¿Existe el cine queer combativo en España o lo gay se ha vuelto comercial? Nuestros directores responden
Hablamos con Javier Calvo y Javier Ambrosi, responsables de La llamada y Paquita Salas; y otros realizadores como Eduardo Casanova, Alfonso Albacete, Félix Sabroso o Javi Giner
Nació para desafiar los modelos de representación heterocentrista y dar voz a cualquier tipo de opción sexual, abrazando temáticas relativas a la diversidad de género. El cine queer es provocador, irreverente, contestatario y al mismo tiempo reflexivo y también inundado de una fuerte carga política y de un posicionamiento abiertamente activista. Se convirtió en una forma de lucha nada acomodaticia y autocomplaciente a la hora de poner de manifiesto el universo LGTB y darle visibilidad adoptando una actitud de lucha reivindicativa tanto en su mensaje como en la forma de acercarse a narraciones que se alejaban de los márgenes de lo normativo.
Durante la Transición fueron muchos los directores españoles que se atrevieron a romper con los moldes establecidos inundados por ese clima de libertad que por fin se respiraba después de décadas de represión. Intentaron acercarse a los problemas de las nuevas generaciones de una manera fresca y desinhibida a través de un fuerte espíritu transgresor. Pedro Almodóvar, Pedro Olea, Ventura Pons o Eloy de la Iglesia fueron algunos de los cineastas que impulsaron en España la ideología queer a través de una serie de películas en las que comenzaron a aparecer personajes que hasta el momento habían estado silenciados por su condición sexual, y que ahora podían expresarse en la pantalla, reivindicarse y exponer sus problemas y preocupaciones sin tapujos. Y aunque al principio estas películas se movieran en los márgenes, su repercusión fue tan grande que ayudaron de manera fundamental a que los temas que abordaban fueran poco a poco abandonando ese espacio de exclusión para ir integrándose en el imaginario colectivo de la sociedad.
Por eso películas como Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), de Pedro Almodóvar, Cambio de sexo (1977), de Vicente Aranda; El diputado (1978), de Eloy de la Iglesia; Ocaña, retrato intermitente (1978), de Ventura Pons o Un hombre llamado Flor de Otoño (1978), de Pedro Olea, fueron tan valientes y arriesgadas para su época, convirtiéndose actualmente en obras de culto y demostrando que es necesario romper los tabúes para avanzar en la sociedad.
Sin embargo, ¿queda algo de este espíritu de radicalidad expresiva en la actualidad? ¿Sigue existiendo un cine queer en España? ¿Sigue siendo necesario?
“Ahora mismo en España no existe el cine queer”, nos cuenta Paco Tomás, director del único programa LGTB de la radio pública, Wisteria Lane. “Sí se hace más videoarte queer y documentales, de donde salen cosas muy interesantes y transgresoras, sobre todo en ideologías de género. Pero a nivel de cine, no. Ese espíritu de ir en contra de las convenciones que se daba en la Transición con toda esa carga política ha desaparecido. Hay personajes gays en series y en películas. Hay más visibilidad, pero menos discurso”.
En los noventa y los dos mil, una serie de directores recogieron el testigo de ese cine que se hacía en la Transición, pero a través de una nueva sensibilidad que seguramente venía influenciada por el espíritu de un nuevo movimiento surgido en Estados Unidos, el New Queer Cinema, caracterizado por una potente carga subversiva a la hora de afrontar aquellos temas que preocupaban a la comunidad gay, como era el contagio del virus del SIDA o la exclusión social, así como una descripción precisa de dinámicas y ambientes.
“Quedan muchas cosas y problemáticas por explorar y reivindicar. La transexualidad es una de ellas. Tampoco se muestra como es debido la homosexualidad femenina”, Javier Calvo y Javier Ambrosi
Películas como Mala noche (1986) de Gus Van Sant o Poison (1991) de Todd Haynes, se convirtieron en símbolo para toda una generación. También otros nombres como el de Gregg Araki o el mucho más salvaje y punk Bruce LaBruce, se situaron como referentes, así como la productora Christine Vachon que, al frente de Killer Films, ha sido la responsable de títulos como Go Fish (1994), de Rose Troche, Kids (1995), de Larry Clark, Happiness (1998), de Todd Solondz, Boys Don’t Cry (1999) o Hedwich and the Angry Inch (2001), de John Cameron Mitchell, es decir, de prácticamente todos los autores interesantes queer que operan en la actualidad, además de continuar auspiciando a Todd Haynes desde Poison hasta Wonderstruck.
