_
_
_
_
Tentaciones

Por qué es tan importante que las mujeres hablen abiertamente de sexo

La periodista Marita Alonso recibió insultos en un programa de televisión al intentar presentar su libro de temática sexual. Ella misma nos explica la oscura y cotidiana realidad de lo acontecido

Antes de comenzar, me veo obligada a hacer un aviso para navegantes. Pretendía empezar el texto hablando acerca de mi experiencia en Mad in Spain, programa al que acudí como invitada para hablar de mi libro. ¿El resultado? No pude hacerlo y me llamaron guarra en directo.

Pero no vengo a quejarme por no haber podido hablar de mi obra, porque siempre fui consciente de que el formato quizás no fuera el más amable para hacerlo. Tampoco quiero denunciar que me llamaran guarra, porque el que hable con asiduidad de sexo en los medios hace que esté dolorosamente acostumbrada a este apelativo sexista. Es más: fui al programa para hablar de esta realidad. Lo que me interesa contar es precisamente que lo que ocurrió aquella noche en plató no fue para mi un escándalo, sino el amargo recuerdo de que esta situación se repite día tras día. Incluso agradezco que ocurriera, porque el que ese fuera el titular de los medios al día siguiente refuerza la necesidad de señalar que una mujer que habla de sexo se sigue enfrentando en el año 2017 a una oscura realidad.

Necesitamos ser conscientes de que todavía tenemos muchos tabúes que derribar y seguir derribándolos por mucho que los comentarios cargados de odio pretendan frenarnos. Necesitamos dejar de hablar de sexo desde una única mirada, la masculina, para poder así tener la imagen completa.

Juan Carlos era un invitado del programa Mad in Spain. Opinaba que las mujeres tenían cosas más importantes que hacer en la vida que hablar de sexo. No aclaró qué cosas eran esas, pero no hay que ser Einstein para intuir que ese hombre tenía una tabla de planchar en la cabeza. Cuando me dispuse a hablar de mi libro, afirmé que las mujeres que hablamos en los medios de sexo recibimos cientos de insultos diarios, y Juan Carlos, erigido en ese momento como representante de todos los machistas del mundo, dio la razón a esos comentarios. Él también pensaba que yo era una puta por hacerlo. Así me lo hizo saber. A mí y a todos los espectadores, por supuesto.

A su izquierda se sentaba las periodista Celia Blanco, que lleva desde el 2015 hablando de sexo en su programa radiofónico, Contigo Dentro. Al terminar nuestra intervención, ninguna de las dos mostrábamos sorpresa alguna por lo que Juan Carlos había dicho, conscientes de que ese hombre opinaba igual que miles de personas. Lo que en ese momento aturdió a los asistentes era en realidad algo a lo que las dos estábamos más que acostumbradas, pero no por ello nos resultó menos doloroso. “Marita: tú bien sabes que esto ocurre todos los días”, me dijo Celia con seriedad. Tuve que darle la razón.

Tenemos que dejar de silenciar el orgasmo femenino y hemos de luchar contra la presión estética a la que ahora se someten los genitales de las mujeres, con una creciente demanda de operaciones de labioplastia

A día de hoy, no me apena el que mi cara apareciera en los medios junto a la del tal Juan Carlos, sino que la maravillosa respuesta con la que Blanco le acalló no fuera la que terminara plasmada en prensa. Semanas más tarde, tras haber recibido un comentario realmente hiriente en redes sociales, hablo con Celia para preguntarle acerca de los comentarios que recibe. “Normalmente te insultan tanto hombres como mujeres, aunque los hombres son más salvajes. Lo más duro que me han dicho -a través de twitter- ha sido que luego me extraño si alguien se propasa conmigo cuando soy capaz de hablar de mi asistencia a orgías. Es curioso, porque jamás he dicho que participara; eso forma parte de mi intimidad. Pero sí he intentado normalizar practicas sexuales no convencionales y eso parece que hay quien considera que es abrir la espita para que abusen de mí”, señala. 

A las mujeres nos ha costado mucho postularnos como seres sexuados. 40 años de dictadura hicieron que la liberación sexual se viviera en España de forma diferente y las mujeres hemos tenido que luchar duro por reforzar nuestra libertad sexual, esa que tanto parece molestar a muchos hombres. El que las mujeres hablen de sexo, quizás, les da miedo. Temen la aniquilación de la nociva 'historia única' de la que habla la feminista Chimamanda Adichie en su discurso para el TED The danger of a single story. Cuando solo hay una visión de las cosas, la historia jamás es verídica ni completa, y muchos parecen seguir empeñados en silenciar a la otra parte implicada en la relación sexual. Quizás teman que hablemos de sexo porque les aterre que echemos por tierra esa imagen de héroe sexual que tal vez ellos sí han dibujado en sus conversaciones entre amigos, conversaciones que no harán a nadie echarse las manos a la cabeza por el mero hecho de desarrollarse entre hombres.

