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El BLOG DE LA DEFENSORA DEL LECTOR
Tribuna
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La atención de los superdotados

Quejas por las afirmaciones que se hacían en un reportaje sobre los falsos diagnósticos a niños con altas capacidades intelectuales

Un aula de niños de tres años en un colegio de Málaga.
Un aula de niños de tres años en un colegio de Málaga. García-Santos

Los niños superdotados pueden enfrentarse a un verdadero calvario en la escuela y en el proceso de inserción en una sociedad que, obviamente, no está a su altura. Uno de los problemas más frecuentes es el de recibir, además, un diagnóstico erróneo. De todo esto trataba el reportaje Los falsos diagnósticos publicado el pasado domingo en la edición digital, y al día siguiente en la edición impresa (“Un falso diagnóstico”).

El reportaje partía del relato de la madre de un joven superdotado (Enol), tratado erróneamente por un trastorno de déficit de atención (TDAH) y medicado de acuerdo con ese diagnóstico. Ateniéndose al testimonio de la madre, en el texto se decía que la muerte del joven se había producido en un accidente de tráfico "cuando conducía medicado”. En el reportaje se afirmaba, además: 'El medicamento que se administra en el caso de los pacientes con déficit de atención es el metilfenidato, un derivado de la metanfetamina que puede generar, según los especialistas, adicción además de otros efectos secundarios como alteraciones en el sueño, en el peso y en el crecimiento'.

El mismo lunes me escribió un lector, Luis Morrás, para quejarse del artículo que, “como ocurre con frecuencia” al abordar el TDAH, contiene en su opinión “inexactitudes, tópicos y generalizaciones”. “En este caso, el articulista aprovecha el tema principal para inducir valoraciones negativas sobre la medicación con metilfenidato. Este medicamento no causa adicción, aunque sí puede producir alteraciones en el sueño (insomnio) o pérdida de apetito. Lo que es inaceptable es que insinúen que un joven murió porque conducía medicado, cuando lo que produce el medicamento es un incremento de la concentración y mejora del control de la impulsividad entre otras cosas. Es decir, que en realidad reduce la probabilidad de accidente”. El mismo lector critica las declaraciones que se recogen en el texto de una psicóloga, y concluye: “Lo peor del caso es que mucha gente que lee su periódico da por buenas las inexactitudes tendenciosas que se vierten en este artículo”.

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Al día siguiente llegó a mis manos la carta de Mariano Trillo Garrigues, médico psiquiatra infanto-juvenil en la que hace constar su “malestar”, “compartido por muchos compañeros de la Asociación de Psiquiatría del Niño y del Adolescente”. En la que señala: “En primer lugar, las altas capacidades y el TDAH no son mutuamente excluyentes, y ambos pueden causar dificultades tanto en el rendimiento académico como en el ajuste social. Las medicaciones de primera indicación para el TDAH son estimulantes del cerebro, y existe rotunda evidencia científica de que ayudan a estos pacientes a reducir su propensión a accidentes de tráfico, ya que mejoran la concentración y disminuyen las conductas impulsivas. Por añadidura, no son sedantes, aunque ayudan a pacientes de excesiva actividad física a controlarse mejor, y está científicamente demostrado que no solamente no producen adicción sino que ayudan a prevenir otras adicciones. La propensión a accidentes está asociada al propio TDAH por la búsqueda de sensaciones intensas que presentan muchos de estos pacientes, que se reducen con el tratamiento. Y en cualquier caso muchos jóvenes tienen accidentes de tráfico por su inexperiencia o por mala suerte”.

He remitido estas quejas a la sección de Noticias, donde se realizó y publicó el reportaje y he recibido la siguiente respuesta:

“Los efectos secundarios de la medicación que se señalan en el texto fueron apuntados por el psiquiatra José Luis Pedreira, exjefe de psiquiatría del Hospital Niño Jesús y por Arturo Vilorio, ponente en el congreso El Mundo Del Superdotado, con quien se contactó para la elaboración del reportaje aunque no se mencionan en él. Como en otros muchos casos, se ha recurrido a una fuente que nos sirve para contextualizar pero que no destacamos en el texto. En cualquier caso, se señala que ese medicamento “puede” generar adicción”.

“En el texto se habla de la muerte de Enol, “cuando estaba medicado”, según nos relató su madre, quien insistió en que se había enganchado a la medicación. No decimos que sea consecuencia de ello”.

Ante estas explicaciones, que envié inicialmente al señor Morrás, este respondió poniendo en duda que el profesor Pedreiras hubiera podido hablar de que los medicamentos en cuestión puedan generar adicción, cuando esto no consta entre los efectos secundarios de los mismos. Y añade respecto a la explicación que por qué se señaló en el texto que Enol conducía medicado cuando sufrió un accidente mortal: “Aunque es cierto que no pone "tuvo un accidente porque estaba medicado", sí insinúa que hay una relación por el hecho de mencionarlo (y no si tenía sueño, hambre, había comido demasiado, tenía prisa, etcétera). No puedo dejar de destacar que en el prospecto de [el medicamento] concerta no hay recomendaciones en contra de conducir, como sucede -por ejemplo- con los medicamentos contra el catarro”.

Entiendo que las objeciones fundamentales al reportaje son dos, a tenor de lo que denuncian ambas cartas:

En primer lugar, se discute que el metilfenidato que se administra a los pacientes con TDAH, pueda llegar a causar adicción. Ante las dudas planteadas he hablado por teléfono con el profesor José Luis Pedreira, exjefe de psiquiatría del Hospital Niño Jesús de Madrid, quien reitera: “Algunos medicamentos que se administran a los pacientes con TDAH podrían causar adicción. Son derivados de las anfetaminas y siempre que se utilizan las anfetaminas hay adicción, al menos psicológica”.

Respecto a las circunstancias en las que se produjo el fallecimiento en accidente del joven Enol, creo que los lectores tienen razón. Aunque no se acuse directamente a la medicación del accidente, es indudable que al aportar ese único dato a las circunstancias en que se produjo, se hace recaer en él, indirectamente, la responsabilidad del suceso.

Hubiera sido importante también señalar en el texto que el falso diagnóstico de TDAH que reciben a veces los superdotados, no siempre es falso, dado que dicho trastorno no es incompatible con un alto coeficiente intelectual.

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