“Aportaron una manera de acercarse al mundo LGTB con todos sus claroscuros. Son películas que de alguna manera intentaban dinamitar el status quo de lo socialmente aceptado”, nos cuenta Javier Giner, director que acaba de realizar el primer spot de la red social Tinder, que precisamente se abre a la diversidad sexual y que ha sido todo un boom viral.
En los noventa surgieron proyectos tan radicales como Cuernos de espuma (1998), de Manuel Toledano, que se adentraba en la noche neoyorkina a modo de documental a través de una troupe de personajes que, a ritmo de música, sexo y drogas nos abrían las puertas de sus miedos y anhelos más profundos. Para el director Alfonso Albacete, no se ha hecho una película en España, tras La ley del deseo, más queer que Cuernos de espuma.
Albacete junto a David Menkes firmarían también una serie de películas muy urbanas que se desarrollaban en la cultura de la noche y la discoteca, como es el caso de Más que amor, frenesí (1996). “Desde esa primera película he querido normalizar el colectivo LGTB hablando de la tolerancia. En Sobreviviré introducía un personaje abiertamente bisexual que era algo poco aceptado y se veía la primera boda gay aunque todavía no se había aprobado la ley del matrimonio igualitario”, nos cuenta.
Y es que en ese momento de finales de los noventa el cine queer se abrió a la industria y muchos proyectos comenzaron a tener un espíritu comercial, estrenándose de forma mayoritaria y llegando a una gran cantidad de público. Este fenómeno lo experimentó Félix Sabroso, que junto a Dunia Ayaso estrenó en 1997 Perdona bonita pero Lucas me quería a mí, película que precisamente acaba de celebrar su veinte aniversario: “Cuando viajábamos a festivales se extrañaban de que una película protagonizada por personajes homosexuales no estuviera condenada a las salas de arte y ensayo. En España fue tratada desde el mainstream, no como una película de nicho queer. Imagina la involución que hemos sufrido en tan poco tiempo”.
Tanto Félix Sabroso como Javi Giner coinciden en que, en la actualidad, el cine queer se encuentra secuestrado por la economía de mercado. “No hay un interés por parte de la industria en fomentar ese tipo de cine”, continúa Sabroso. “Estamos muy poco permeables a la diversidad. No es una cuestión de retraso ideológico, sino a que está supeditado a unas leyes de mercado que son excluyentes para garantizar cifras. Y esa exclusión deja fuera muchas cosas, y a medio plazo es una forma de censura. Son las leyes del mainstream, que es una cosa terrible que afecta a todos los niveles”.
“La industria se ha polarizado entre el cine muy pequeño y minoritario y las grandes producciones”, dice Javier Giner. “En esa dualidad hay cierto tipo de películas que están desapareciendo. Hoy en día no creo que existan películas que pongan en entredicho el status quo, que tengan la capacidad de cuestionar la realidad de lo que está ocurriendo. Nadie se atrevería hoy a producir ahora a Eloy de la Iglesia, por ejemplo”.
Hablamos de si, en este panorama, y aunque hayan pasado solo trece años, se podría hacer una película como Cachorro (2004), de Miguel Albaladejo, de presupuesto medio (ese margen tan desatendido en la actualidad), que se abría con una escena de sexo homosexual bastante explícita y en la que se ponían de manifiesto las preocupaciones y el modo de vida homosexual, alrededor del cual giraba buena parte de la narración. Seguramente no.