Es necesario que hablemos de sexo para normalizarlo y para analizar sus luces y sombras con el fin de que las mujeres no se enfrenten a una cama en la que nada es como les cuentan. Necesitamos que el prisma desde el que se trata el sexo no sea únicamente masculino para que podamos disfrutarlo de forma plena.

En la cama se nos exige que seamos fieras sexuales que esconden lo ocurrido al zanjarse el acto. Mientras tanto, ellos comentarán con orgullo y libertad la jugada en los bares. Quizás llegue un punto de la conversación en el que aseguren que la mujer con la que estuvieron era “una guarra”. En el caso de que se hubiera negado a hacer algo, dirán que era “una frígida”.

En el libro Girls & Sex, Peggy Orenstein habla acerca de cómo la cultura pop y la pornografía hipersexualiza a las mujeres y las presiona para ser sexys. Esta situación las empuja a actuar de determinada forma al enfrentarse al sexo y a cumplir las expectativas que los hombres tienen de ellas como legado de los referentes sexuales anteriormente mencionados, todos ellos despojados de fines didácticos y focalizados en el orgasmo masculino. A lo largo de tres años hablando con mujeres de entre 15 y 20 años, la autora asegura que muchas habían sido llamadas putas o frígidas. En este vaivén, su deseo sexual había sido ninguneado y silenciado. Parece que las mujeres son empujadas a satisfacer al hombre y a olvidar sus propios deseos. Orenstein promulga la importancia de hablar abiertamente de sexo y de enfatizar la importancia del deseo de la mujer y de su placer.

“Normalmente te insultan tanto hombres como mujeres, aunque los hombres son más salvajes"

Es esencial que las mujeres hablemos de sexo, porque hay que naturalizarlo y porque este tiene que incluir en su discurso nuestra visión y nuestra experiencia. Tenemos que dejar de silenciar el orgasmo femenino y hemos de luchar contra la presión estética a la que ahora se someten los genitales de las mujeres, con una creciente demanda de operaciones de labioplastia y de la llamada Vagina de Barbie, que hace que los labios vaginales se tornen prácticamente inexistentes. Poco parece importar que esta intervención pueda desembocar en la disminución del deseo sexual o en dolores de por vida con tal de que la vagina responda a los cánones estéticos impuestos por la pornografía. Pornografía que por supuesto, suele tener una visión masculina en la que la mujer se limita a satisfacer al hombre.

Celia Blanco coincide en denunciar la ausencia de información sexual óptima y en señalar la visión machista de la existente. “Nos han enseñado que el binomio sexo-mujer solo es posible para satisfacer al hombre o procrear, pero jamás nos han permitido que buscáramos placer o satisfacción personal. Mucho menos aprender. La ignorancia es la base de la dominación (base también a nivel social y político) y a nosotras nos quieren sumisas. Las veces que una mujer ha llevado las riendas de su sexualidad se la ha machacado. Si un hombre es promiscuo, es un conquistador; si lo es una mujer, es una guarra. Y esto te lo aplaude muchísima gente”.

En la cama se nos exige que seamos fieras sexuales que esconden lo ocurrido al zanjarse el acto. Mientras tanto, ellos comentarán con orgullo y libertad la jugada en los bares

Le pregunto a Celia qué necesitamos hacer para que en el futuro las cosas cambien y las mujeres podamos hablar abiertamente de sexo sin ser víctimas del escarnio público. “Dentro de unos años espero que nos avergoncemos de todo este machismo que me condena por hablar de sexo. Pero para eso más nos vale educar a nuestros hijos sin machismo. A mi hijo le parece absolutamente normal a lo que me dedico, será también porque en mi casa la sexualidad se trata con absoluta normalidad y no como un tabú. Quiero creer que ocurre con toda su generación, pero viendo a muchos de la mía embrutecidos, cuesta imaginar que serán capaces de educar correctamente a sus hijos”, sentencia.

Como el grupo Salt-N-Pepper cantaba en 1990 en su canción Let´s talk about sex, hagámoslo. Y como decía la letra de la canción, el que no quiera oírnos puede apagar la tele, la radio o dejar de leernos. Pero nosotras tenemos que subir el volumen. Hablemos de sexo y no dejemos que nos acallen.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_