Fotonovelas
No somos tan íntegros como el relato que ofrecemos de nuestra vida y obra
De cría, rebuscaba en la basura por pura hambre de espíritu. Entiéndaseme: en casa no faltaban ni el cocido ni el abrigo ni los libros, pero, con cuatro bocas voraces y un solo sueldo magrísimo, el resto de artículos, desde los refrescos de cola a la ropa pija a la prensa rosa, eran considerados galguerías, despilfarros y cosas de ricos. Así que una, letraherida y cotilla desde el útero, rapiñaba de la calle tebeos, revistas cursis y calentorras, el BOE en verso. Cualquier panfleto que hablara de la vida de los otros, en una especie de bulimia sin más orden ni concierto que la delicadeza de estómago. En una de estas, decía, hallé un botín fabuloso: un cerro de fotonovelas italianas habitadas por mujeres y varones bellísimos haciendo que se cortejaban en turbadoras imágenes hasta acabar saciados en el lecho. Qué vestales, qué galanes, qué sofocones, oye. Recuerdo a uno, Danilo Verde —ojos donde fondear en verano, pecho do hibernar sine die, barbilla rota para coser a besos— que me parecía el colmo de la hermosura masculina y al que acabo de guglear solo para constatar que la vida nos lamina a todos. Incluso a aquellos perfectos seres de aquellos perfectos romances de aquellos perfectos fotorrelatos. Todo mentira, por supuesto.
El otro día, una chica guapísima cuyo oficio era parecer ideal en su propia fotonovela, perdón, Instagram —a su vera, Danilo Verde era todo piños y poros y pelos disparejos—, resolvió quitarse esa vida maravillosa que llevaba cara a la galería aunque fuera mentira. No. No somos tan íntegros como el relato que ofrecemos de nuestra vida y obra. Ni los alcaldes independentistas vara enhiesta encarando su misión histórica. Ni Rajoy trotando frente al Obelisco ante su cumbre con el emperador del mundo. Lo malo de según qué fotorrelatos es que sus actores ni se casan ni se aman ni copulan. Los finales no siempre son felices. A veces, incluso, son fatales.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.