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CLAVES
Columna
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Votar distinto

Las preferencias políticas de las nuevas generaciones se está separando del equilibrio que hasta ahora reinaba

Jorge Galindo
Los ciudadanos de Reino Unido están llamados hoy a las urnas.
Los ciudadanos de Reino Unido están llamados hoy a las urnas. DANIEL SORABJI (AFP PHOTO)

Las elecciones británicas de ayer tuvieron una víctima que no fueron los partidos perdedores, sino el voto de clase. Desde 2015 las diferencias de voto a conservadores y laboristas dentro de la clase obrera, las clases medias y la clase alta se han ido cerrando. En su lugar ha emergido una profunda brecha generacional: según datos de YouGov, Corbyn recoge más de un 40% del voto de los menores de 25, pero no más de un irrisorio 16% entre los mayores de 65. Con May pasa lo contrario: la juventud le da la espalda (apenas un 21%), pero arrasa más allá de los 50 (la mitad de esos votantes). Sin embargo, la campaña de Corbyn, desde su mismo eslogan (“para la mayoría, no para la minoría”), ha hecho extenso uso de conceptos provenientes de la lucha de clases.

Algo similar sucede aquí, en España. A pesar de que Podemos mantiene un tono con reminiscencias socioeconómicas, ser joven (menor de 35) predice el voto a la formación morada de manera mucho más clara que la ubicación en el espectro de clase. En el otro extremo, el PP arrasa en las capas de más edad mientras Rajoy construye una plataforma ideológica pensada para las clases medias conservadoras.

Esta conexión aparente entre discurso de clase y patrón generacional de voto apunta, al menos como hipótesis de partida, a algo que va más allá de la estereotípica rebeldía que se pasa con la edad. En otros países (Francia, Italia, Países Bajos) los jóvenes también se están casando con partidos o plataformas distintas. De tal manera que quizás nos encontramos ante un efecto cohorte: sea por percepción, sea por situación objetiva, parece que el conjunto de preferencias políticas de las nuevas generaciones de votantes se está separando del equilibrio que hasta ahora reinaba. Desde esta perspectiva, el voto de clase no estaría desapareciendo sino transformándose. Si la segmentación de las sociedades occidentales está cambiando, parece lógico que también lo hagan las pautas de comportamiento político. No es improbable que dentro de un par de décadas nos encontremos mirando hacia atrás, hacia hoy, y pensemos que es en este momento cuando empezamos a votar distinto. @jorgegalindo

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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