Javier Calvo y Javier Ambrosi, responsables del éxito teatral La llamada, que estrenará su versión cinematográfica el próximo otoño y de la webserie Paquita Salas, nos hablan de algunas películas vascas que les han gustado en los últimos tiempos: Ander (2009), de Roberto Castón, 80 egunean (2010), de Jon Garaño y José Mari Goenaga y A escondidas (2014), de Mikel Rueda. También de las películas de Antonio Hens. “Se trata de películas muy independientes que se encuentran circunscritas a un terreno minoritario y cuesta más llegar a ellas”.
“Si todo el mundo coincide en que el mundo queer se ha vuelto mainstream, puede que tenga que ver con que los homosexuales también lo sean”, Eduardo Casanova
Para Mikel Rueda la denominación queer ha evolucionado al igual que la sociedad: “Cuando empezó necesitaba de unas cosas que ahora están superadas. Igual nos hemos acomodado y deberíamos ponernos las pilas. Se han conseguido muchos logros, es verdad, pero todavía queda mucho por reclamar”.
“Yo creo que la juventud tiene ya mucho asimilado”, continúan los Javis. “Los referentes de las nuevas generaciones son los YouTubers, cantantes y presentadores que expresan con total libertad su sexualidad. Está en el día a día de la gente joven, que ya tiene integrados todos esos códigos. El problema es la gente vieja que sigue sin entenderlos”.
Félix Sabroso aporta clarividencia a este tema. Piensa que la sociedad de consumo lo ha absorbido todo, que la cultura gay se ha hecho mainstream. “Somos elementos de consumo. La mejor manera de abrirse a la tolerancia, de entender y cambiar los roles tiene que ver con participar en el juego capitalista, y eso le resta a la lucha política, porque lo que uno hace en la cama por la noche, al final es menos cuestionado cuando participas en el juego social. Y para eso se ha inventado lo que es políticamente correcto e incorrecto, y cómo somos capaces de convivir y tolerar lo que nos espanta cuando nos conviene”.
El resultado, se ha bajado mucho el listón. Las películas se hacen para contentar a todo el mundo, y eso no casa demasiado bien con los presupuestos de un cine queer combativo o militante.
“Es triste encontrarse con películas comerciales en las cuales se utiliza al homosexual para provocar risa, el clásico chiste de maricones. Por otro lado, creo que una buena película, tanto drama como comedia, que trate de forma interesante cualquiera de los temas LGTB, no tiene por qué no ser un éxito, aunque si no es apoyada por una cadena de televisión y una distribución fuerte no vale de nada”, dice Alfonso Albacete.
José Mari Goenaga piensa que antes los directores no estaban tan preocupados por complacer (cita, por ejemplo, a Agustí Villaronga), que las películas eran más desafiantes, más libres a la hora de luchar contra la mentalidad de los modelos heterosexuales. “Se han suavizado los discursos. Parece como si hubiera que mendigar aceptación y aprobación por parte del público. Se ha homogeneizado todo y se han perdido por el camino muchos matices interesantes, algo que, por ejemplo, sí que mantiene el cine de muchos países Latinoamericanos. Una cierta frescura. Quizás porque allí todavía quedan más cosas por reivindicar”.
Para Eduardo Casanova, que acaba de estrenar Pieles (que no considera una película queer), piensa que hay que mirar hacia el mainstream para observar cuáles son los movimientos sociales. “Si todo el mundo coincide en que el mundo queer se ha vuelto mainstream, puede que tenga que ver con que los homosexuales también lo sean. Si hubiese homosexuales combativos como en los setenta, que no los hay porque quizás no haga falta, aunque yo siempre creo que hay que ser combativo, aunque no haga falta, será porque en el fondo se han adocenado”.
“Es triste encontrarse con películas comerciales en las cuales se utiliza al homosexual para provocar risa, el clásico chiste de maricones”, Alfonso Albacete.
“Hoy en día no creo que existan películas que pongan en entredicho el status quo. Nadie se atrevería hoy a producir ahora a Eloy de la Iglesia, por ejemplo”, Javi Giner
Todos coinciden en que se ha normalizado la presencia de personajes homosexuales en películas y en series de televisión. El propio Eduardo Casanova fue pionero en este aspecto al convertirse en uno de los primeros en salir del armario en la ficción televisiva a temprana edad en Aída.
