Juan Urdangarin cumple 18 años marcado por el ‘caso Nóos’
El primogénito de la infanta Cristina es un joven reservado, deportista al que le interesa las labores solidarias
Cuando nació, su padre, el entonces duque de Palma, anunció que se llamaría —en homenaje a sus dos abuelos— Juan, “solo Juan”, en un intento de establecer una diferencia con otros niños de familias reales a los que se les acostumbra a poner varios nombres. Pero al final le añadieron Valentín de Todos los Santos. Valentín, en recuerdo de San Valentín de Berriotxoa, misionero vizcaíno antepasado de la familia Urdangarin, canonizado en 1988. Y, como es costumbre en la Familia Real, se le añadió “de Todos los Santos”. Su madrina fue la infanta Elena y su padrino Miguel, el único hermano varón de su padre. Fue un bebé grande que pesó 4 kilos y 70 gramos y midió 53 centímetros. Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarin posaron dos días después de la llegada al mundo de su primer hijo a las puertas de la clínica Teknon de Barcelona. Representaban entonces la imagen de una familia feliz y moderna que muchos calificaron como el nuevo aire necesario para la renovación de la monarquía española. Ese niño ya se ha hecho mayor. Juan ha cumplido este viernes 18 años y lo hizo en Ginebra, donde reside con sus padres desde que estos tomaron la decisión de dejar España tras estallar el caso Nóos.
Juan, por ser el primogénito de los cuatro hijos de Cristina de Borbón, ha sido quien más ha vivido los problemas judiciales de sus padres. Se marchó de España con solo 10 años. De carácter tímido, siempre ha sido un chico serio incluso cuando era niño y participaba en los posados familiares. La exposición mediática que ha sufrido también ha contribuido a labrar esa imagen un tanto huraña de él. Su círculo más cercano dice que Juan es un chaval muy responsable que siempre ha ejercido de hermano mayor cuidando de Miguel, Pablo e Irene cuando la familia Borbón Urdangarin se enfrentaba primero a las acusaciones, luego al juicio y posteriormente a la sentencia por el caso Nóos.
La infanta Cristina siempre ha pedido que sus hijos no fueran víctimas de los problemas que ella y su esposo vivían. En ello ha contado con el apoyo de doña Sofía y de la infanta Elena, que hacen todo lo posible porque los primos convivan. Este verano la Reina emérita logró reunirlos de nuevo a todos unos días en el palacio de Marivent, en Palma de Mallorca.
Pero este deseo de dar una cierta normalidad a la familia en medio de los problemas de los Urdangarin ha sido difícil. Tras vivir en Washington dos años, Cristina de Borbón y los suyos regresaron a Barcelona en un intento de retomar su vida en la ciudad. Pronto la hermana menor del Rey se dio cuenta de que conseguirlo no iba a ser posible. Un día, al salir de clase, Juan se encontró con una pintada que decía: “Urdangarin, ladrón”. A partir de ese momento empezaron a planear su siguiente destino, que finalmente fue Ginebra.
La distancia ha permitido a los niños Urdangarin Borbón vivir un cierto anonimato. Juan está especialmente unido a su padre, de quien ha heredado su afición por el balonmano, que durante su estancia en Ginebra ha practicado en el Centre de Sportif des Trois Chene. También comparte inquietudes con su madre, como las tareas solidarias. La pasada Navidad viajó a Vietnam con los compañeros del colegio suizo donde estudiaba, para trabajar en la instalación de unos hornos de biogás en un poblado humilde del delta del Mekong. Su abuelo don Juan Carlos le paga los estudios, como a todos sus hermanos.
En las familias es irremediable que se establezcan parecidos. Si se compara a los dos sobrinos mayores del rey Felipe se puede afirmar que Juan no se asemeja en nada a Felipe (Froilán) Marichalar, aunque los dos primos son íntimos. Un ejemplo: desde que alcanzó la mayoría de edad Felipe ha regresado a España, tiene una intensa vida social y presume de novia mientras Juan intenta pasar inadvertido.
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