Ikurriña en Pamplona
Dividir a los navarros con el izado de la bandera vasca es un error
La Ley Foral de Símbolos de Navarra de 2003 intentó poner coto a la llamada guerra de las banderas prohibiendo, indirectamente, el izado de ikurriñas en los edificios públicos de la comunidad. Su reciente derogación, promovida por el Gobierno cuatripartito de Uxue Barcos, ha sido interpretada por el alcalde de Pamplona, Joseba Asirón (EH Bildu), como una carta blanca para recuperarla durante el chupinazo de las fiestas de San Fermín y situarla junto a las enseñas locales, nacional y europea.
Ha sido una decisión imprudente desde el punto de vista legal porque la larga guerra de banderas sufrida en España ha originado una amplia jurisprudencia en contra del uso de símbolos ajenos al referente territorial de las instituciones que los enarbolan. En este caso, además, está el agravante de que la ikurriña simboliza una determinada causa política y una institución pública, que debe velar por el interés general, debería abstenerse de tomar partido con el uso de símbolos que tienen tanta carga política y emocional. En este punto incidió en su día una sentencia del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco.
Los partidos nacionalistas y Aranzadi, marca ciudadana que cuenta con el apoyo de Podemos, rechazan las críticas al izado de la ikurriña. Aseguran que nunca otra bandera va a sustituir a la propia y hablan de normalidad y pluralidad. Sus argumentos se debilitan, sin embargo, cuando actúan desde las instituciones públicas utilizando símbolos que pueden dividir a la sociedad que representan. Hace apenas un mes miles de pamploneses salieron a la calle para defender su bandera una vez que la presidenta, Uxue Barcos (Geroa Bai), logró la derogación de la Ley de Símbolos. En Navarra, como bien sabe EH Bildu, el uso de la ikurriña tiene una connotación ideológica que no representa a todos los navarros y que ha originado confrontaciones que, afortunadamente, van quedando en el pasado.
No es previsible el regreso a la triste y dolorosa guerra de las banderas, pero sería mucho mejor que los servidores públicos, sean del partido que sean, no jueguen con los símbolos. Ahora que la distensión se asienta en el País Vasco, los nacionalistas radicales vuelven por sus fueros lanzando sus mensajes y utilizando, como es tradicional, el trampolín de los festejos populares. Unión del Pueblo Navarro, partido navarrista aliado del PP y hegemónico en Navarra durante años, ha pedido la retirada de la ikurriña y ha presentado una demanda. Sería imperdonable que unos y otros tensen la cuerda hasta tirar por la borda el marco de paz y convivencia logrado con tanto esfuerzo. Las banderas no deberían hoy tener la carga emocional que tuvieron en el pasado. Los ciudadanos están en otra cosa y, por tanto, sería absurdo elevar el error del Ayuntamiento navarro a categoría de asunto de Estado.
La nacionalista Uxue Barcos advirtió cuando accedió a la presidencia navarra ser plenamente consciente de que le tocaba gobernar para una comunidad que no era mayoritariamente nacionalista. Dos años después, el izado de la ikurriña en el inicio de las fiestas de San Fermín envía un mensaje contradictorio con aquella declaración. Sería bueno recuperar la moderación y volver al punto de partida.
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