El diseño holandés del colectivo Droog asoma en Utrecht
El Centraal Museum de la ciudad presenta 50 obras tempranas de creadores que se han convertido en sinónimo de sello de calidad e innovación
No puedes guardar tus recuerdos es el nombre de una cómoda firmada en 1991 por el holandés Tejo Remy. Es de lo más descriptivo, porque sus cajones de colores están desordenados y sujetos por un cinturón de cuero para evitar que se derrumben. También es muy llamativo y uno de los primeros objetos reunidos a partir de 1994 por el colectivo Droog, que se ha convertido en sinónimo de diseño holandés. En este caso, Droog simboliza el humor seco de las situaciones cómicas abordadas como si nada ocurriera. Verbigracia, este chifonier que parece a punto de desencajarse. Figura en el MoMA de Nueva York, y en el Centraal Museum, de Utrecht, dueño de la mayor colección mundial de obras del grupo. La sala holandesa ha reunido ahora 50 de sus piezas tempranas en El principio de Droog, una muestra que honra el lema de sus miembros: la calidad del menos es más.
Los diseñadores Renny Ramakers y Gijs Bakker, fundadores del colectivo, atrajeron a colegas capaces de darle nueva vida a objetos cotidianos. O bien de presentarlos de manera sorprendente a la vez que funcional. Justo lo que ocurre con 85 bombillas, una lámpara formada por un manojo de focos colgados de sus respectivos cables y firmada por Rody Graumans. Parece una lámpara de araña tradicional a pesar de estar desprovista de adornos. Con la Mesa silla, de Richard Hutten, diseñador y espectador sonríen a la vez. En realidad es un taburete metido dentro del marco formado por lo que sería el respaldo y los brazos de un asiento geométrico. Hay que mirarlo dos veces para darse cuenta del guiño.
Con estas creaciones, y también con la hoy famosa Silla anudada, de Marcel Wanders, una de las firmas consolidadas del diseño holandés, el museo de Utrecht sigue el nacimiento del diseño contemporáneo patrio. Al mismo tiempo, deja que el visitante experimente en primera persona con muebles poco ortodoxos. El mejor ejemplo es el banco Acércate un poco más, de Nina Farkache. Está sembrado de cuentas de colores y tiene encima unos platos blancos, para sentarse, que ruedan cuando el usuario se mueve. Los abalorios caen al suelo, pero de eso se trata. De dotarlo de un renovado poder de atracción.
Antes de establecer Droog hace dos décadas, Ramakers y Bakker probaron la respuesta del mercado mostrando diseños de Jurgen Bey y Hella Jongerius en la mítica sala Paradiso, de Ámsterdam. Luego acudieron al Salón del Mueble de Milán. El éxito les sirvió para establecerse y Jongerius, por ejemplo, tiene ahora un estudio en Berlín donde produce muebles, tejidos y vajillas. Y como aún no ha concluido el centenario del movimiento De Stijl, del que formaron parte el pintor Piet Mondrian y el diseñador Gerrit Rietveld, el Central Museum de Utrecht ha plantado la silla roja y azul de este último en la exposición. Es el mejor ejemplo de diálogo entre dos generaciones de diseñadores, que son innovadores y accesibles a la vez.
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