Sin embargo, en España todavía continúan siendo en su mayor parte personajes secundarios. Sabroso y Giner hablan de series como Transparent o Queer as Folks que sí se han atrevido a situarlos en primer término. “Transparent supone un triple salto mortal porque habla de una persona transexual que además es anciana y está basada en un hecho real”, dice Giner. “En el extranjero se toman unos riesgos que en España no están dispuestos a asumir, esa es la realidad”. “Lo curioso es que tratándose temas nicho, han terminado llegando a mucha gente”, continúa Sabroso, “el interés está ahí, pero hay que saber y querer explotarlo”.
Ian Garrido, guionista y director del corto Victor XX, sobre un joven que no sabe si se siente chico o chica y que ganó un premio en el Festival de Cannes, piensa que estas series están escritas y dirigidas o interpretadas por personas trans o cercanas (añade también Sense8), que viven en primera o segunda persona el hecho trans. “Esa es la esencia de poder representar algo en condiciones, de poder ser lo más fiel posible al comportamiento humano, a los sentimientos humanos de primera mano. Y ese es el gran cambio, que de repente esas personas trans, o cercanas a, escriban o dirijan ficción”.
Para Félix Sabroso, antes los espectadores sabían que se estaban poniendo en manos de Federico Fellini o de algún otro gran autor. Ahora se ha obligado a bajar el listón en materia de entretenimiento, hasta tal punto que muchos productos con vocación independiente o militante, tienen que responder a parámetros muchísimo más dogmáticos para gustar. “El cine queer no puede complacer a todo el mundo, eso sería un error”.
¿Sigue siendo el cine queer necesario?
“Sigue siendo muy necesario, porque hay toda una parte de la sociedad que sigue estando silenciada. El retrato de la homosexualidad que se hace en la ficción española es bastante superficial y estereotipado”, dice Javi Giner. “Quedan muchas cosas y problemáticas por explorar y reivindicar”, continúan Calvo y Abrossi. “La transexualidad es una de ellas, es importante enseñar a la gente lo que es. Tampoco se muestra como es debido la homosexualidad femenina”.
80 egunean precisamente mostraba el nacimiento de una relación sentimental entre dos mujeres mayores de setenta años. Otras directoras como Chus Gutiérrez han integrado personajes lésbicos en sus películas e Inés París y Daniela Fejerman fueron las responsables de la comedia A mi madre le gustan las mujeres. Hace un par de años, en el Festival de Málaga pudimos ver una película minúscula dirigida por Alba González de Molina titulada Julie en la que una joven escapaba del mundanal ruido a una comuna hippie y allí mantenía una relación con otra mujer. Pero en general, son ejemplos muy aislados, cuesta mucho encontrarlos y todavía resulta difícil que sean tratados desde una óptica rigurosa, sensible y no exhibicionista, de la que por ejemplo carecen muchas de estas producciones cuando pasan por el filtro de la mirada masculina, como es el caso de Habitación en Roma, de Julio Medem.
“Ahora mismo, es en Internet donde podemos encontrar más ejemplos de cine queer. Las web series son más baratas de producir y permiten contar historias no solo para el gran público. Desde estas plataformas se sigue reivindicando, como es el caso de la serie online Indetectables, en la que se habla de las enfermedades de transmisión sexual, un tema bastante tabú”. Así piensa Sonia Sebastián, autora de la web serie de Chica en chica, que terminó convirtiéndose en película. “Es absolutamente necesario seguir contando historias LGTBQ, así como escribir personajes LGTBQ e integrarlos en todo tipo de cine o series de ficción. El cine es un arma muy potente en la lucha contra la homofobia y sirve para la transformación del imaginario común y para crear nuevos referentes en las nuevas generaciones”. Esperemos que así sea y que el cine se abra a la diversidad. Que no ocurra como el año pasado, que las películas más importantes de la temporada estaban dirigidas y protagonizadas por hombres heterosexuales, pensadas por hombres y enfocadas a hombres. Algo que demuestra que, la amplitud de miras sigue siendo estrecha, y que evitar la desigualdad y fomentar la normalización y el equilibrio, constituye una conquista diaria.
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