aprendices se le suba la fama a la cabeza. O ambas cosas a la vez. Una ambigüedad que la diva catalana ha transmitido constantemente desde que hace veinte años apareciese por primera vez en España con el pelo mitad moreno mitad rubio platino. Fue en el Sorpresa, Sorpresa presentado por Isabel Gemio, donde vestida de diosa griega Naranjo interpretó Desátame. El artífice de su original melena, el peluquero Rupert, la presentó como “la Madonna española”. Desde ese día se sucedieron varios años de éxito arrollador, pero también de pocas entrevistas y mucho hermetismo personal. Pese a su fama, Mónica Naranjo ha conseguido preservar su intimidad y reducir al mínimo su presencia en la prensa del corazón. Se casó en 1998 con su representante Cristóbal Sánsano, pero se divorció cuatro años después. En el peor momento de su vida, coincidiendo con la muerte de su hermano, Mónica conoció a su actual marido, Óscar Tarruella. Fue en 2003, y él era un Mosso d'Esquadra que acudió a la casa de la cantante porque se había producido un robo en el inmueble. Surgió el amor, y Mónica adoptó como suyo a Aitor, el hijo de Tarruella.

Desde sus inicios Mónica Naranjo empleó, conscientemente o no, una táctica clásica de diva ideal para cuajar entre un colectivo determinado, pero que la alejó del gran público que suele preferir artistas más cercanos. Precisamente el principal valedor de su éxito, el público gay, es el que más ha cuestionado su papel en la primera gala de OT. Tras la actuación de Ricky, uno de los concursantes, la valoración de Naranjo fue: “Me tenía que haber latido el corazón a mí y al resto de chicas”.

Manuel Martos, Mónica Naranjo y Joe Pérez-Orive, jurados de 'OT'.
Manuel Martos, Mónica Naranjo y Joe Pérez-Orive, jurados de 'OT'.

Los comentarios en Twitter eran de indignación al considerar incomprensible que un icono LGTB no contemplase la opción de que a muchos chicos también les emocionase. La ahora jueza de talent shows también quiso dejar claro que sigue siendo una artista. Inauguró la gala interpretando uno de sus últimos temas. Aunque las ventas y repercusión de sus trabajos no son las de hace años, Mónica Naranjo continúa activa y creativa en lo musical. Mientras los participantes intentan aprender a cantar como ella.

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